Brecha salarial: las mujeres no solo ganan menos, también piden cobrar menos
Surge de un estudio realizado por el portal de empleos Bumeran y la organización especialista en género Grow, Género y Trabajo; las razones de este comportamiento y los desafíos de las mujeres para revertir la situación
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Es habitual leer que las mujeres perciben salarios más bajos que los hombres: la última cifra oficial del Indec muestra una brecha del 31%. Pero ahora conocemos que también las pretensiones salariales de las mujeres son menores a la hora de postularse a un aviso de trabajo.
Así lo revela un estudio realizado por Bumeran y la organización especialista en género Grow, Género y Trabajo a partir de un análisis de datos registrados en el portal de empleos desde junio de 2019 hasta octubre de 2021.
Según estas cifras, las expectativas de las mujeres, en promedio, están un 7% por debajo de la media del salario requerido para un puesto senior (de más de dos años de experiencia laboral). En cambio, las pretensiones de los varones son un 9% mayores para el mismo puesto. Esto significa que mientras las mujeres piden una remuneración menor a un puesto senior, los hombres solicitan una mayor a la considerada media para esa posición.
La co-fundadora de Grow Georgina Sticco explica: “Esta diferencia puede deberse a tres factores: a que cada género se postule a un distinto tipo de puesto, a que el salario pretendido por las mujeres en la plataforma se encuentre entre un puesto junior a senior y el solicitado por los varones entre un puesto senior a superior o jefe y a que para el mismo puesto las expectativas salariales sean diferentes”.
Sticco considera importante recordar que, muchas veces, el compromiso al trabajo se pone en duda a la hora de contratar a una mujer por la expectativa que se pone en ellas en relación al cuidado de sus familias.
El impacto de la pandemia en la pretensión salarial
Según surge del informe, si bien las brechas de salarios brutos pretendidos de las mujeres son menores a las de los varones en todo el período analizado, la diferencia se incrementa con la pandemia de Covid-19. Antes de la crisis epidemiológica, las mujeres pretendían un 12% menos de salario que los varones. Con el desarrollo de la pandemia, esta brecha aumenta progresivamente hasta llegar en octubre de 2021 a un 17%.
Según Grow, este crecimiento del diferencial del salario pretendido entre géneros se relaciona con que la pérdida de empleo y la informalidad afecta en mayor medida a las mujeres, lo que las expone a aspirar remuneraciones menores.
Las áreas masculinizadas y las feminizadas
Además, el estudio advierte que las expectativas salariales varían según las áreas a las que mujeres y hombres se postulan. Se pueden distinguir sectores altamente masculinizados, como por ejemplo Sistemas y Tecnología, y otros donde la mayor participación es de mujeres, como Comunicación, Marketing o Recursos Humanos.
La brecha de expectativa salarial entre las áreas masculinizadas, como Sistemas, y las feminizadas, como Comunicación, es de un 21% en los puestos senior. En los puestos junior, sin embargo, la diferencia es del 5%. Esto significa que la variación porcentual entre expectativas salariales aumenta conforme se crece en la escala jerárquica.
La psicóloga Yohanna Cardoso Marino habla de cómo impacta en las mujeres el hecho de acceder a empleos más precarios, con menor remuneración y falta de acceso a derechos laborales que los varones. “Desde una mirada atravesada por concepciones patriarcales, la fuerza de trabajo de las mujeres valdría menos”, dice.
Refiere a la representación laboral de hombres y mujeres para ratificar que son estas últimas quienes se desarrollan predominantemente en profesiones asociadas al cuidado: salud, atención al cliente, trabajo doméstico, entre otras. Y explica: “Este sentido común en el que ‘las mujeres son mejores para estos puestos´ tiene su origen en la división sexual del trabajo, relegando a la inmensa mayoría de las mujeres a estar a cargo de tareas como la gerencia del hogar, crianza de niños y niñas, atención de adultos mayores. Y si este trabajo no es reconocido, dentro de la esfera pública implica profundizar la desvalorización de tareas asociadas a estos roles”.
La psicóloga especializada en temas de género aclara que el cuidado de los otros no es un deber natural. Lejos de esto, la división sexual del trabajo ha resultado necesaria para incorporar mano de obra más barata al mercado laboral. “Mientras se sigan reproduciendo discursos de desigualdad en torno al acceso a determinadas profesiones o derechos laborales de las mujeres, se seguirá profundizando la desigualdad. Si gran parte del trabajo que realizan las mujeres no es reconocido, el rol que ocupan dentro de los espacios laborales también puede ser desvalorizado. Incluso por ellas mismas”.
La licenciada en Educación Rosana Abregú, responsable de Sinergia.ESI junto a la licenciada en Psicología Leticia Prego se pregunta: ¿Cómo impactan las desigualdades a las que están sometidas las mujeres en la seguridad, autoestima y autoconfianza al momento de presentarse a un puesto laboral, más aún si tienen que competir con varones para acceder?
“Considerar la autoestima, por un lado, tan íntima y personal, pero, por otro, tan influenciada por la mirada externa nos lleva a comprender que cuanto más fortalecida esté más herramientas tendremos para poner en duda o cuestionar las presiones del afuera. La clave está, en que muchas veces ‘no podemos, porque creemos que no podemos´. Y es ahí cuando tenemos que lograr quebrantar esos mandatos limitantes que nos posicionan en un lugar inferior en relación a lo que somos o podemos hacer”, propone Abregú.
Agrega que siglos de un modo de organización no pueden cambiar de un momento al otro, pero éstos deben pensarse en dos sentidos y de forma simultánea. “Por un lado, se requieren cambios a nivel social. Hay que disminuir las desigualdades en el acceso a los puestos laborales y en cuanto a las remuneraciones de los mismos. Por otro lado, y tan importante como el cambio anterior, es el que tenemos que hacer las mujeres hacia adentro, construyendo autoconfianza y valoración, empoderándonos, siendo protagonistas de nuestras decisiones y elecciones y estando seguras de las capacidades que tenemos para llevarlas a cabo”.
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