Amores de verano: historias cortas, duraderas y eternas
¿Alguna vez te enamoraste viajando?; esta estación es una de las preferidas de Cupido; te contamos algunas experiencias; ¡sumá la tuya!; por Lola Dang Bay
¿Quién no se imaginó alguna vez irse de viaje soltera y volver con alguien? Es así, simple. Las travesías tienen esa mística, esa cuestión todoterrenal donde estás al borde constante de posicionarte en la cima de la romanticidad . Encontrar un amor en verano es casi una máxima del imaginario popular femenino. Porque al estar viajando estamos relajadas, porque no existen las "otras" obligaciones, porque estás sumergida en una suerte de burbuja mágica, porque estás más receptiva. La cosa es que miles de millones de parejas se forman /formaron en este hábitat idílico. Seguro que si estás leyendo esto tenés alguna historia increíble para contar. Y te acordaste por un segundo de Antes del amanecer y de Praga y de ese tren con un Ethan Hawke de lo más acechante.
¿Qué pasa con el amor viajero? Es perfecto de principio a fin. La gente cuando viaja está más linda: dormir bien, hacer lo que te gusta, conocer gente, y estar menos acelerado hace que adquieras una templanza distinta a la diaria. El fondo de pantalla. Encontrarse con alguien en medio de un paisaje de ensueño hace que las lucecitas y sensibílismos se enciendan cual luciérnagas automáticas. Un beso con la Torre Eiffel de fondo, una playa paradisíaca y unos mates. Los escenarios pueden cambiar pero la sensación de levedad se despilfarra por los cuerpos y surge una necesidad impostergable de amar, amarse sin importar el realismo del sentimiento, amar sin reparos. En fin, entregarse a eso que surge como un impulso de felicidad en medio de la aventura.
Los amores en movimiento pueden durar un segundo, días, meses, años o (y este es el mejor de los casos) para toda la vida.
El que funcionó por días
Corría el año 2010 y un viaje a México se avecinaba. Lucía venía de una gran decepción llamada Marcos y estaba convencida de que su destino era estar sola. El viaje lo hacía con una amiga con la que no era para nada compatible. Lo sabía, pero de todos modos, lo intentó. Los días se iban haciendo cada vez más tediosos, estar en estado itinerante saca lo peor de uno. El se llamaba Rodrigo, viajaba con seis amigos y se conocieron en un hostel. Esa misma noche salieron todos juntos e intempestivamente surgió el amor: miradas, besos, manos, risas, caminatas por el mar. Fueron unos perfectos cuatro días en los que el cruce de ojos embobado adornaba el paisaje. Después, la separación: él se iba al Sur; ella, al Norte. Un par de mails y la decisión: nos encontramos en Veracruz. Y así fue. Diez fue el número de días que compartieron juntos en aquellas latitudes, miles las cosas buenas y otras tantas las malas. Pero algo no funcionaba: él quería jugar todo el tiempo al ajedrez, era metódico, rutinario, cerrado; ella tenía tantas alas como puede poseer una geminiana con ascendente en géminis. La mirada del principio se convirtió en mueca automática, el tiempo pasaba lento, con poco sentido. Tan rápido como irrumpió el amor y la hizo atravesar todo México para verlo, apareció la decepción. Se separaron en Puebla, ella se fue al Norte; él a Guatemala. Corrieron algunos tibios mails pero nunca más se volvieron a ver.
El que funcionó por años
María estaba bastante deprimida. Corría el año 2008 y había renunciado a su trabajo y vuelto a la casa de sus padres. El teléfono sonó: "¡Vamonos de viaje al Norte!", le dijo Rocío. Tenía 24 años y decidió vender unos cuantos electrodomésticos para poder costear el pasaje. "Ahí estábamos, por cruzar la frontera de Argentina con Bolivia en La Quiaca. Eramos tres y yo me había quedado sin pasaje para tomar un tren desde Villazón a Uyuni. Así fue que conocimos unos chicos en la fila de migraciones y me sumé con ellos a un colectivo para no hacer el trayecto sola. En un viaje de 13 horas, en colectivo entre Villazón y Uyuni, lo conocí a mi ex Adrián. Era un típico bohemio del conurbano Sur. Viajero, intelectual, con aires de filósofo y turbado por pensar de más, como todos los hippies-músicos-zurdos que me crucé en mi vida".
