Beta Suárez: "Los hijos no pueden ser una excusa para lo que no hacemos"
Hace unos meses, cuando fue la primera premiación de OHLALÁ! Makers a las emprendedoras más inspiradoras del año, conocimos a Beta Suárez y todas coincidimos: "Esta mujer tiene que ser tapa de OHLALÁ!". Por su ingenio, por su fuerza, por lo querida que es entre sus seguidores, pero también entre sus pares. Es una de las abanderadas digitales de "la patria emprendedora" (como ella la llama) y una genia que encuentra las palabras justas para definir la nueva maternidad. En su Instagram, @Mujer.Madre.Y.Argentina, pero también en su primer libro, Las madres tenemos derechos, retrata con humor, realismo, sensibilidad y una cuota de acidez los altibajos de la maternidad con una consigna clara: "Si los hijos son lo más lindo que nos pasó en la vida, no está bueno que los usemos como excusa para posponer nuestros sueños". Beta está casada con Martín, a quien conoce desde la secundaria, y tiene dos hijas (conocidas como La Mayor y La Menor en las redes), codirige una empresa de medios; da clases de comunicación y storytelling; y escribe, siempre escribe. Este mes, cuando se enteró de que sería tapa de OHLALÁ!, no pudo dejar de compartirlo. "Bien por la valentía del equipo de revista OHLALÁ! y también bien por todas las mujeres que creemos que, sin atacar a nadie, podemos cambiar las cosas que nos incomodan del mundo que compartimos", escribió bajo una foto del back, y estallaron los mensajes de amor.
¿Qué te pasó cuando te dijimos que ibas a ser tapa?
Lo primero que me dio fue mucha alegría, gratificación por el reconocimiento. Me gusta mucho la revista y el mensaje que tienen. Está buenísimo que ustedes, la revista femenina más importante del país en este momento, se animen a poner en tapa a una mina de 45 años y del ancho de dos modelos juntas. Pero lo más importante es que no me estaban poniendo por eso.
Estábamos reservándote para el Día de la Madre...
Me parecen súper valientes, pero aparte me parecen súper coherentes. Yo estoy súper contenta y me da mucha alegría saber que sí puede haber cosas que vayan cambiando. No creo que yo tenga que tener sobrepeso, no levanto una bandera del body-positive ni hago apología de la gordura. Creo que una es como es y está bueno aceptarse y quererse así. Hacen falta más espacios donde de verdad puedan mirarse las generaciones que vienen y sentirse identificadas. Mi hija mayor, Esmeralda, mide 1,73, no tiene un gramo de más, porque su estructura es así, pero es ancha de hombros, como el padre. En Argentina no consigue ropa. Por eso me da mucha alegría y celebro la valentía y la coherencia de la revista. Porque me parece que no alcanza con hablar del tema, hay que hacer.
Se te ve siempre súper segura, ¿hay algo que te da inseguridad?
Las nenas. Me da mucha inseguridad... Yo sé (y lo he visto en terapia) que tengo una personalidad muy fuerte y a veces temo marcarlas. Todas las madres vamos a marcar a nuestros hijos, el tema es ver por qué van a ir a terapia. No quisiera que carguen con nada muy pesado mío.
Una vez, hablando con Inés Dates, la psicóloga de OHLALÁ!, sobre la responsabilidad que se siente como madres de marcar a los chicos con nuestras acciones, nos dijo: "No son tan importantes".
¡Lo tengo clarísimo! Pero me pasa, por ser muy observadora, que a veces las escucho y me escucho, y digo: "A la mierda". Estoy de acuerdo, no soy tan importante. Pero igual me da inseguridad lo que les transmitimos. Siempre trato de analizar y fijarme si estaré siendo muy heavy, muy estricta. Hay muy pocas cosas que de verdad son importantes. Tengo hecho ese ejercicio, pero a veces se me escapa...
¿Y qué te pasa cuando las escuchás hablar y no te encontrás? Es mágico su mundo privado, sin vos...
