Agus Cabaleiro: “Ser gorda no es una enfermedad”
Esta influencer, activista del body positive cuestiona que el feminismo no le dé mucho espacio a los cuerpos gordos; habla de lo cultural en torno de la belleza: “Voy a otro país y tengo un montón de levante”
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Agustina Cabaleiro (@onlinemami_ en sus redes) llega a la entrevista con una sonrisa que delata su felicidad: “No exagero, en mi agenda del año pasado había anotado que quería llegar a ser tapa de una revista”. Está orgullosa. A través de esta tapa, busca seguir dando batalla contra los estereotipos y llevar más lejos su activismo por la libertad de los cuerpos.
En este mes importante para todas las mujeres, hablamos con ella sobre cómo construyó su propia libertad y cómo vive la responsabilidad de llevar adelante su militancia body positive con una palabra siempre presente: “gorda”. Tanto en sus redes como en su reciente libro, Te lo digo por tu bien, menciona esta palabra muchas veces: “No ‘rellenita’ ni ‘grandota’, ni otro sinónimo para escaparle a una palabra que nos da miedo decir. Mi objetivo es que se pierda el miedo a decirla en voz alta. Ser gorda no está mal ni es un insulto: es tan solo otro de los tantos adjetivos que, quizá, te describen a vos”.
-¿Qué es para vos ser tapa de OHLALÁ! en el mes de la mujer?
-Es realmente muy hermoso y un sueño hecho realidad. Como logro personal, pero también como activista: es un momento bisagra ver a alguien con este mensaje y con este cuerpo en una vidriera tan importante. Siento un poco de peso sobre mis hombros porque no es cualquier fecha: es marzo, con lo que representa para nosotras. Posta, algo está cambiando.
-Teniendo toda la atención sobre vos, ¿qué mensaje te gustaría darles a las mujeres en este momento?
Es necesario alzar la voz y decir que todos los cuerpos son válidos. Todas nos podemos sentir hermosas y todos los cuerpos pueden ser saludables. Porque muchas veces hablamos desde el lado de la belleza, desde el amor, “me re quiero y me re gusto”, y eso no es suficiente porque también se trata de derechos. Todos los cuerpos merecen derechos, todos los cuerpos merecen las mismas oportunidades. No importa cómo nos veamos, no importa nuestro género o nuestra identidad.
-¿Qué te impulsó a escribir Te lo digo por tu bien?
Escribir el libro fue un sueño. Fue poder bajar en palabras un montón de cosas que tenía en la cabeza y que, después descubrí, muchas mujeres tenían en su cabeza y no decían. Fue una propuesta que me llegó desde la editorial. Y fue un “bueno, OK”, tengo esta herramienta, tengo esta posibilidad, tengo esto que va a llegar a más gente. ¿Qué puedo contar y cómo puedo ayudar con esta nueva herramienta que me está llegando a mis manos? En Instagram voy hablando un poco de cada tema, porque hay ciertas fechas o justo hay un tema en agenda o porque me pasó algo y quiero hablar de esto. Y el libro es como toda la carne al asador. El gran mapa del libro es mostrar todas las áreas en donde tener un cuerpo gordo te afecta. Y son, literalmente, todas. El libro va desde lo más chiquito hasta lo más grande. Primero vos con vos misma, con el espejo, con la ropa, con tus amigas, con las relaciones sexoafectivas, con la familia, y después en la sociedad en que vivimos.
-¿Qué cosas te decían a vos por tu bien y te agotaron?
Por mi “bien” me han dicho de todo. Desde el comentario más tranqui hasta el insulto más terrible, si hasta me dijeron que merecía morir por lo gorda que era. Siempre se resguardan en que las críticas o los comentarios son por mi bien, por mi salud. Menos mal que me lo están diciendo por mi bien porque me están haciendo sentir horrible. Mientras “cuidan” mi salud física hacen pelota mi salud mental. ¿No piensan en ese bien, o la salud mental no es salud?
-En el libro hablás de ocupar espacios con libertad y en este número hablamos de construir nuestras libertades. Durante mucho tiempo veías que no podías ocupar espacios libremente, ¿qué era lo que sentías o qué te hacían sentir?