Este era el principio del tramo, pero María ya había sentido que Adrián era su hombre. Quince días tardó él en tomar la iniciativa, fue en un boliche en La Paz, con unas cervezas que se animó a declararse. María aclara que esa tarde se había comprado y aplicado la poción del amor. De ahí en más: amor intenso por cuatro días. Él volvió a la Argentina, ella siguió viajando por un tiempo. A la vuelta, y después de horas de chat y teléfono, Adrián la esperaba en el Aeropuerto. "Un mes sin vernos con solo cuatro días de "relación" y estaba ahí. La seguimos en Buenos Aires. Al tiempito corto, convivíamos en un departamento de Constitución. Lejos de Bolivia, cerca de una rutina. Fue mágico. Los viajes sacan lo mejor de cada uno, y las convivencias; lo peor. Dos años y un poquito después, nos separamos. Pero de él, el mejor recuerdo".
El que terminó con casamiento (en chiste)
Mariana, en junio del 2012, se fue de vacaciones con dos amigas a México. Venía mal de amores, hacía unos meses había terminado con una larga relación. Al segundo día, las amigas, hartas de estar entre yanquis, estaban hablando a orillas del mar cuando se acercaron dos hombres (Roberto y Genaro) y las invitaron a tomar algo a un bar. Ahí lo conoció a Mauricio, su "príncipe azul".
"Debo confesar que al principio no me gustó mucho, pero después hubo algo que me pasó. Desde ese momento no nos separamos más". El último día de vacaciones en Playa del Carmen, ellos alquilaron un yate. "Anduvimos por el mar caribeño todos juntos, pero nosotros estábamos en un mundo aparte; jugábamos en el agua, juntábamos caracoles". Fue entonces que medio borrachos, medio alegres decidieron casarse. "Y así fue: llegamos al hotel y con algunos amigos de él y mis amigas hicimos todo y nos casamos en estado mexicano. Esa noche salimos a cenar todos juntos para festejar nuestro casamiento, le contamos a medio hotel y después nos quedamos juntos viendo el amanecer: hablando de él, de mí, de nosotros..." Y quedó ahí... ella volvió, él se fue a su ciudad mexicana y quedaron en volver a verse "un día de estos":
La que se casó para siempre
Su historia de amor arrancó a los 20. Paula estaba de novia hacía un año y medio con un chico más grande. Aquel verano del 2004 a él no le molestó que ella se fuera de vacaciones con amigas a la costa oriental. "Mis lazos con Uruguay se remontaban a unos años atrás, cuando en Estados Unidos había conocido a mi primer noviecito, Carlo, que era uruguayo".
La primera noche, su amiga Cecilia, que era también uruguaya, le contó que Carlo estaba por esos lares por unos días y que iba a pasar por donde estaban ellas a saludar. "Escuchar el nombre ya me erizó la piel. Hacía 5 años que no hablábamos pero me consolé pensando que enterarse de un encuentro con un ex siempre era algo extraño y que mi sensación era completamente normal". Los siguientes 10 días fueron una gran historia de amor de verano. Atardeceres, amaneceres, salidas. "Cuando volví a Buenos Aires corté con mi pareja de ese entonces y el karma de haberlo lastimado probablemente me persiga siempre". Paula no planeaba volver a ver a Carlo. Ella en Buenos Aires. Él en Estados Unidos. A la semana de haber vuelto de ese "hermoso idilio uruguayo", ella recibió un llamado. Atendió la madre y con cara de decepción le pasó el teléfono, era Carlo.
"Volvió el temblor en las piernas ¿Cómo estás Paula? Necesitaba escucharte de vuelta". La llamada pasó de ser semanal a casi diaria, hasta que llegó la visita y ella decidió irse a vivir con él a Estados Unidos hasta que el terminara sus estudios; y él se mudó a Argentina para que ella hiciera lo mismo. "Cuatro años después de esa noche uruguaya que me cortó la respiración, me pidió que me casara con él. Y así fui, la primera de mis amigas, a los 25 años, que caminaba hacia el altar. Mi amor de verano es hoy mi marido hace 4 años y aunque no todo es color de rosa, las estaciones son cada día más lindas".
¿Qué historia te gustó más? ¿Vos, tenés alguna para sumar? ¿Qué te parecen los amores de verano?
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