Está buenísimo cuando las escuchás y no sos vos. El quiebre para una madre es cuando viene el pibe del jardín cantando una canción que ella no sabe. El pibe ya tiene su mundo y eso está buenísimo. Los hijos tienen que tener su mundo y las madres también. Las madres tenemos derechos, como titulé mi libro. Si yo me quedo solo en la maternidad y no salgo a buscar mis otros anhelos, las dejo a las nenas sin mundo, las dejo sin esas otras cosas, que, en principio, son las que me formaron a mí y me hicieron querer tener pibes. Ojo, esto no es criticar a la que es ciento por ciento madre. Cuando escribí el libro, una de las primeras cosas que pensé fue que no quería que esto de defender, en broma, tus derechos sea un mandato también. Porque, además de todo, encima tengo que defender mis derechos. Una hace lo que puede. Si solo estás pudiendo en este momento ser madre, tranqui, hay una luz al final del camino, lo importante es que no te estaciones ahí.
"Si mis hijos iban a ser lo mejor que me iba a pasar en la vida, no podían ser una excusa para lo que yo no hacía, para lo que no estaba pudiendo".
Hace 17 años, cuando te convertiste en mamá, ¿fuiste una de esas mamás primerizas que tuvieron que rearmar su mundo?
No sé si fui tan consciente de lo que estaba pasando. Tengo la ventaja, porque no siempre es así, de estar bien rodeada: pareja, familia. Estar bien rodeada no significa necesariamente tener pareja, podés estar en pareja pero muy mal rodeada. Yo justo tengo una red muy fuerte. También me pasó que cuando Esmeralda tenía tres años me sacaron un tumor de la cabeza. Ya está, por suerte pasó y estoy bien. En ese momento le escribí mucho y entendí esto de que los hijos no son tuyos. Eso no te libera, pero sí te da la posibilidad de dejar que el mundo los quiera. En esta red de contención que tenemos, Martín viaja, yo viajo..., ellas vienen con nosotros cuando pueden y nuestra vida está buenísima con ellas, pero si no estamos con ellas, también la pasamos bien.
Ni nuestro mundo ni el de ellos se terminan al separarnos...
Tal cual. Desde el primer momento sentí, y después lo pude poner en palabras, que si mis hijos iban a ser lo mejor que me iba a pasar en la vida, no podían ser una excusa. No podían ser una excusa para lo que yo no hacía, para lo que no estaba pudiendo. Aparte, me parecía mucho peso para ellas. Más vale que son lo primero, pero no son lo único. También entendí en los primeros años de mi primera hija esto de que la maternidad tiene una gran parte de postergación, porque no te queda otra, tenés que salir a laburar o, simplemente, ¡no podés dejar a tu bebé! No te falta nada económicamente, pero no podés soltarlo... Viste que hay madres que no pueden y tienen que hacer otro proceso. Pero eso sí, postergación no tiene por qué ser abandono. Hay un montón de afanes, de deseos, de cosas que yo quería hacer, que me iban a estar esperando apenas pudiera volver.
Hay un tiempo para postergar y otro para reencontrarte con vos.
Saber eso me dio mucha paz, saber que todas esas personas que yo quería ser y que me daban placer podían convivir. Yo sé que puedo dar clases en un posgrado, como hago hoy, y después subirme a un escenario a hacer un monólogo. Lo puedo hacer, lo disfruto y me da placer.
En una etapa de mucha vida, con el nacimiento de tu hija, este tumor trajo otra dimensión más del plano de la muerte, ¿cómo hiciste?
Creo que fui súper inconsciente. Fue muy rápido todo. Martín me estaba haciendo mimos y me dijo: "Tenés un bulto en la cabeza". Yo soy de San Pedro, soy del campo, no me gustan los médicos, le dije que seguro me había golpeado. Tanto me hinchó que fui al médico. Un mes después me estaban operando porque crecía. Estaba el hueso enfermo. Me sacaron un pedazo de cráneo y me pusieron una placa. La noche anterior, nuestra conversación fue sobre la desolación de que Esme creciera sin mamá. Eso hace la maternidad, dejás de ser el centro. Eso te puede pasar sin tener hijos: la madrina de mis hijas creo que siente lo mismo por ellas, es una figura súper importante en la vida de las dos (es mi mejor amiga). Después, todo bien, tuve dos años de control y ya está, ya pasó.
Después de eso, arrancaste el blog "Mujer, madre y argentina" para volcar tus primeras experiencias como mamá, ¿qué era lo que te pasaba?
