Carneiros, o el reino de los cocos
Una idílica franja de arena de 6 km es una de las playas más sofisticadas y exclusivas del país, con sólo cuatro posadas, cinco restaurantes y unas pocas casas en alquiler, cuyos dueños son herederos del patriarca de la zona
PRAIA DOS CARNEIROS (El Mercurio/GDA).- Si la historia de Praia dos Carneiros fuese un cuento infantil, podría partir más o menos así. Había una vez un comerciante llamado Rosalvo Ramos Rocha. De mediana estatura, tez blanca, mirada tranquila y sonrisa apacible, vivía con su mujer, María das Dores, en una pequeña ciudad del nordeste de Brasil llamada Garanhuns, donde tenía una panadería. Allí, bajo el húmedo calor de Garanhuns, Rosalvo tuvo a sus nueve hijos. Sólo por diversión, a todos les puso un nombre con Z: Zilda, Zélia, Zonildo, Zeferino, Zaldo, Zeny, Zenaldo, Zildo y, finalmente, Ziza.
En 1938, cuando tenía 43 años, quizá siguiendo el dato de algún conocido, Rosalvo llegó a un precioso lugar, virgen y solitario. Era una playa repleta de cocoteros que los pescadores del sector conocían como Praia dos Carneiros, aunque nadie sabía muy bien por qué. Unos decían que por las pequeñas olas de espuma que se formaban en el horizonte al chocar contra las barreras de coral, y que vistas desde lejos parecían ovejas (carneiros, en portugués). Otros, que su nombre provenía de un antiguo propietario, José Henrique Carneiro.
Pese a no tener educación formal, Rosalvo era un hombre esforzado y trabajador, y con los años había logrado juntar una considerable fortuna. Y en Carneiros, justamente, vio la posibilidad de incrementarla. Compró 600 hectáreas de terreno frente al mar y, junto con su esposa, comenzó a trabajarlas hasta convertirlas en una de las mayores haciendas de coco del estado de Pernambuco.
Pero el tiempo pasó. Aunque rindió frutos en los años siguientes, la apertura del comercio a comienzos de los 90 y la llegada de cocos provenientes de Asia acabaron con la empresa: los precios se fueron al suelo y la mayoría de las haciendas quebraron.
Entonces, los descendientes del fallecido patriarca tomaron una decisión. De ahora en adelante, dejarían de vender cocos y optarían por un producto bastante más rentable (y natural): el sol, el mar y la arena de la que hoy es, sin duda, una de las playas más bonitas y exclusivas de Brasil.
Aunque está ganando cada vez más fama -recientemente la guía brasileña Quatro Rodas la eligió dentro de las diez playas más bonitas del país-, Carneiros es aún uno de los grandes secretos de Brasil. Y eso se debe principalmente al acceso. Carneiros es prácticamente una playa privada. Es decir, para entrar hay que pasar por terrenos particulares, los de la familia Rocha y de un par de nuevos inversionistas (como los del grupo español Meridional, que ya construye un resort aquí), quienes tienen garitas de seguridad en los accesos.
Existe, sí, otra posibilidad de llegar, pero más complicada: caminando una hora por la playa o navegando en lancha por el día desde la vecina Tamandaré, una calurosa y somnolienta ciudad de unos 20.000 habitantes que aún no ha sabido aprovechar la belleza de sus playas, cuyo color es igual -igual- a las del Caribe. ¿El problema? La basura está a la vista y hay mínima infraestructura de calidad.
Carneiros es todo lo contrario a Tamandaré. En Carneiros hoy funcionan sólo cuatro posadas y cinco restaurantes, más algunas casas para alquilar, todas pertenecientes a los herederos del patriarca Rosalvo Ramos Rocha, a quien le erigieron hasta una estatua en la playa.
El más conocido es el Bora Bora, de Marta Rocha, hija de Ziza, que se anuncia con insistencia en el camino de acceso desde Tamandaré, pavimentado hace poco, con letreros cada 50 metros que dicen Falta poco para el paraíso , Venga a conocer el paraíso , El paraíso es aquí . El paraíso aquí. El paraíso allá.