Todavía lo siento, incluso. Ser activista no hace que ahora me mueva con total libertad. Tengo más libertad, pero también la libertad te la limitan, te la coartan. Y yo la milito. Yo me puedo sentir súper libre, pero si después no puedo acceder a un tratamiento médico, por ejemplo, o a algo tan simple como comprarme ropa, lo primero que se me viene a la cabeza es que todavía falta mucho por hacer.
-Entonces no es una realidad al 100% todavía...
Estamos construyendo nuestro camino hacia ese lugar... Obviamente hay muchas cosas que podés hacer internamente para sentirte más libre y para tener herramientas para enfrentarte a situaciones en las cuales tu libertad se ve limitada. Porque si vos te encontrás con que de repente no hay talles, entendés que falta una ley que se aplique correctamente; entendés que no es que está mal tu cuerpo, sino que los talles son distintos. Si vos engordaste y el talle es otro, tampoco está mal. O sea, tenés otras herramientas para sobrevivir situaciones que te cortan la libertad, pero vos estás más fuerte para poder enfrentarlas. Obviamente somos mucho más libres que antes, tenemos muchas más posibilidades que antes, pero hay mucho trabajo por hacer todavía.
-Decís que fuiste forjando herramientas con el tiempo, ¿cuáles son?
Pienso que es algo que nos va a causar dificultad toda la vida porque es muy difícil desaprenderlo. No es algo que hacés un clic y decís “ya está”. En mi caso, entendí que hay un patriarcado, que hay un sistema, una cultura que está mal, que hay gente que hace mucha plata con que nosotras nos sintamos mal con nuestros cuerpos. Y una vez que entendés esa teoría es un poquito más fácil.
-Y tenés que hacer cosas todos los días para cultivar tu amor propio...
Exacto. A veces es lisa y llanamente mirarte en un espejo o buscar gente que tenga cuerpos parecidos a vos. Si ves todos cuerpos parecidos entre sí, que no son como el tuyo, obviamente vas a pensar que la que está mal sos vos, por ser la diferente. Hasta atacar ciertos temas en particular que nos pongan mal: si te pone mal la ropa, buscá marcas o maneras de empezar a vestirte de una manera con la que te sientas más cómoda. Es un ir atacando problema por problema chiquitito... Y es un laburo para toda la vida, no es que lo entendés y ya está. No es “bueno, listo, me deconstruí”.
-¿Cómo fue tu proceso para llegar a ser “militante de la libertad”?
Lo que más me ayudó fue entender que es algo cultural, que no es algo que está en nuestro ADN. No es que a nuestro cerebro genéticamente le gustan, le calientan o se enamora de los cuerpos más flacos. Eso no existe. Tiene que ver con el momento de la historia y con el lugar geográfico en que te encuentres. Si la belleza es algo que no se puede trasladar, que no se puede cambiar o reimaginar, por qué alguien es más hegemónico en un país y no en otro. Porque yo voy a otro país y tengo un montón de levante... Argentina es un país con una gordofobia muy instalada.
-Para alguien que no sabe, ¿qué es la gordofobia?
Es el odio hacia las personas gordas y el miedo hacia todo lo que representa ser gordo en el imaginario. Porque no es solo el miedo o el temor a que tu cuerpo ocupe más lugar, porque nadie tiene miedo a ser alto, por ejemplo. Es el miedo, el rechazo o el odio a lo que en el imaginario representa ser gordo. En ser gordo se cuela esta cuestión de que tenés mala salud, no ejercitás, no te vas a casar nunca, te va a costar tener hijos e incluso que la gente gorda es más propensa a tener ansiedad y depresión. ¿En dónde? ¿En qué universo? Cero chequeado, el dato, no hay un estudio serio que lo valide. Así es como la mayoría va al nutricionista solo para bajar de peso... Y siempre es desde la culpa, siempre es desde la angustia, desde el sentir que te estás mandando una cagada, que estás haciendo algo mal, que sos poco responsable, que te falta fuerza de voluntad. Sinceramente, no sé a qué otra consulta médica vamos desde la falta de fuerza de voluntad o desde la culpa. Cuando vas a la ginecóloga, capaz te puede retar porque tomaste mal la pastilla y te dice: “¡Tomala bien!”. A lo sumo. Pero no se me ocurre otra consulta médica a la que vayas íntegramente sintiendo culpa y angustia. Pensar en eso como moneda corriente, ¿qué dice de nosotros?