Lo primero que me pasó fue sentir que no había manera de dar la talla. Siempre pongo el mismo ejemplo porque me parece muy gráfico. Cuando nació Esmeralda, sentía que si yo salía a laburar, que era lo que quería hacer, porque no me parecía grato quedarme en casa ni para mí ni para ella, era una desalmada; pero a la vez, si me quedaba en casa, era una madre sin ambiciones.
"Postergación no tiene por qué ser abandono.
Siempre a alguien le estabas fallando.
Me di cuenta después de que mi trinchera fue la pluma. Que siempre fue mi trinchera, lo que pasa es que en ese momento se aplicó a la maternidad. Cuando escribo algo que me está pasando, siento que lo acomodo.
La palabra como espacio para repensarse, ¿no?
Y ordenar. Eso es lo que yo tenía, y tengo todavía, para ofrecer. Hay gente que me pone: "Me cambiaste el modo de ver la vida"... ¡No, querida, lo cambiaste vos solita! Celebro que alguna palabra mía haya servido como disparador, pero ni gurú, ni coach, ni nada. No doy consejos, no tengo idea de cómo tenés que cuidar a tus pibes... No me vas a ver nunca diciendo cómo tenés que hacer algo, porque me resulta tremendo. Me parece que eso lo puede hacer un profesional y solo si le preguntaste.
Es clave entender cuál es el momento en que la información suma...
Siempre digo que hago un montón de cosas difíciles durante el día, tengo la suerte de que eso que hago me gusta, pero hago un montón de cosas complejas. Pero al final del día lo más complejo que hice fue criar. Complejo, eh, no feo. No hablo de algo trágico, de la mochila..., hablo de su complejidad. No entiendo cómo alguien puede juzgar a otra madre. No importa si la otra no está a favor del colecho y vos subís a tu cama hasta la tortuga con tal de dormir. Me parece que al final del día es: "Vení, hay una zona donde nos encontramos, abramos una cerveza y relajemos".
¿Sentís que hay mucho prejuicio todavía entre las madres?
Muchas veces, te encontrás con mujeres a las que la maternidad las convirtió, increíblemente, en personas menos comprensivas, son fundamentalistas, como si solo alcanzara un gesto para convertirte en madre, como si dar la teta (por ejemplo) te convirtiera en madre. Hay mujeres que no pueden y eso no las hace ni peores ni mejores. Muchas se hacen fundamentalistas y, en lugar de entender a la otra que está pasando por lo mismo, se vuelven menos empáticas. Cuando debería pasar todo lo contrario, deberíamos acompañarnos más. En este momento en el que los derechos femeninos, por suerte, recuperan un montón de espacios y en el que, por ejemplo, está bien claro que nadie puede opinar sobre tu cuerpo, pareciera que todos sí pueden opinar sobre tu maternidad. Obvio que hay muchísimas mujeres que en el ejercicio y en la decisión somos más comprensivas, pero todavía falta mucho.
¿Qué es lo que más te gusta de @mujer.madre.y.argentina?
La posibilidad de mezclar mis dos mundos: el de la escritora con el de la profesional de la comunicación. Y entonces, muchas veces veo que fuerzo la cuenta, la estiro, la uso de experimento para romper mitos: "la gente en IG no lee", por ejemplo. Tomá, mirá, la gente lee, lo que no hace es leer cosas que no le interesan. La gente soy yo también, vos, todos. Yo leo lo que está bueno, los otros también. Y la verdad es que las redes tienen algo raro, yo las amo, pero viste que, por ejemplo, ahora está de moda pegarle a la figura del influencer y a veces percibo que hay personas que me llaman así para sentirse superiores. Me da pena, pero no me afecta. Escribo desde siempre, escribo para vivir, pero no en el sentido del sueldo, escribo porque si no escribo me muero y si no existieran las redes, benditas, que propagan mis letras, igual hubiera escrito hasta la última palabra. Valoro y estimo mucho este espacio y además, si me detengo en la definición de la palabra influencer, ojalá todos fuéramos influencers de aquellas cosas que nos apasionan. Una mejora el mundo cuando hace lo que ama hacer porque, al final, es lo que mejor hace.
¿Y cómo se vincula con tu lado emprendedor? ¿Valorás la "formación" o la data que llega a través de las redes?
