Balances de fin de año: ¿Estoy contenta o estoy triste?
La mirada de nuestra humorista sobre la seguidilla interminable de juntadas por el fin del año y el comienzo del nuevo. Brindemos que... ¿se acaba el mundo?
Diciembre es el mes más desquiciado del año. Es un mes raro y bipolar. Una mezcla de “pepé pepé pepé” con el “cuánto vacío hay en esta habitación” de Montaner. Es que la ciudad se llena de luces, arbolitos y esa energía de “carnaval carioca” que nos hace querer ir en trencito a reuniones, brindis, cenas de fin de año... “Chicos, ¡hace cuatro días que no duermo!”, “¡no importa!”. Y no llegues a decir que preferís no salir porque el mote de “amarga” te va a quedar para siempre...
Pero también es un mes en el que ya nadie quiere arrancar nada, hay ciclos que se terminan y muchas despedidas. Entonces, los festejos se tiñen de una melancolía que te marea: “¿Estoy contenta o estoy triste?”. No sé, ¡es diciembre y punto!
¿Igual hay que seguir trabajando?
El laburo se convierte en cualquier cosa. Once meses laburando, madrugando, tratando de llevar una vida lo más prolija posible, y siempre terminamos arruinando todo a fin de año: vas a laburar en ojotas, dormida, con resaca... Además, ahí también hay que brindar y corremos el riesgo de emborracharnos frente al jefe (aunque puede pasar que hasta el CEO de la empresa se ponga medio “alegre” en la fiesta de fin de año).
El máximo logro laboral del mes es cuando llega a tus manos la caja navideña que la empresa tanto te debe por tu dedicación permanente (igual, si sos freelance, te la comprás en el súper, ¡no pasa nada!).
Y después de tanto festejo..., ¡NAVIDAD!
Y cuando ya brindaste con tooooodos tus amigos, colegas, mamis del cole y compañeros de aquagym..., llega Navidad, y con ella, la pregunta de siempre: “¿Qué hacemos?”.
De chicos se resolvía fácil: tus papás decidían todo. Generalmente, la pasabas bomba con tus primitos correteando por todos lados, recibiendo regalitos, “flasheada” con Papá Noel... De adolescente marcabas ficha con tu familia y esperabas a que se hicieran las 12 para que empezara la verdadera joda... Y después llega ese momento de la vida en el que querés ponerle toda la onda a la Nochebuena, pero... ¿qué pasa, seré una amarga?
La pregunta del millón es esa: ¿qué hay que hacer para pasarla realmente bien en Navidad? ¿Comer? No mucho. Mi facilidad para ensancharme me tiene un poco podrida y además me harté de terminar las fiestas con el pantalón desabrochado. ¿Emborracharme? No puedo. Tengo hijos chiquitos y trato, en lo posible, de mantener la investidura materna. ¿Poner música y salir a las pistas? A mí me gusta bailar los hits del momento, pero siempre hay un familiar melómano que critica mis dudosos gustos musicales. ¿Tirar fuegos artificiales? No me convencen; no porque no me encanten ni porque tenga un perro que se estrese, me parece algo muy caro que pueden resolver perfectamente los vecinos (además, desde la terraza no se nota de dónde vienen).
A las 12 ni siquiera es que espero el mensajito de algún enamorado que me sorprenda, porque con lo que tengo en casa estoy contenta. Así que juro que trato de ponerle onda a la noche, pero me cuesta...
año nuevo, la misma vida de siempre
Y luego de la bendita Navidad, todavía queda el 31 de diciembre para terminar de tirar la casa por la ventana y seguir festejando. Y después empieza enero, y te das cuenta una vez más de que todo sigue, que nada se detiene y que hay que renovar la energía y el entusiasmo para enfrentar el nuevo año. Así que... ¡FELIZ 2017!
Les deseo que todo eso que se “autoprometan” este mes para el año próximo puedan sostenerlo ¡al menos hasta septiembre! ¡Chin chin! •
¿Y vos? ¿Cómo venís con los festejos de diciembre? ¿No podé más o tenés cuerda para rato? Mirá también: Elegidos para las fiestas: prendas, accesorios y objetos lindos en clave navideñayVerde Greenery, el color de 2017
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