Agustina Cherri: "Parte del éxito es tener fracasos"
Brilla en la calle corrientes y se enciende cuando nos cuenta la estabilidad que alcanzó en su carrera, el amor y la familia.
Después de años y años haciendo televisión, Agustina nos citó en la puerta del teatro Metropolitan, en plena avenida Corrientes, donde de miércoles a domingo protagoniza Perfectos desconocidos, la obra basada en la película italiana Perfetti Sconosciuti, de Paolo Genovese. Llega apurada, caminando rápido entre el mar de gente, y pasa totalmente desapercibida. Es que lo que Agustina transmite es justamente eso: un aire familiar y corriente, de alguien que ama lo que hace y tiene los pies bien sobre la tierra.
Y por eso, nos metimos con ella en el fascinante microuniverso subterráneo de los camarines del teatro y compartimos mates delante de ese enorme espejo que la refleja todas las noches mientras se maquilla, para descubrir su propio reflejo, el de su presente.
Esta es tu tercera tapa de OHLALÁ! La primera fue cuando Muna acababa de nacery la segunda, cuando ya tenías a Nilo y te habías separado. ¿En qué momento te encontramos ahora?
Quizá no sea en una etapa tan bisagra como esas, sino más de estabilidad, porque está todo muy tranquilo. Estoy en pareja desde hace tres años y medio y conviviendo desde hace uno, y los chicos están súper adaptados a la vida de padres separados, así que ahora está todo muy acomodado. Quizás antes estaba un poco más revolucionada.
Vimos la obra y nos encantó; nos gustó mucho esto de las identidades virtuales y reales y cómo el celular pasó a ser la "caja negra" de la vida. ¿Coincidís con eso?
Totalmente. De un teléfono podés sacar dónde vivo, mis contactos, mi gente más cercana, mis horarios, mis lugares, mis conversaciones, mis intimidades, mis fotos, mis videos, mis notas, mi calendario, todo. Y no es que tener una vida oculta en el celular signifique algo malo o engañoso, simplemente es tu intimidad. Yo tengo un grupo de amigas con el que vamos juntas a todos lados, pero tengo una relación con cada una completamente distinta, no hablo con todas de lo mismo. Son afinidades y no quiere decir que sea más amiga de una que de otra. Una elige qué hablar y con quién.
Por el hecho de trabajar en los medios desde tan chica, tenés mucha cancha en el manejo de lo público y lo privado, ¿no?
Mientras una tenga en claro qué es para afuera y qué es para adentro, no pasa nada. Porque hay dos realidades, la de afuera y la adentro...
O sea que no es siempre tan real lo que una muestra en las redes...
Por supuesto que no. No es real lo que muestro yo y no es real lo que muestra nadie. Muy poca gente se saca una foto y la sube a Instagram sin mirarla 55 millones de veces y sin decir "esta no la subo porque no salí bien". En el momento en que una empieza a ver qué sube y qué no, ya deja de ser parte de la realidad, porque la realidad era otra. De hecho, yo tengo dos Instagram, uno público y otro privado.
¿Siempre tuviste en claro qué te reservabas para vos o en algún momento tuviste que aprenderlo?
Siempre se aprende, y me mandé cagadas también. A los 20 años estaba de novia con Cabré, y era un quilombo... Quizás hasta me divertía el juego de escaparme. Después hay parejas que no tienen esa relación con los medios, como mi novio. Quizá si me hubiese enamorado de un actor estaría mucho más expuesta, pero en su momento también lo hice como pude. Me gustaba, en algún punto, el juego mediático de "están, no están, se pelearon, la dejó"..., era como Indiscreciones.
En un texto de la obra decís que los hombres son como las PC y las mujeres, como las Mac. ¿Coincidís con esa línea?
La comparto en la simpleza de lo masculino. Un hombre es mucho más obvio en ciertas cosas: "me gusta, no me gusta; quiero, no quiero". Son básicos, pero en el mejor de los sentidos.
¿Esa diferencia la sentís con Tomás (Vera, su pareja)?
Sí, total. Él es cero enroscado. No le da vueltas al asunto, no se hace la cabeza por nada. Y yo todo el tiempo estoy pensando "¿por qué me habrá dicho esto?, a lo mejor me quiso decir otra cosa...", y no, me quiso decir lo que me está diciendo.
¿Cómo fue el flechazo? Lo conociste en el casamiento de tu amiga Marcela Kloosterboer...
Lo más gracioso es que él es amigo del marido de Marcela desde hace muchísimo tiempo y yo soy amiga de Marcela desde hace muchísimo tiempo y nunca nos habíamos cruzado. El casamiento había empezado temprano, a las 5 de la tarde, y a las dos de la mañana, con el calor y los tacos, ya no podía más. Si me iba, Marcela me mataba, pero yo no podía más. Y fue recién entonces, cuando estaba analizando cómo hacer para escaparme, que lo vi por primera vez. Ahí me pregunté: "¿Quién es? ¿Dónde estaba este chico que no lo vi?"; justo en ese momento una maquilladora que compartimos con Marcela me dijo: "Me voy, venite conmigo", y yo le contesté: "No, andá vos, yo me quedo".