Re. Pero a mí me asusta un poco la profusión que hay de workshops. Creo que todos podemos aprender de todos, pero hay que tener mucho cuidado, porque, en general, las emprendedoras en nuestro país no pueden hacer 40 workshops por año porque no tienen la guita. Vos no podés ofrecerles solo tu experiencia. Hablar de lo que te pasó a vos, solo eso, no es una capacitación. Me resulta súper violento, no porque crea que haya mala intención, sino porque me asusta. Lo que pasa es que la palabra dicha, la palabra escrita, tiene esto de que todos hablamos, todos sabemos escribir, te lo enseñan en primer grado, entonces todos nos creemos expertos...
Y también una democratización del espacio, de la vidriera que nos dan las redes.
Que la amo, eh. Soy un bicho absolutamente digital. Me encanta tener el libro en papel, pero yo amo profundamente el ecosistema digital. Aparte, me gusta mucho haberlo visto crecer, cambiar... Cómo cambió el consumo de contenido... Ustedes como revista lo tienen que saber, de hecho, son uno de los medios que pudieron adaptarse al cambio, porque hay otros que no pudieron, que no sobrevivieron. A mí me encanta, me fascina. No le temo al cambio ni a nada, pero sí me parece que en este universo, en esta patria emprendedora, algunas veces...
Encontrás mucha frase hecha tipo autoayuda... ¿Qué te pasá con ese contenido?
Yo tengo una sección en joda. El tema de las frases hechas es un poco mala onda, yo trato de no meterme nunca con lo que hacen lo demás. Si hay gente a la que le copa, capaz está haciendo un aporte, pero a mí me empezó a hacer mucho ruido esto de "si lo soñás, lo tenés". No, mentira. Esa me daba dolor. Hace un par de años tuvimos una serie de muertes en mi familia, súper dolorosas, y ahí me empezó a dar vueltas esto de las frases hechas y... la frustración del deseo.
Lo de la muerte es tal cual, te pone en contexto. Porque hasta que no te pasa algo que realmente te sacude, todos somos profetas de la buena onda. El dolor te da la empatía, ¿no?
Sí, total. No estoy en contra de la buena onda. Pero si las palabras son tan poderosas, lo mínimo que tenemos que hacer es cuestionarlas. "Querer es poder", "lo que sucede conviene"... A veces, aunque quieras con todo tu corazón, no va a pasar. Y no es que estás deseando peor que el otro al que sí le pasa. Y lo que sucede conviene... ¿a quién? Lo que sucede sucede. Nada más.
Derribamos frases hechas y también mitos. Como el de que si sos emprendedora, tenés más posibilidades de balancear vida profesional y personal. ¿Emprender es el nuevo chiringuito en la playa?
Para mí ni siquiera es el chiringuito, es un videoclub, una moda. No encuentro a muchas emprendedoras que se estén pensando en grande, con socios y 150 empleados, por ejemplo.
O por lo menos blanquear que es un hobby y que está bien hacer 20 velas, pero sin dejar tu trabajo. Ese es el tema.
Igual, tiene que ver con lo que dije en la entrega de los premios de OHLALÁ!, de que muchas mujeres son emprendedoras porque no les queda otra. Ahí sí hablo de mujeres, no de emprendedores como genérico. Es medio tremendo porque no puede haber 2000 personas que hagan velas, no va a funcionar. Si vos no podés escalar, formarte y buscar las herramientas para crecer, quedaste ahí. Yo trato de transmitir eso, con la mejor.
Un manto de realidad.
Si vas a volar muy bajito, sabelo y fijate cómo hacés para pagar el gas a fin de mes. Pero si querés vivir de esto, pensate en grande. ¿Tenés un plan de negocio? ¿Sabés por qué estás haciendo lo que estás haciendo? No soy mala onda, eh. Al revés. Porque de verdad el mercado es el mundo, pero no para la de las 20 velas.
También nos pasa que nos cuesta hacer alianzas estratégicas.
Yo capacito emprendedores desde antes de que tuviera Instagram. Y veo en las mujeres algo que veía hace muchos años en lo que era el mercado publicitario. En la época de Agulla y Baccetti era otro mundo, donde vos no contabas tu idea para que no te la copiaran. Ahora vos contás tu idea para que sea. Si no la contás, no es. Pero me parece que las mujeres tienen una cosa como de recelo o de miedo de que las copien. Yo, por ejemplo, estoy súper acostumbrada a que me copien. Pero no me engancho porque cuando me copiaron, yo ya tengo la cabeza en otro lado, creando algo nuevo.
