Casa circular. El refugio de una origamista donde los ambientes son compartidos
"Círculo", en sánscrito, se dice mandala. Representa la totalidad, lo absoluto, lo contenido en sí mismo. Un círculo no tiene ni principio ni final ni aristas, es la perfección de lo redondo. Sheila Sarkissian es madre de cuatro hijos y origamista. Vive en una casa que tiene un par de ambientes circulares, pero el motivo se repite en todos lados: en los estampados, en los almohadones, en los cuadros, en los espejos, en una ventana, en las lámparas, en un globo terráqueo, en un aro-hamaca en el jardín, en los papeles de origami esparcidos sobre la mesa y –también– en los ojos de esta foto.
CENTRO DE GRAVEDAD
"Mi casa anterior también era circular. No lo había pensado, pero ahora que me preguntás, sí, hay un tema que se repite. Yo lo asocio con la luna, con el sol, con la Tierra, con lo cíclico, con lo que contiene. Pienso mis casas como un refugio para mí y para mi familia", dice Sheila, que es antropóloga pero se dedica a Origami Taller desde hace siete años. Ahí da clases, pero también hace origami para decoración de eventos o vidrieras comerciales, y este año lanzó una línea para cumpleaños que son cajitas para armar rincones que traen banderines, guirnaldas, todo realizado con la misma técnica. "Para mí, el origami es terapéutico, me enseña el equilibro: lo que hacés de un lado lo hacés del otro. Es una técnica del aquí y ahora que te permite lograr algo en poco tiempo, pero sin apurar el proceso. A veces me preguntan si produzco al por mayor, y me hace gracia porque el concepto de hacer en serie no se aplica al origami: el tiempo que tardo en hacer mil grullas es el que tardo en hacer una, por mil", dice Sheila.
En esta casa de Acassuso vive con sus hijos, Salvador, Jacinta, Guillermina e Hilaria, y con su marido, Ulises, que es cineasta. La estructura es simple: en la planta baja están el living, el comedor, la cocina en un gran ambiente integrado y el acceso al jardín, que tiene una parrilla y una pileta, todo a escala humana. En la planta alta, los cuartos "y también otro clima, más tranquilo", dice Sheila.
TODO INTEGRADO
"Nos mudamos hace dos años, pero tardamos en armarla. La casa original tenía una sola planta con muchos ambientes chiquitos. Con la ayuda del estudio de arquitectura Schein-Esquivel, pensamos lo opuesto: una casa con grandes ambientes compartidos. Entonces, abajo dejamos solo la cáscara y construimos un piso arriba, que también es un gran ambiente salvo por la habitación nuestra, que está separada", cuenta Sheila. La cocina está integrada al living, pero está delimitada por el piso con calcáreos de diseño que compraron en Noi Estudio. En las paredes de la cocina, cerámicos subway blancos.
"Se pensó como una casa pasiva, que es un concepto de construcción que apunta a reducir el impacto ambiental. No es 100% certificada, pero tiene algunas soluciones, como unos tanques atrás del portón de entrada que reciclan el agua de lluvia, que después se usa en el riego y en los inodoros".
JUGAR & TRABAJAR
En la planta alta, como antesala del cuarto de los chicos, hay un gran ambiente de juego con un sillón celeste frente a la tele y la biblioteca. Y también, al subir la escalera está armado el rincón-taller de estilo minimalista donde Sheila trabaja varias horas por día, aprovechando la luz natural que se cuela por el enorme ventanal circular. "Cuando nació mi tercera hija, dejé la antropología y empecé a hacer origami medio de casualidad. Los primeros años, me dolían bastante las manos a la noche. Pero con el tiempo el cuerpo se fue curtiendo y ya no me duelen a no ser que tenga jornadas largas. Y acá también hago mis ejercicios y torsiones que me da mi profe de yoga", dice Sheila.
SUEÑOS COMPARTIDOS
Los chicos comparten un cuarto grande y tienen un baño propio. Son un varón y tres nenas en una escalerita de 12, 9, 7 y 3 años. La pregunta natural que surge es: ¿cuál es la progresión de este arreglo? ¿Qué va a pasar cuando los chicos empiecen a pedir su cuarto propio? "Bueno, de hecho, ya está pasando. El mayor de mis hijos es el varón y de vez en cuando nos plantea la duda: ya estamos pensando en soluciones. Pero también lo disfrutan, cuando suben a la noche todos juntos y cada uno tiene su lámpara para leer, y se los escucha reírse...", cuenta Sheila.
DESCANSAR
El dormitorio principal es el único ambiente de la casa que no está integrado al resto, como si fuera una invitación a la intimidad y al relax. Está en la planta alta y también tiene paredes circulares, como un espejo del ambiente que está en la planta baja. Abundan los libros (tanto en el banquito que hace de pie de cama como en las mesas de luz de metal con tapas espejadas) y también la lavanda, uno de los aromas preferidos de Sheila para bajar un cambio. En el baño principal, cortina con cactus de Urban Outfitters. "Soy muy lectora; de hecho, entré al origami por unos libros de arte japonés. Me dio curiosidad y me puse a estudiarlo, y después a practicarlo. Es un ejercicio".
VIVIR AFUERA
"Nuestra casa se vive mucho, especialmente ahora que el clima se pone lindo y vienen los días más largos", cuenta Sheila. El espacio exterior está formado por una galería –con sillones de madera y sillas bajas para tirarse a leer– y un jardín con pasto, muchas plantas y un banco de plaza restaurado. "Abajo es como un gran corredor desde el portón de entrada hasta el fondo del jardín. Es medio un club porque queda a tres cuadras del colegio adonde van mis hijos, o sea que es completamente natural que siempre vengan sus amigos. Para eso también fue pensada: para que circule la gente. Usamos también mucho la galería. Hacemos asados, desayunamos afuera, y ahora me doy cuenta de que el espejo de mimbre también es un círculo...", cuenta Sheila, que posa feliz con sus cuatro hijos en –¡oh, casualidad!– un círculo de metal que hace las veces de hamaca y es el gran protagonista de las tardes de verano. •
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