-Hablás mucho de las deficiencias del sistema de salud, ¿tuviste experiencias con nutricionistas que te marcaron?
En su mayoría, todas las experiencias que tuve fueron malas. No porque me trataran mal, capaz te trataban bien desde un lugar del entendimiento de “bueno, ya vas a poder, ya vas a dejar de ser irresponsable”... Es un sistema horrible. Las dietas siempre fueron desde la restricción. Sinceramente, no recuerdo a cuántos nutricionistas fui en mi vida. Pero me acuerdo de una, cuando quería bajar de peso para mi fiesta de 15... Porque viste que siempre se baja de peso para algo. Me acuerdo de que había ido con mi papá y esa era la tercera o cuarta o quinta vez que iba. Pesaba 105 kilos y me dijo: “No tenés que pesar más de 100 para los 15, no podés pasar las tres cifras. ¡No podés!”. Estaba al horno... Me acuerdo de sentir mucho miedo. Pero no termina ahí la historia. También me dijo que para estar saludable tenía que llegar a los 70 kilos, ponele. Y me acuerdo esto muy claramente. Después me dijo: pero para estar “linda linda”, deberías pesar 5 kilos menos. Yo me quedé procesando ese objetivo nuevo. Tenía 14 años, ya no quería el “saludable”, obvio que lo que yo quería era el llegar a ese “linda linda” que ella me marcaba como meta.
-¿Y hoy, a la distancia, cómo lo ves?
Me lo pongo a pensar y veo que es horrible desde un montón de lados. Primero porque para estar linda voy a un peluquero, no a un médico. Por qué el peso de “linda linda” es más bajo que el saludable, ¿por qué importa más la belleza que la salud? Mi cabeza de 15 era un torbellino. ¿Me tengo que ir? ¿Tengo que putear? ¿Llorar? ¿Qué hago? El problema más grande es la patologización de la gordura. De que todo gordo es enfermo, no importa qué tan gordo esté. La noción, que va de la mano, de que si efectivamente estamos enfermos, no merecemos respeto porque “nos lo buscamos” y que nos pueden decir lo que sea en nombre de la salud. Una vez una nutricionista, apenas me senté, me dijo: “Yo te haría una bariátrica”, sin hacerme ningún estudio de nada, yo tenía 23 años. ¡Es una cirugía! ¿Cómo me vas a recomendar una cirugía así no más, por las dudas? No tenía nada; bah, si tenía, no sabía porque no me hice ningún estudio. Después, afortunadamente, me crucé con otro tipo de profesionales. Falta un enfoque de salud integral en el que se priorice lo psicológico también.
-¿Qué les decís a los que dicen que los gordos no llevan una vida saludable?
Ser gordo no es una enfermedad. La OMS lo define como un factor de riesgo así como ser blanco y estar al sol es más peligroso que tener la piel oscura y estar al sol. Por otro lado, no hay ninguna enfermedad que solo tenga la gente gorda o que toda la gente gorda tenga. Pero igual, cuando te quieren atacar, van por este lado. Yo subo una foto en Instagram y, hable o no de la salud, siempre hay un comentario del tipo “estás dando un mal ejemplo”, como si alguien por verme en Instagram pensara: “Ideón ser gorda. Ahora que la vi a Agus, voy a por eso”.
-Pero ¿cómo te pegan los comentarios?
Llegan todo el tiempo y trato de no engancharme mucho. Es lo que decíamos antes. Te encontrás con situaciones que te coartan la libertad y tenés herramientas para no pasarla tan mal, pero no somos cien por ciento libres. Nadie lo es. Trato de apoyarme mucho en mi familia, en mis amigos, en mi novia, en terapia. Es alguien que quiere ser gracioso, que quiere lastimar y listo. Bloqueo mucho, pero hay cosas que ya no podés ni controlar.
-En el libro decís que desde el primer momento en que entraste en un grupo social volviste diciéndole a tu mamá que te habían dicho “gorda”: ¿Cómo viviste tu infancia en el sentido de tu cuerpo?