¿Y? ¿Se pusieron a charlar? ¿Los presentaron?
Bueno, el "después" ya es parte de la intimidad...
Está bien. ¿Y cuándo decidiste presentárselo a tus hijos?
Se dio naturalmente, porque mi relación con él ya estaba establecida. De hecho, nunca les presenté a nadie, solo conocen a su padre y a Tomás. Pensá que tienen seis y nueve años y yo hace tres y medio que estoy con él. Es mucho tiempo. Es más, el anteaño yo estaba haciendo Los ricos no piden permiso con Gonzalo Heredia y era todo muy fogoso, así que mis hijos no veían el programa, pero se ve que habrán enganchado alguna publicidad, porque Muna un día le dijo a Gastón: "Papá, pobre Tomás". Ella estaba preocupada por él...
¿Y el equipo de crianza que siguen armando con Gastón es sólido?
Totalmente sólido. En las bases (educación, alimentación, medicina), tenemos un camino definido desde el día en que ellos nacieron, y eso es lo que se mantiene. El resto es comunicación constante: "La vi a Muna un poco caída hoy, fijate si pasó algo en la escuela".
Todos tenemos aprendizajes por delante, ¿cuál es el tuyo?
Estoy aprendiendo a decir que no en lo laboral a muchas cosas. Siempre fui de involucrarme mucho, volverme loca, organizarme y cumplir, que no está mal y, de hecho, me sirvió un montón en mi carrera, pero hoy estoy en un momento de mi vida en que me digo: "¿Es necesario que yo esté todo un viernes haciendo las fotos para OHLALÁ!, para después de ahí ir a hacer la función y llegar a mi casa tardísimo? ¿Vale la pena, me gusta, lo voy a disfrutar?". Si la respuesta es sí, lo hago.
Analizás un poco los costos...
Ahora sí. Antes, por más que los analizaba, si no me daban, quizá lo hacía igual y terminaba pasándola mal. Se trata de buscar mi bienestar. Si me piden hacer una nota el lunes, que es mi día franco y estoy todo el día con los chicos, les digo que mejor la hacemos el miércoles, y si me quieren hacer una entrevista en una radio un día a las 10 de la mañana, como yo vivo en Pilar, ¿después qué carajo hago? ¿Me vuelvo? ¿Me quedo en el centro 55 millones de horas? Y no, mejor la hago por teléfono. Estoy aprendiendo hasta dónde sí y hasta dónde no.
Nosotras tenemos una coach laboral, Andrea Churba, que dice que cuando una dice que no, tiene que bancarse que se caigan algunos platitos y se rompan. ¿Cómo lidiás con eso?
Te doy un ejemplo. Toda mi vida me dediqué a ser actriz. Nunca hice campañas ni publicidad ni nada, porque en mi cabeza sabía cómo quería que me identificaran. No quería ser actriz, modelo, cantante y conductora. Solo actriz. Entonces, a todo lo que me ofrecían, yo decía que no. Recién ahora que siento que eso está logrado me permití hacer una campaña para Selú, porque ya no se pone en duda lo que yo hago. Está muy definido. Hace poco, por ejemplo, tuve una reunión con una empresa de estética que quiere que yo sea su imagen, y en un momento les dije, porque ya me sale de adentro a esta altura: "Mirá, quiero que sea así la foto, con tal fotógrafo... Si es así, hagámoslo; si no, no". Porque cuando una está tan segura y puede decir "esto es de lo que yo vivo, lo que yo cuido", el resto son cosas que vienen por añadidura, y no te aflige en lo más mínimo si te dicen que no, porque después sos vos la que aparece ahí.
Para las que te seguimos desde Chiquititas, hay algo de vos que nos remite a nuestra infancia. ¿Seguís teniendo a tu niña interior viva?
Sí. A través de los nenes. No soy de esas madres que se ponen a jugar 58 millones de horas y se disfrazan. Soy la madre aplicada, la que los tiene lindos, bañados y bien comidos, pero no porque me lo impuse, sino porque soy así. Jugamos un ratito y después les digo: "Seguí jugando vos, que yo estoy haciendo mis cosas". No es ni mejor ni peor, es lo que le sale a cada una. A veces sí me encuentro bajando un poco con mi hija, como cuando ella descubrió los videos de Chiquititas en Internet. Me decía: "Mamá, ¿me enseñás la coreografía de ‘Corazón con agujeritos’?, porque yo les dije a mis amigas que sos vos y ellas me dijeron que la tenías que saber", y así me encontré en el living de mi casa bailando todas las coreos de Chiquititas con mi hija copiándolas. Porque a veces en los videos no se ven enteras, van cambiando, se ve otra parte, y yo las sabía todas.
