Aleluya, se acabaron las listas de encargos
Ni lápiz ni pincel. ¿Cómo te explico? Es como un palito duro, pero blando. Si es negro, mejor. Acordate que sea antialérgico. Si no hay?, no sé, fijate. Pero que sea lindo, por favor; nada de cosas que te gustan a vos, ¿no?
Viajaba a Estados Unidos y mi hija me estaba pidiendo que le trajera un simple rímel para los ojos, convertido de repente en algo mucho más sofisticado y, sin duda, en un futuro fastidio cuando no lo encontrara en las primeras cuatro tiendas y tuviera que empezar a improvisar un sustituto.
Después llegó el turno de los varones menores, que precedieron su encargo de compras con una larga explicación sobre el perfil de cada personaje de Star Wars y su propio ranking de simpatías para terminar enumerando sus aplicaciones lúdicas, que iban desde muñecos del tamaño de un meñique hasta naves grandes como una mesa. De eso, tooodo lo que quisiera traerles estaba bien.
Además hubo pedidos de celulares y dispositivos de tecnología con tantos códigos que podrían ser tanto un mouse como una bomba atómica.
Ah, si ves zapatillas, traé. Y remeras. Ropa interior y medias, también.
Aún no había subido al avión, pero ya tenía dos certezas y una hipótesis.
Primera, que una parte del placer del viaje se diluiría en la ansiedad y el afán por cumplir con el listado de encargos. Segunda, que había perdido toda confianza en mi criterio personal para la elección de las alternativas o variedades de reemplazar los objetos cuando no encontrara los solicitados, como temía que sucedería. Y por último, la impresión de que el interés por procurar objetos importados se ha ido incrementando últimamente, como ocurría años ha, mientras estuvo cerrada la importación.
Los mandados
Lista de encargos?, qué antigüedad. Eso es lo que opino ahora, claro, después de que alguien preguntó casi como una obviedad por qué no hacer las compras por Internet y mandarlas adonde me estuviera alojando. En realidad fue en ese momento que me enteré que no hay ninguna razón para viajar con lista de encargos.
¡Eureka! El final de la historia es que las compras se hicieron velozmente, gastamos menos -el método digital es más práctico que tentador- y cada quien eligió lo que tenía en mente. Si no resultara exactamente lo que pensaban, por lo menos no habría reclamos.
Igual hubo regalos: inútiles, antojadizos, perfectos. Y el rímel lo compré en Buenos Aires.
Paseo digital
Las páginas de las tiendas norteamericanas son muy amigables, tienen su sección de liquidación, explican bien los talles y las medidas. Las de ropa tienen fotos bastante detalladas y por lo general lupas para ver aún más de cerca la prenda. La entrega suele ser gratuita y puede demorar de 24 horas a diez días, según el caso, aunque algunas ofrecen acelerarla por un cargo extra. Con el código uno puede trackear el envío para ver adónde está en cada momento. Los artículos pueden devolverse, algunos a vuelta de correo, y están en garantía.
Supimos del caso de alguien que no estuvo para recibir el pedido por un cambio de planes de viaje y escribió a Amazon.com. Buscaron el paquete comprado y le reintegraron el importe pagado en la tarjeta de crédito.
Esta fue nuestra lista debutante de páginas visitadas o utilizadas: ropa femenina en www.forever21.com , www.jcrew.com , www.anntaylor.com y www.gap.com ; zapatos en www.zapos.com ; ropa interior en www.victoriassecret.com ; tecnología y libros en www.amazon.com , y juguetes en www.toysrus.com
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