Sin embargo, lo que para algunos no resulta paradisíaco es que para entrar al Bora Bora se exige un consumo mínimo de 50 reales (unos 30 dólares) por auto. Y si el restaurante está lleno -lo que sucede a menudo en temporada alta-, prácticamente hay que olvidarse de poner los pies en la famosa Praia dos Carneiros.
"Las playas tienen que tener un acceso público, pero si hubiera más cuidado y la gente no dejara montones de basura, no habría problemas. Por eso ahora el acceso es limitado", dice Joel Dantas, Joba para los amigos, nieto de Rosalvo, dueño de la posada Bangalós do Gameleiro y del restaurante Jobar, y el único de los descendientes que pasa la mayor parte del tiempo en Carneiros.
La cosa es que en Carneiros el agua es tibia, hace calor todo el año y el paisaje es simplemente de postal: arena fina y blanca, aguas color turquesa, piscinas naturales que se forman cuando baja la marea y cientos de palmeras flanqueando sus seis kilómetros de costa, que bordean por uno y otro lado los ríos Formoso y Arikindá, respectivamente.
Las posadas son pequeñas, de estilo rústico pero chic, los restaurantes se especializan en pescados y mariscos de la zona y, sobre todo, el ambiente es muito tranquilo, como dirían por aquí. Carneiros, por eso, ya ha sido elegido por ilustres como Chico Buarque, Marisa Monte, el actor Luis Fernando Guimarães o el mismísimo gobernador de Pernambuco, Eduardo Campos, para pasar sus vacaciones sin que nada ni nadie los moleste demasiado. Y también, por cierto, para exclusivos casamientos a orillas del mar, que se hacen en la preciosa Iglesia de São Benedito, que data del siglo 18 y está a pasos del agua. La iglesia es la mayor postal de Carneiros y también es un mausoleo familiar: allí están enterrados los restos de Rosalvo y de su mujer, además de algunos tíos y primos.
Praia dos Carneiros, quizás, puede sonarle conocida a quien haya ido a Porto de Galinhas, el más popular destino turístico de esta parte de Brasil: varias agencias ofrecen ir a Carneiros por el día, pues están a menos de una hora de viaje.
Sin embargo, pese a sus evidentes atributos, las cosas comenzarán a cambiar muy pronto en Carneiros. Además del reciente camino pavimentado que viene desde Tamandaré, de la cada vez más frecuente aparición en revistas de viaje y del constante flujo de turistas que llega especialmente al Bora Bora desde Porto de Galinhas, por estos días se está terminando de construir un gran puente de acero sobre el río Formoso que permitirá acortar en 30 minutos el viaje desde Recife y hará innecesario darse la vuelta larga por Tamandaré.
Danilo Oliveira, bisnieto de Rosalvo y presidente de la Asociación de Propietarios de Carneiros (preocupada por el desarrollo sustentable de la playa), cuenta que los familiares se opusieron a estas obras hasta las últimas instancias. Claramente no quieren que su playa se masifique ni que lleguen ómnibus llenos de turistas desde Recife.
Pero finalmente aceptaron, sobre todo cuando vieron que el acceso seguiría controlado y que se haría un estudio de capacidad de carga para no arruinar el que, sin duda, es uno de los últimos tesoros naturales de Pernambuco.
La familia también aceptó por otra simbólica razón. El puente, que debería estar listo en marzo próximo, ya tiene un nombre para la posteridad: Rosalvo Ramos Rocha. No podría haber sido de otra forma.
DATOS UTILES
Cómo llegar
Hay que volar a Recife. Desde allí, hacia el Sur, hay unos 113 km de ruta hasta la ciudad de Tamandaré. Praia dos Carneiros está unos 8 km al norte de Tamandaré, por camino pavimentado.
Dónde dormir
Lo mejor para disfrutar Carneiros es quedarse en algunas de las cuatro posadas que operan actualmente, de características, servicios y precios bastante similares: se trata de exclusivos bungalows y departamentos a pasos de la playa, que cuestan desde 148 a 654 dólares la noche. Están Pousada Praia dos Carneiros ( www.pousadapraiadoscarneiros.com.br ), Bangalós do Gameleiro ( www.praiadoscarneiros.com.br ), Sitio da Prainha ( www.sitiodaprainha.com.br ) y -el más exclusivo- Pontal dos Carneiros Beach Bungalows ( www.pontaldoscarneiros.com.br ).
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