Aprender a ser padres
Por María Albinati
Siempre me pregunté si iba a poder ser madre algún día. Cuando nos enteramos de que estaba embarazada, lejos de vivir flotando en ese sueño, se me dio por repensar cómo quería ser como mamá y cómo quería vivir la maternidad con mi pareja.
Estaba segura de que quería que fuera algo de los dos. Me preguntaba cómo darle el espacio al papá para que tome decisiones y forje su relación padre-hija sin que yo fuera la mediadora o la que tuviera la última palabra. Ser menos mandona y más participativa.
Fuimos juntos a todas las consultas y planteamos dudas en igual medida. El obstetra era de los dos y el proceso también.
Tanto cambió nuestro eje que cuando nos planteamos la crianza decidimos mudarnos al Sur. De repente Buenos Aires no se nos presentaba como el mejor lugar para nuestra familia porque queríamos estar más presentes en lo cotidiano. Obviamente que estar lejos de mi familia y amigos no iba a ser fácil, pero confiábamos en que era un plan que valía la pena.
El embarazo me pareció un milagro tan maravilloso como incómodo. La languidez del primer trimestre, dejar de dormir en el sexto mes o sentirme cada vez más pesada lo viví bastante lejos de la imagen idílica que tenía. Gestionar mi mal humor y mi falta de descanso fue un aprendizaje que me sirvió para entender que me estaba preparando para muchos meses más de no dormir y de un agotamiento físico, mental y emocional enorme. Pero también, sentir sus patadas o cómo se acomodaba para escuchar a su papá cuando le hablaba a la panza, me estaba hablando de un amor y entrega que no había sentido nunca y que era para toda la vida.
El parto no fue nada romántico. Cuando ya estaba por cumplir la semana 40, me lo indujeron. Y ese dolor que tanto me asustaba se esfumó cuando me dijeron que iba a cesárea. En ese momento me sentí "en falta con mi femineidad", pero cuando vi a mi hija Delfi por primera vez fue un amor tan total y en una intimidad tan perfecta y compartida que entendí que lo único que importaba era que éramos uno y que éramos tres.
A mí este proceso me lleva a un autoanálisis constante: como mujer, como pareja, como profesional, como mamá. Antes pensaba que mi carrera profesional iba a ser siempre central y que a los seis meses de Delfi ya iba querer (y poder) dejarla para volver a la oficina y eso no fue así. Hoy creo que es importante mantenerme en actividad y seguir formándome, pero sin delegar su crianza.
También cambié respecto a cómo quería ser en lo cotidiano y eso me llevó a enfrentarme a mi misma y decir: "pará, no, de esta forma no". Por ejemplo, dejarla a Delfi llorar "hasta que se le pase", aún cuando crea que es un berrinche, no va con mi estilo y me parece muy violento para ella.
De la misma manera que no estoy dispuesta a dejar pasar ciertos límites porque me parece que es una solución a corto plazo, entiendo que hay todo un proceso de aprendizaje que se vive intensamente día a día. Por ejemplo, que nuestro cuarto es un espacio de intimidad para nuestra pareja es un límite que no quiero ceder y las rutinas, que muchas veces me cuestan, las veo como un proceso, un aprendizaje. También empecé a plantearme si lo que leo o el consejo que me dan tiene que ver conmigo y con ella, a quien voy conociendo y descubriendo.
Para mí ser mamá es un gran aprendizaje. No tener la última palabra ni una respuesta a todo, cambiar los "tener" por "querer" y poder apoyarme en mi pareja es muy liberador. Enfrentarme con muchos "no sé" fueron aliviando la carga y afinando mi sensibilidad para conocerla e interpretarla.
Creo que la mayor enseñanza que saqué de este proceso es que realmente cada uno hace lo que puede con lo que le toca. Y que si hay buena intención no hay nada de malo en probar alternativas. Después de todo, es un camino personal y el resultado es un vínculo que se va formando. Y también saber que al principio Delfi depende casi totalmente de mí y eso agota, pero también que el mayor regalo que le puedo dar es mi tiempo y la confianza para que ejerza su autonomía cuando le llegue el momento.
POR QUÉ ELEGIMOS ESTA HISTORIA
Como todo el mundo sabe, nadie nos prepara para ser padres. En definitiva, los que nos terminan enseñando a hacerlo son nuestros propios hijos. Y es un proceso largo en el que se aprende constantemente a fuerza de errores y mucha reflexión.
Pero la naturaleza es sabia y nos da al menos estos nueve meses que dura el embarazo para empezar a preguntarnos, a cuestionarnos y a investigar, de la misma manera que lo hizo María Albinati, nuestra mamá invitada. Durante este tiempo y en los primeros meses del bebé, tenemos la oportunidad de plantearnos a nosotras mismas qué modelos de enseñanza queremos seguir y cómo queremos encarar la maternidad o paternidad. ¡Por más que después hagamos todo lo contrario!
Probablemente cambiemos de idea muchísimas veces y terminemos siendo padres totalmente distintos a los que creíamos que íbamos a ser. Pero hay que darse la oportunidad de pensar en lo que queremos y en los consejos que sí queremos escuchar, a quiénes sí queremos tener de referentes, etc. ¡Y el tiempo dirá!
¿Qué idea tenían de la maternidad o paternidad antes y después del nacimiento de sus hijos? ¿Tomaron alguna decisión que los ayudó especialmente en la crianza?
¡Nos leemos la semana que viene! Gracias por sus comentarios.
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