Camino a Yavi, por la Puna inhóspita
Volver a la Puna jujeña, transitar por sus montañas de corazón mineral, y hacerse runa en esa quebrada donde habita el sueño del indio, sentirse color del paisaje. Escenografía de cardones milenarios y pastores que resuenan sus voces en el viento.
El camino nos condujo, casi sin quererlo, hacia un encuentro inesperado. Llegar a Uquía y poder contemplar aquellos ángeles arcabuceros, que alertas aguardan al visitante en la capilla del pueblo, al borde de la ruta 9. Maravilloso ejemplo del arte cuzqueño del siglo XVII, al tiempo del rey Carlos II, del que sólo existen en el mundo quince colecciones, dos en nuestro país. La otra guardada en Casabindo.
Fue hallar entonces, entre ancestrales paredes del templo finalizado en su construcción, en 1691, un lienzo de San Ignacio de Loyola, única obra firmada del altoperuano Matheo Pisarro, que luego nos llevaría, como pintor de la corte del Marquesado de Yavi, hacia el destino final, y así conocer ese pueblo del que alguna vez Mujica Láinez dijo: "No se apiña sino se desparrama, donde sus callejas suben y bajan en torno a su campanario".
Avanzar para encontrarse, ya por Abra Pampa, con los huancares que desde el faldeo del poniente exhiben fabulosas acumulaciones de arena. Mientras tanto se nos hacen tiempo presente aquellas imágenes que el padre Chifri, misionero en los cerros salteños, solía explicar y así sentirse salido de las entrañas de la tierra, hecho de barro tierno y frágil, vasija que anida en su interior puro don de la Creación.
El viaje pronto culminaría. Atravesar La Quiaca y enfilar hacia el Sudeste sobre un flamante pavimento que parece acortar la distancia, recorrer una planicie con esos cerros bajos, de caprichosa forma, los Ocho Hermanos. Rodearlos, divisar pequeñas comunidades aborígenes, y llegar al pueblo, arbolado con sauces llorones y álamos, ubicado sobre el cauce este del río Sococha. Guarda en su interior testimonio del pasado, hacia fines del siglo XVII, cuando este paraje fue asiento del casco de la Hacienda San Francisco de Aicate, de la familia Ovando. Allí donde el marqués del Valle del Tojo, Juan José Campero, habría fundado hacia 1773 el poblado de Yavi.
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