Cambio de vida. Pinta a orillas del mar de Cerdeña y creó un programa para inspirar a otras personas
Después de una ruptura amorosa se animó a concretar un sueño. Y lo que encontró en el destino la sorprendió.
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Hace dos años se mudó a Cagliari, una pequeña ciudad en la isla de Cerdeña, en Italia, para perseguir sus sueños: dedicarse al arte. Pinta a orillas del mar y creó un programa de creatividad para inspirar a otras personas. Comparte sus vivencias en @hola.chabela.
“Empecé diseño de modas, pero en la universidad me di cuenta de que lo que más me gustaba era dibujar”, explica Victoria García, o Chabela como la conocen todos. De raíces españolas e italianas, desde chica soñaba con viajar a Europa. “No lo concretaba, ni siquiera para irme de vacaciones. Mi cabeza estaba parada en un lado carente y no lo veía posible, aunque tenía muy presente el deseo”, asegura. Después de separarse en 2019, decidió armar las valijas y viajar a Italia.
Es la primera en conocer la tierra de sus antepasados. Si bien eran de Pavía, Chabela desembarcó en Cerdeña por el atractivo de sus playas. “Yo no había escuchado nada de Cerdeña, nunca lo había visto. Cuando leí en un grupo que era un buen lugar para hacer la ciudadanía, la googleé, vi las playas y me vine”, relata.
Sentirse en casa
Cuando llegó no hablaba italiano, pero había algo de lo familiar que percibía. “Me sentí en mi casa ni bien aterricé. Tenía que hacer trámites, todo en italiano y no entendía nada. Tomé cinco clases muy básicas, pero no me aportaban mucho. Fue más perder el miedo y empezar a hablar. El idioma es hermoso”, sostiene.
El trámite que llevaba tres meses, duró nueve. Chabela viajó por Europa, pero volvió a Cerdeña a visitar amigos y se quedó. “Siempre me sentía de paso en todos lados. No daba para enraizar cosas o formar proyectos más grandes. Pero cuando volví, me dije ‘Voy a hacer de cuenta que voy a vivir acá toda mi vida’”, relata.
Con aires de pueblo, en Cagliari se puede ver el cielo celeste y flamencos rosas cruzar la calle. “A mí esas cosas no me dejan de sorprender. Me pasa de que voy caminando y veo el mar y es hermoso”, afirma. En cuanto a las costumbres, es una ciudad chiquita y las personas que se conocen entre sí. Chabela comenzó a generar sus propios lazos para encontrar su lugar. “Me contacté con una artista de acá, que me gusta mucho lo que hace, como para generar ese intercambio y relacionarme con gente del ámbito también. Nos hicimos amigas y salimos a dibujar juntas. A mí me hace re feliz poder compartir mi experiencia”, explica.
Expandir la creatividad
La tranquilidad de las callecitas de la isla, así como la estabilidad económica enamoraron a Chabela. Consiguió trabajo como maestra en una escuela, realiza ilustraciones para emprendimientos alineados con el arte, la sustentabilidad y la educación, y creó talleres virtuales para expandir la creatividad. “El arte para mí es ser, es existir. No podría expresarme de otra forma. Es la manera que encuentro de sacar para afuera todo. Es un lenguaje personal que una va creando y es un modo de existir”, asegura.
Sus días alternan entre visitas a la playa, el diseño para clientes, el contenido para Instagram y las mentorías. “Siento que lo creativo no es solo hacer arte, sino crear en la vida cotidiana. Estamos muy acostumbrados a vivir en piloto automático”, sostiene.
El lado B de emigrar
“Cuando me fui de Argentina pensé que iba a sufrir un montón no estar los domingos con mi familia. Pero creo que era un deseo que tenía contenido de tantos años, que extraño mucho menos de lo que pensaba”, confiesa. Si bien se apena por no ver crecer a sus sobrinas, Cagliari la terminó de conquistar con la seguridad de poder caminar sola a las tres de la mañana sin miedo.
Aunque la pandemia complicó sus planes de volver a la Argentina de visita, sostiene su deseo de quedarse en Europa. “Siento que acá me di la oportunidad de volver a descubrirme, de conectarme realmente conmigo. Es eso volver a preguntarte quién sos, qué cosas te gustan, qué no, qué elegís. Para mí es conectar mucho con mi libertad”, asegura.
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