No hay que dudar de que nuestra creatividad es un recurso renovable, que si la ejercitamos, nunca se acaba...
Mirá, hace unos años ganamos un premio por una aplicación que hicimos para que se comuniquen nenes autistas. Después salieron al mercado unas tablets especiales para eso. En ese momento teníamos un mentor que es un artista que se llama Martín Bonadeo y nos decía esto de que "uno mejora el mundo cuando hace lo que le gusta, porque uno es mejor en lo que ama hacer". Punto. A veces no podés. Sí es cierto que si podés hacer eso que amás y en lo que sos buena y para lo que te vas a seguir preparando, nadie lo va a poder hacer igual que vos. Ya estás más adelante, no es que sos superior, ya estás un paso más adelante. Ahora, si vos hacés producto, hacés servicio, y estás profesionalizada, lo más probable es que lo registres. Si tenés ganas, vas contra esa copia, pero si no, lo que yo siempre les aconsejo a las emprendedoras es la economía de tiempo: ¿en dónde vas a poner tu cabeza, tu tiempo? A mí no me dan las horas del día, yo sigo adelante con lo nuevo que viene. Pero si a vos te copiaron un producto y lo tenés registrado, andá contra eso. Aparte, es una manera de educar y generar precedente.
¿Cuándo te diste cuenta de que eso que vos amás es la escritura? ¿Cuándo descubriste tu vocación?
Siempre supe que quería escribir, siempre, siempre. Tengo algo desde siempre que es que no creo en los géneros menores. No me parece que te haga mejor escribir en National Geographic que hacerlo en Billiken. Y no me parece que sea un género menor, el digital, ni que porque es un post podés no darle pelota. Yo no publico sin corregir, sin buscar la palabra que calza justa... Cuando una palabra calza, hace clic, es como una pieza de un rompecabezas. ¿Cuándo descubrí que escribir era mi vocación? Yo era la típica nena que hacía las poesías para el Día de la Bandera y rimaba "canción" con "emoción" y me creía mil. Todo el mundo decía: "Ay, la nena escribe". Me tuvieron que enseñar a leer antes de entrar en primer grado porque estaban hartos de leerme, del "qué dice ahí". Después, recuerdo dos hitos claros que me marcaron: el primero fue cuando Violeta, la maestra de cuarto grado, citó a mi mamá porque yo, en lugar de hacer la tarea, le devolvía las consignas en forma de poesía, hasta las de Matemática. El segundo momento clave fue en la facultad, cuando me di cuenta de que había un montón de personas que escribían mejor que yo y, de repente, dejé de escribir. Pero ahí me di cuenta de que aunque quiera, no puedo no escribir porque me muero, enseguida volví.
Entonces, ¿siempre supiste que lo que querías era escribir?
Sí, siempre supe más o menos qué era lo que quería. Eso es vocación, hay gente que la tiene de chiquita y hay gente que no. No es mejor ni peor, pero como muy temprano supe lo que quería, el camino fue más directo. Siempre quise escribir, pero además quería estudiar algo que tuviera que ver. Estaba entre Periodismo y Psicología. No sabía que existía Ciencias de la Comunicación porque era muy nueva... Parezco un dinosaurio, pero fue hace poco, jaja. Nadie conocía la carrera, era difícil de explicar...
Todavía es difícil de explicar...
Yo encontré la manera, es como la diferencia entre el contador y el economista. El contador, como el periodista, es el técnico; y el economista, como el Lic. en Comunicación, es el que estudia la ciencia.
Sos una científica de las palabras.
Estudié ciencias, una licenciatura. Y tengo un magíster en Gestión de Contenidos en la Austral. Pero después de tener un secundario espantoso cuando mis viejos me prohibían salir, se ponían tristes, hacían de todo para que la piba no se llevara todas las materias, pasé a promocionar las seis materias del CBC. Mis papás no entendían nada y yo flasheaba con semiología.
Casi como la analogía del patito feo, en el colegio incomprendida y en la facultad...
