Ansiedad de guerra: cómo afectan los sucesos violentos nuestra salud mental
El conflicto armado en Ucrania se suma a un contexto hostil que se volvió cotidiano; qué estrategias tenemos para sostener nuestro bienestar psicológico y emocional
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Primero una pandemia global, ahora una guerra en Europa que aún no se sabe qué alcance tendrá. Temas que estábamos acostumbrados a ubicarlos en los libros de historia de pronto irrumpen en nuestras vidas cotidianas. Nos desconcierta, nos entristece, puede llegar a traumatizarnos.
La salud mental cobró importancia después del aislamiento por la pandemia, como si hubiera sido esa una oportunidad para revelarnos que no podemos olvidarnos del bienestar psicológico, emocional y social de las personas.
Este evento traumático de la guerra, además de otros episodios de violencia de los que nos enteramos a diario: ¿Cómo nos impacta en nuestra psiquis? ¿Qué efectos tienen en nuestras emociones? ¿Con qué herramientas contamos para amortiguar esos golpes?
La psicóloga Paula Mayorga explica que existe una “ansiedad de guerra”, que se despierta por varias situaciones. Señala que hay episodios de violencia y brutalidad que ya no se esperan, porque se confía en la diplomacia. Por eso cuando ocurren desconcierta, inquieta, se vuelve traumático.
“Creemos en las democracias, por eso cuando suceden estos exabruptos de violencia suenan a regresiones al pasado: se recuerda Vietnam, Hiroshima, la caída de las Torres Gemelas. La guerra despertó esto: la sensación de pequeñez en un mundo globalizado y con armas que nos condenan a sufrir a todos por unos pocos tiranos que aprietan un botón y no miden la escalada”, señala. “Todo esto nos sume en un universo poco confiable y salvaje”.
Aparece –agrega la psicóloga- “ansiedad por identificación”, que se despierta por sufrir por identificación con las víctimas, los muertos, los refugiados. “¿Sufro peligro yo también? Empieza a aparecer como pregunta”. Y, al mismo tiempo, se desencadena una “angustia por compasión”.
El psicólogo Alejandro Viedma coincide con su colega en que nadie sale indemne de episodios violentos como los que vivimos. “Es entendible que la salud mental se desequilibre y aparezcan síntomas que expresen malestar”, dice. Cita manifestaciones tales como ansiedad, insomnio, angustia, miedo, rechazo, “a causa de lo que se padece en la actualidad: la incertidumbre, la caída de las pocas certezas que se tenían o que ayudaban a sentir ciertas seguridades para tratar de tener una buena calidad de vida”.
Viedma explica que convivir con la violencia provoca, como mínimo, estrés, y hasta podría devenir en una depresión, porque conecta con la “pulsión de muerte”. Y se explaya: “La muerte se presentifica más cercana y real desde las imágenes de la televisión, hasta las cifras de los fallecimientos producto de enfermedades, asesinatos por violaciones, robos o batallas”.
Trae como reflexión que siempre se dijo que ‘la única certeza que tenemos desde que nacemos es que nos vamos a morir’, pero no se sabe ni cómo ni cuándo y, generalmente, lo vemos como algo lejano. Entonces, las escenas de abusos, sangre, muertos, bombas nos acercan cada vez más a nuestra propia muerte y a la de nuestros seres queridos, que muchas veces negamos para no angustiarnos. Sin embargo, “eso” desordena, desorganiza la vida. “El caos, la ruptura de un ‘orden’, pone al sujeto en estado de alerta, de alarma y puede llevarlo a una preocupación y a una tristeza constantes”, concluye.
La licenciada en Psicología Yohanna Cardoso Marino acuerda con sus colegas respecto de la incertidumbre que desencadenan estos hechos violentos. Y hace hincapié en la sobreinformación, como uno de los puntos que exacerban los malestares. Considera que el acceso a redes sociales y los medios de comunicación es muy valioso, pero “muchas veces se generan sentidos comunes o discursos que tienden a maximizar todos los hechos”. De modo que recomienda limitar el acceso, y sólo darle credibilidad a información verificada, oficial para poder construir visiones propias de la situación alejadas de análisis malintencionados.
La especialista nota que en este tiempo de “fin de pandemia” también aparecieron otros miedos y ansiedades. Menciona, por ejemplo, pacientes suyos estudiantes para quienes la vuelta a la presencialidad plena, a los trabajos, sostener múltiples actividades les generó ansiedad sobre sus posibilidades de afrontarlos.
También cita que, como consecuencia de la pandemia hubo un aumento de las desigualdades y la pobreza. Las preocupaciones cotidianas cobran más fuerza porque la incertidumbre respecto del futuro aparece de forma frecuente no sólo en jóvenes, sino también en adultos. ¿Qué pasará con la situación económica? ¿Y con el empleo? “Frente a las problemáticas sociales que se potencian: desocupación, precarización, el acceso al estudio o el incremento de la violencia machista, revalorizar el tránsito colectivo de esas problemáticas puede ser un punto de apoyo a la hora de pensar múltiples salidas”, propone.
La última movilización del 8M, con toda la fuerza de las mujeres y las disidencias en las calles, es un gesto que permite resignificar ese espacio de lo público como un terreno para visibilizar injusticias, preocupaciones y miedos y para pedir por la ampliación de derechos. En un mundo más igualitario se transita con menos angustias y más certezas.
Para Mayorga es muy importante concientizar y educar en la paz, con empatía, reflexión y respeto por las diversidades.
Herramientas para afrontarlo
Con la ayuda de especialistas armamos estas claves
- Reunirse con los allegados que se comparten valores comunes, modos de vivir que valoran la paz, la amorosidad, el respeto por la otredad.
- Estar informados lo justo y necesario, en lo posible, en horarios diurnos como para poder descansar adecuadamente durante la noche
- Tomar consciencia de que por poco que pueda hacer un mensaje de paz se multiplica y ayuda. La paz son un montón de granitos de arena.
- Apre(hen)der que son muy pocas las cosas en la vida que podemos controlar, más cuando se tratan de variables globales y múltiples.
- Poder reconocer nuestras emociones y cuáles son las situaciones que nos generan mayor estrés
- Rezar, para quien cree
- Meditar, que para la ansiedad viene bien.
- Enfocarme en algo que me haga bien.
- Fluir aceptando que es la época histórica que nos tocó vivir. Tomo consciencia de mi humildad, pero desde ahí aporto, ayudo a los demás.
- Aceptar que nada es seguro y aprender a ser flexibles a los cambios
- Como nada es para siempre, recordar la frase “Esto también pasará”, como transcurrieron muchas guerras y pandemias
- Seguir creyendo que hay un futuro posible, por eso es importante la creación o renovación de proyectos
- Conectarse con lo que a uno le genera placer, pulsión de vida
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