Tuve una infancia-adolescencia llena de bullying, obviamente. Desde el primer día de jardín, volví llorando a mi casa porque una chica me había dicho “gorda”. Esto yo no me lo acuerdo, me lo contó mi mamá. No te puedo decir cómo me sentí, pero volví llorando. Fue como un primer avance de la peli que iba a ver después. Sufrí bullying de los varones, por lo general. Todo Jardín, toda la Primaria, grandes partes de la secundaria. Obviamente era muy angustiante y quería sentirme invisible. Quería desaparecer y que no me vieran.
-¿Y cuántas veces te cambiaste de colegio?
Nunca, aunque no lo crean. Estaba como naturalizado. Mi mamá no era mucho de ir al colegio porque siempre estuvo en contra de las madres que vivían en el colegio. Un poco se pasaba al castaño oscuro porque era como gritarle: “Má, hacé algo, porfa”. También tenía su laburo y sus problemas. Cuando identificó que la situación se iba de las manos, fue al colegio y no le dieron ningún tipo de respuesta. A los cinco años, una maestra de jardín llamó a mi mamá para que me pusiera a dieta porque me hacían bullying y no lo podía controlar. A ese nivel, imaginate.
Para los que vivimos la primaria en los 90, el bullying era moneda corriente. Hoy hay más visión de lo que puede estar sintiendo un niño.
-Hay más evolución desde el respeto, desde la educación, desde la educación sexual integral. El bullying ni siquiera tenía nombre en ese momento. ¿Y la adolescencia?
La adolescencia fue mejor. Siento que los nenes son más crueles.
Cuando tenía 16 me fui de vacaciones a Cuba y ahí me sentí hegemónica. No entendía. ¿Me están mirando? ¿A mí? Y de repente alguien fue de frente y me dijo: “Che, ¿cómo te llamás?, dame tu teléfono, sos re linda”. Esto nunca me pasó en Argentina. Ese fue un poco el clic para llegar a quién soy yo. Pero obviamente ahí no resolví nada... Ahora tampoco tengo todo resuelto y ya pasaron más de 10 años.
-¿Te apoyaste en alguien en particular, en algún referente o algún tipo de terapia para construir tu mensaje?
Mi primer acercamiento al activismo fue a través del feminismo. Clima de época para que se den una idea: Ni Una Menos, 2015, primera marcha, 3 de junio, lectura del documento con una plaza llena de pibas, ese día fue un antes y un después. Nunca había ido a una marcha. Fue algo que me cambió. A raíz de eso empecé a entender un montón de cosas de la belleza, de la cultura, del patriarcado, de la misoginia. Entonces, eso me dio un poco un pie y empecé a sentir que me faltaba algo porque el feminismo no les da mucho espacio a los cuerpos gordos en sí. Ahora tampoco y en 2015 menos. Entonces fue como que me faltaba algo más y empecé a conocer activistas que me dijeron “activismo gordo”, “body positive”... Movimientos que te pueden ayudar donde ni el feminismo te salva.
-Decís que las nuevas generaciones están mejor paradas que lo que estuviste vos a esa edad. ¿Qué mensajes tenés para ellas?
Una de las cosas más importantes es que entiendan que hay que tener mucha paciencia para cultivar nuestro amor propio. No es algo de un día para el otro, ni tampoco es un proceso que termina algún día. Está bueno que el amor propio tenga la forma de tolerancia, de respeto. Si un día estoy mal, no pasa nada, ya voy a estar mejor. Tenernos paciencia y también estar cerca de gente que se vea o sienta como nosotras, para tenerlas al lado y mirarlas como “referentes” y aliarnos. Porque en lo colectivo es como logramos cambios en cuanto a sistema. Eso es lo que más me interesa.
-Por último, ¿qué es ser libre para vos? ¿Por dónde pasa tu concepto de la libertad hoy?
Creo que ser libre es poder vivir nuestras vidas como cualquier otra persona, más allá de nuestra identidad. Poder tener los mismos derechos. Siento que estamos en un proceso de construir nuestra libertad: no llegamos, la estamos construyendo con los mecanismos individuales y, valga la redundancia, la junta colectiva.
Producción de Virginia Gandola. Maquilló y peinó Vero Fox
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