Mirá que el colegio fue súper cálido para mí, no es que la pasé mal. Mis papás la pasaron mal. Tengo amigos de toda mi vida del colegio.
Conociste a tu marido.
¡Sí! Justo en ese curso hay varias parejas. Con Martín éramos amigos, muy amigos. Después nos pusimos de novios.
¿Amigos con derechos?
No, no, éramos amigos. Sin derechos. Cada uno tenía su pareja, pero muy amigos. Hubo un momento, a los veintipico, en el que algo empezó a pasar. Estábamos en el cumpleaños de quien es mi mejor amiga (y la madrina de mis hijas), recostados, en un momento vi que se estaba estirando y le pregunté: "¿Qué hacés?", "estoy tratando de darte un beso, pero no llego", me dijo. Así de "romántico" fue. Los dos tenemos un humor muy negro y nos divertimos mucho. No sé cuánto va a durar esto, pero nos vamos a dar cuenta rápido si no da para más, porque la pasamos muy bien. Cuando no la pasemos así, nos vamos a dar cuenta. Igual, en todos estos años, como todas las parejas, fuimos y vinimos. Después de un año de estar juntos... Yo siempre digo que tengo más noche que happy hour, me encanta salir, estaba en otra y decidí que no era el momento para tener novio. Y él, con esa tranquilidad que tiene, me dijo: "No importa, hacé lo que tengas que hacer porque yo voy a casarme con vos". Yo lo odié.
"Tengo más noche que happy hour, me encanta salir, estaba en otra y decidí que no era el momento para tener novio. Y él, con esa tranquilidad que tiene, me dijo: ‘No importa, hacé lo que tengas que hacer porque yo voy a casarme con vos’. Yo lo odié".
Del antibeso a la frase más romántica.
¡Yo lo estaba dejando! Después fuimos y vinimos varias veces hasta que, finalmente, sentí que no podía dormir más sin él. Así de boluda. Y me casé a los 26. Re joven, aunque en ese momento casarte a los "veinti" no era tan raro. Y, además, hicimos un contrato: cada diez años nos volveríamos a casar, renovaríamos votos, o no. Ya lo hicimos a los diez años, con festejo y vestido incluido, ahora falta poco para la fiesta de los veinte.
Ah, ¡sos fan de los casamientos!
Sí, re. De hecho, la primera vez no quería casarme por civil, quería casarme por Iglesia porque para mí estaba bueno. Creo en Dios conceptualmente, más allá de los ritos, más allá del credo... Averigüé, pero no se podía. Es un quilombo, en ese momento más, para comprar el departamento necesitábamos un crédito, así que pasar por el registro civil era obligatorio. Nosotros hicimos todo solos, desde nuestro primer departamento hasta todo lo que fuimos logrando. Mis viejos siempre alquilaron, beca en el colegio..., papá me llevó mil veces caminando al colegio porque estábamos muy cortos de guita y, si bien no lo veía como algo grave, hoy lo valoro de otra manera. Lo que más valoro es que eso que pasaba en casa se viviera con naturalidad y no desde el sufrimiento o la angustia.
Ahí también se aplica el storytelling, en cómo elegís contarte esa historia. ¿Cómo construís vos tu historia de hoy?
Parece una contradicción, pero de una manera mucho más realista y también más bondadosa. Con más caridad por las cicatrices. Hace quince años yo peleaba todas las batallas, incluso las que no estaba dispuesta todavía a aceptar. Lo qué sí les digo, yo renuncio a la maternidad culposa, no me cuento ese cuento.
Nuestro título de tapa es "maternate" y hablamos, justamente, de tener una mirada más maternal para con nosotras mismas. ¿Te sale mirar tu propia maternidad con ojos bondadosos?
Es algo que intento hacer y compartir. Las madres no tenemos obligación de saberlo todo, pero nosotras somos las que más nos exigimos. Siempre digo que ojalá nuestros hijos se vieran llenos de futuro, como los vemos nosotros; y que nosotras nos pudiésemos ver llenas de amor y nido, como ellos nos ven.
Maquilló Tere Bernando para Vardo Management. Peinó Ignacio Mora para Estudio Olivera con productos Schwarkzkopf Professional. Agradecemos a Micaela Galarce y Croque Madame de Villa Crespo por su colaboración en esta nota.
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