¿Te las acordás todas íntegras?
Todas. Me ponés un disco y te lo bailo y canto todo. Igual, no es que estoy en el auto y me clavo un "Chef Saverio". Pero lo ponés y automáticamente arranco a cantar "todo, todo, todo es tuyo si querés...".
¿Qué hacés para desenchufarte? ¿Dónde están tus oasis?
Entreno. Ese momento es para mí, no hablo con nadie. Y hace más o menos cinco meses empecé a meditar. Funciona, te juro que funciona. Lo loco es ver todo el calendario del día y pensar "en algún momento tengo que meter cinco minutos para la meditación", y decís: "Hija de puta, son cinco minutos". A veces llego cinco minutos antes al teatro para meditar y encontrarme, aislarme. Tengo una app que me ayuda, sobre todo cuando estoy fuera de casa, porque en mi casa soy muy organizada y puedo lograr silencio.
¿Sos organizada con todo? ¿No tenés un área de desbole?
Es que no me gusta el desorden ni la improvisación, me estresa. Yo me levanto y sé lo que tengo que hacer durante el día, muy distinto de Tomás, que según el día dice: "A ver hoy qué hago...".
¿Te hacés listitas?
Soy la reina de las listitas. Me enloquece el nivel de prolijidad de los cuadernos. Me anoto en mi cuadernito: "Hoy tal cosa, mañana tal otra...", y además tengo una lista de pendientes. Por ejemplo, si el jueves tengo que llevar a los chicos al colegio, entrenar, volver a casa, ir a la cosmetóloga, ir al banco a firmar no sé qué papel, llamar a la contadora y postear no sé qué, si después me quedan dos horas libres, miro todos esos pendientes y me digo: "¿Qué puedo meter acá de lo que me falta? Bueno, voy al banco", y así voy armando un croquis...
¿Y cronometrás descanso también? Porque el peligro de las listitas es que a veces te saturás y no incluís el tiempo libre.
A mí me sirve la listita porque me lo saco de la cabeza. Antes me iba a dormir pensando en los pendientes y dormía mal, preocupada. Ahora se me mete algo en la cabeza y, sea la hora que sea, me levanto, agarro un papelito, lo escribo y vuelvo a la cama. Y así me lo saco de la cabeza, porque al otro día ya está ahí.
¿Y en la listita están las ganas de tener un hijo juntos?
¡Sí! Claramente. Él no tiene hijos y yo con los dos míos estaba perfecta, pero él me despertó el decir "sí, con él quiero tener". No sé exactamente cuándo, supongo que en unos dos años, tampoco mucho más, porque tengo 35.
¿Tuviste algún mentor? ¿En qué te basás para diseñar tu carrera?
En mi instinto. A veces acierto, a veces no, pero pienso en lo que me gustaría ver de mí.
¿Hacés el ejercicio de proyectarte seguido?
Todo el tiempo. Yo creo mucho en el poder mental, y la proyección está en la cabeza. Cuando estaba haciendo Los ricos no piden permiso queríamos hacer teatro con Gonzalo, así que buscamos, llamamos a autores, leímos, rebotamos obras. Después yo hice Fanny, la fan, que fue un gran proyecto para mí, pero al que le fue para el culo, y cuando terminó apareció esto. Soñamos con hacer teatro juntos y acá estamos.
¿Qué te dejó de aprendizaje la experiencia Fanny?
A mí Fanny me hizo muy feliz en lo laboral, pero al mismo tiempo fue un proyecto muy jugado, muy arriesgado, porque había un alto porcentaje de que la gente dijera "¿qué es esto?", sobre todo con la tele costumbrista que veníamos teniendo en las últimas décadas. Pero yo aprendí muchísimo. Todos recuerdan mis éxitos, pero yo he hecho 25 millones de fracasos antes de Fanny, y eso te fortalece. Pasaron 20, 30 años de ¡Grande, pa!, Chiquititas y Verano del 98, y la gente sigue hablando de eso. Quedan los éxitos y los fracasos se van, pero parte del éxito es tener fracasos.
Te enseñan más los fracasos que los éxitos...
Yo tuve la suerte de tener cinco éxitos en toda mi carrera, que desde lo personal los viví como "es uno más, vamos al próximo". Pero es difícil para el afuera. Fanny salió del aire, pero nosotros completamos todos los capítulos, nos pagaron y no perdimos el trabajo. La serie está entera en la web, ¿por qué me tenía que poner triste?, ¿porque no estaba acostumbrada a salir en otra cosa que no fuera la tele? Es un material que salió al exterior para la venta y le fue genial. En Colombia están haciendo la versión 500 mil de Fanny.
¿Cuál es tu kit de herramientas para lidiar con la frustración?
En lo laboral, me pasa que disfruto, me involucro y me gusta, pero sé que hoy está y mañana no. Me afectan muy pocas cosas en ese aspecto. Es muy relativo, porque sé que mi vida no es esto, mi vida real está en casa•
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