Accionar y domar nuestras búsquedas

Y llegó nomás. Hoy el 2016 está todavía sin magullones; es pura expectativa. En esta primera columna del año los invito a un repaso de Buscando(me), este espacio quincenal que abrimos en la web de OHLALÁ! en agosto de 2015.

La primera columna mostró el rumbo de esta propuesta, preguntando: ¿Tiene que ser así para siempre?. "Así" quiere decir de una manera determinada, y "para siempre" refiere a que hay cuestiones que no cierran y que tienden a perpetuarse sin que uno se dé la posibilidad de preguntarse por qué se prolongan indefinidamente en el tiempo o de hacer intentos eficaces para modificarlas. La relación con alguien, un trabajo, una actitud, una forma de ocupar el día, ¿tienen que ser así para siempre?

A través de la introspección y la planificación, la propuesta es que indaguemos en qué no nos cierra y contemos con algunas herramientas para usar si queremos encarar un cambio estratégico.

Para identificar qué no nos cierra es útil configurar una mirada sobre cuánto de lo que percibimos, de lo que hacemos, de cómo lo hacemos y de cómo lo evaluamos está atravesado por nuestro entorno y la cultura en que vivimos, y que esa predisposición puede potenciarnos o disminuirnos. ¿Hasta qué punto hacemos lugar a lo que otros pensaron que era mejor para nosotros (Ojo con los mandatos)? ¿Qué elegimos ver de lo que otros muestran (La postal: cuando le hacemos photoshop a la vida de los otros)?

Y como parte de la madurez implica una autonomía de criterio y una capacidad de observar nuestra realidad sin echarle la culpa al resto del mundo, hay mucho que uno mismo puede hacer en esta materia. Desde dejar la creencia de que uno puede todo (y frustrarse por no lograrlo), como vimos en Superelásticos, o el miedo a establecer prioridades, hasta comprender la vida propia y ajena en términos de múltiples procesos que se van combinando, generados por nuestra voluntad o más allá de ella: ciclos que tienen distintos momentos (inicio, desarrollo y final) y que van a distintas velocidades y con distinta intensidad según la etapa en que se encuentran (Ciclos: encontrar la cadencia).

Si queremos que algo no sea así para siempre, está bueno planificar el cambio para poder domar el proceso. No porque todo tenga que ser pautado de antemano sin lugar a la espontaneidad, sino porque a veces, para modificar algo que no cierra, la pura reacción estomacal no solo no alcanza sino que nubla el camino. Planificar implica proyectar, mirar hacia delante (Hoja de ruta, intuición y devenir: para qué sirve planificar). Pero no alcanza con papel y lápiz: planificar implica además salirse del devaneo mental; empezar a hacer y ver qué pasa en ese hacer (Hora de activar: qué se pone en juego al accionar un cambio). Planificar tiene que ver también con identificar los espacios adecuados donde transitar el cambio respecto de eso que no cierra (Teoría de la playa nudista. Encontrar el entorno propicio para una búsqueda vital).

Y, una vez que empezamos a andar, planificar incluye la posibilidad de hacer una revisión de qué fue sucediendo acerca de lo que uno se propuso. Por eso le dimos lugar a un Tiempo de balance en el que hicimos énfasis en esos logros silenciosos, no rutilantes (Hacia un registro más profundo de los logros), que son tal vez los más sólidos indicadores de que estamos en el camino adecuado cuando no queremos que algo sea así para siempre.

Bueno, ahora sí, después de este recorrido, desde esta columna le damos formalmente la bienvenida a 2016, para continuar las búsquedas.

Mercedes

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