Aruba, la isla para hacer nada bajo una palmera
De tradición holandesa y muy cerca de Venezuela, sus playas están entre las mejores del mundo, con calor y sol todo el año y aguas cálidas y turquesas
ORANJESTAD.- Al bajar del avión el soplo del viento sorprende, pero alivia al dar el primer paso en esta isla que no es la típica caribeña, por el contraste de su mitad tropical y la otra semiárida, con un promedio de 27°C constantes que resultan intensos y por momentos, abrasadores.
Es fácil moverse siempre en auto de alquiler o en taxi. Hay transfers desde el aeropuerto Reina Beatrix hasta los hoteles, que concentran sus estrellas en Palm Beach, una zona de costosos resorts.
La estada en esta isla es un lujo. Pero si uno decide llegar a descansar a estas idílicas playas -Eagle Beach es considerada una de las tres mejores del mundo por la mayor Web de viajes, TripAdvisor- conviene relajarse, no hacer cuentas, olvidarse del cambio y disfrutar hasta lo que dé el bolsillo, que debe ser muy holgado. Sí, Aruba no es un destino barato. Un lujo que si se puede vale la pena darse haciendo propio su eslogan: Aruba, una isla feliz.
Para compensar..., el agua de Aruba es una de las más potables, ya que tiene la segunda planta de desalinización más grande del mundo.
Autónoma de los Países Bajos desde 1986 funciona bajo la influencia de sus descendientes y mucho más de los numerosos inmigrantes de las últimas décadas, los colombianos y ahora los venezolanos, que ya la consideran como su segunda casa. En el Caribe sur, a 25 km de cabo San Román y a poco del centro urbano venezolano más cercano, Punto Fijo, no es extraño ver a balseros llegar a estas costas por la noche, al estilo cubano. Muchos trabajan en resorts, hoteles, restaurantes y bares, por lo que el idioma no es un problema; aunque las lenguas oficiales sean el holandés y el papiamento, un mix de palabras portuguesas, africanas, holandesas, españolas y otras, y se habla en las islas ABC (Aruba, Bonaire y Curaçao).
¿Qué tiene para ser elegida por más de un millón de turistas por año? Sin duda es sinónimo de playas, de esas paradisíacas que imaginamos o no, que impactan, sorprenden: aguas cristalinas, en tonos turquesa y esmeralda, arenas blancas, palmeras, cocoteros y muchos divi divi y fofoti, árboles de tronco y copas torcidas por los alisios, especiales para descansar a la sombra ya que Aruba tiene la mayor cantidad de días soleados que cualquier otra isla en el Caribe.
El centro más urbano o cotidiano es la capital, Oranjestad, donde las fachadas holandesas, en proyecto de restauración, albergan tiendas locales y algunas internacionales; la mayoría (Carolina Herrera, Benetton, Calvin Klein, Giorgo Armani, Gucci, Mango y Nine West, entre otras) está en paseos y pequeños mall.
Pero Aruba no es un lugar para hacer shopping a lo argentino; sí se puede hacer en escalas previas, como Panamá o, más allá, Miami. Por su cercanía al mayor productor de esmeraldas del mundo (Colombia) hay cantidad de joyerías, con firmas como Colombian Emeralds International, y otras de diseño como la vienesa FreyWille y la ecuatoriana Belle Étoile.
Cuna de naufragios
Aruba está inmersa en la cuna marítima de los naufragios, al alcance de la vista y a mano de los buceadores. Desde un catamarán con el piso de cubierta hecho de red de pescador o en un barco con piso vidriado o hasta en un submarino es posible avistar, entre otros, al Antilla, antiguo barco hundido durante la Segunda Guerra Mundial, hoy invadido de corales y peces de colores. Snorkel, buceo y, por otra parte, windsurf y kitesurf, algunas de las actividades para realizar. Imperdible.
Como si fuera otra isla, en contraste, la parte oeste es pura estepa, con cactos al borde de acantilados. Y cual oasis se destaca Natural Pool, una pileta de agua natural de un límpido color turquesa. Una parada en un camino al que conviene acceder en vehículos todoterreno, que no pocos choferes convierten en montaña rusa al pasar a toda velocidad por las agrestes colinas arubanas. Una granja de avestruces, un mariposario, una cueva de murciélagos, algunos de los paseos del lado del Arikok National Park. Recomendable, con almohadón y, sin duda, con cinturón de seguridad.
El atardecer más lindo de la isla se puede disfrutar en el extremo noroeste, al pie de la colina Hudishibana, donde se levanta el faro California, uno de los pocos del mundo que aún funciona, a pasos de una exquisita y agradable trattoria atendida por Arturo Kelly, descendiente del primer guardián de este faro blanco, que ofrece "2x1: la caída del sol, por un lado, y la salida de la luna, por el otro". Espectacular.
Pero lo mejor para hacer en Aruba es: ¡nada! Especial para tirarse debajo de la palmera en playas como Druif, Hadicurari, Surfside, Palm y, obviamente, Eagle. Algunas tienen servicios de playa, pero insuficientes, por lo que conviene reservar al alba o el día anterior. Con o sin palapa, aunque con mucho protector solar, para el disfrute de un paisaje exótico y colorido.
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