A flor de piel
"La próxima vez que entremos a casa vamos a ser tres", le dije a Fer a las 7.30 de la mañana del 31 de marzo cuando salimos camino al sanatorio. En ese momento no me importó el dolor de las contracciones ni me paralizó el miedo por el parto que se avecinaba más rápido de lo que yo imaginaba. Solo pensaba que estábamos yendo a hacer la cosa más importante de nuestras vidas: conocer a nuestra hija.
Llevaba 6 horas con contracciones. Hasta las tres muy pausadas y después cada 4 o 5 cinco minutos. La panza no estaba dura ni el ombligo se asemejaba a una piedra como tanta gente me adelantó que pasaría. La sensación era de un dolor de ovarios muy intenso que me hacía retorcer el cuerpo y me obligaba a respirar hondo. Cerca de las cinco llamamos a Nelly, la partera, que me sugirió bañarme de inmersión, tomar un Sertal Perlas y que hablemos en una o dos horas a ver cómo seguía.
Ariel Masquef, mi obstetra, es de Pacheco y cuando prendimos la tele para que la espera sea más amena vimos en el noticiero un graf demoledor que nos hizo tomar conciencia del día: "Corte total en General Paz y ruta 197. Dejan pasar algunos autos cada 10 minutos". El paro general ya había comenzado. Pero lejos de cualquier pronóstico yo estaba particularmente tranquila: "No te preocupes mi amor que un parto lo puede hacer cualquier obstetra de guardia. No puede ser tan difícil", le dije a Fer con una calma que no sé de dónde me nació.
A las seis de la mañana, como el dolor no cedía y las contracciones se hacían cada vez más continuas volvimos a llamar a Nelly que nos dijo que agarremos el bolso y vayamos para el sanatorio, que primero me iba a revisar un obstetra de guardia y que después nos íbamos a encontrar con ella. Era un hecho: esa mañana iba a terminar en parto.
"Necesito que vayas muy lento pero que lleguemos volando", le dije muy seria a Fer, que fue esquivando pozos, lomas de burro, bocacalles, bocinazos y convivió con mis apretones de brazo cada vez que llegaba una contracción.
"Tenés cuatro centímetros de dilatación. Ya estás en trabajo de parto. Viene todo tranquilo pero la beba nace hoy. Firmen los papeles de internación que ya los hago pasar a la sala de pre-parto", dijo la médica. Salimos del consultorio, nos miramos, sonreímos y nos dimos un beso que combinaba expectativa, alegría y temor. Solo faltaban unas horas para conocer a la persona que nos iba a cambiar para siempre.
No las quiero abrumar con detalles porque la columna sería eterna y además se que en cualquier momento ELLA se va a despertar. Así que les resumo la previa del momento más mágico de todos: pasamos a la sala de parto, me pusieron la peridural (magia pura chicas) y cuando estaba con 6 de dilatación me rompieron la bolsa. El líquido amniótico estaba mezclado con meconio, lo que significaba que Juli estaba haciendo algún tipo de esfuerzo y no se podía esperar mucho más. Todavía no estaba encajada y durante el monitoreo su frecuencia cardíaca bajó por unos minutos a 70, nada grave pero un indicio claro de que Juli debía nacer por cesárea para evitar riesgos. Cuando Nelly me explicó todo a mi se me cayeron las lágrimas y Fer me llenó de besos, me contuvo y me hizo algún chiste que ya no me acuerdo pero que me sacó una sonrisa. No les voy a mentir… Sentí que se me venía el mundo a bajo… eran las 11 de la mañana, yo llevaba diez horas de trabajo de parto y estaba convencida de que Juli iba a nacer por "parto natural".
Me agregaron anestesia, llegó Ariel y pasamos a la sala de parto. A mi derecha estaba Fer y a la izquierda el anestesista, que a los pocos minutos de empezar el procedimiento dijo las palabras más lindas: "Los felicito: está naciendo su hija". Bajó la sábana y ahí estaba ella tan chiquita y frágil, llorando a la par nuestra. Un instante perfecto. Porque sin importarnos la cantidad de médicos que nos rodeaban nosotros nos miramos, nos dimos un beso y nos pusimos a llorar como dos chicos. La pusieron en mi mejilla y yo la besé mucho. 11.26 de la mañana fue la hora exacta en la que todo mi mundo se volvió luz. 2,826kg, ojos azules inmensos, dedos largos y un vozarrón que la hace digna hija mía.
Llegamos juntas a la habitación y enseguida me la pusieron al pecho. Mi recuperación fue ideal y a las pocas horas me levanté de la cama y hasta me bañé sin ayuda.
Contarles sobre los tres días en la clínica requeriría otro post pero les comparto dos momentos. La segunda noche Juli lloró desconsoladamente (cara roja, cuerpo estirado, ojos bien abiertos y una sinfonía de gritos que seguro se escuchó en todo el piso), a mi me tiraban un poco los puntos y me dolían las tetas (porque estamos en confianza para contarles estas cosas, ¿no?). Cuando por fin la calmamos salí a caminar por el pasillo. A dos habitaciones estaban "Bautista y Facundo" así que respiré hondo, volví a entrar a nuestra habitación y le dije a Fer: "Al lado hay mellizos. Si esa madre puede calmar y dar la teta a dos bebés al mismo tiempo nosotros tenemos que poder". Y les juro que desde ahí todo fue más fácil.
También hubo un día (una hora en realidad) en que nos sentimos todopoderosos. Julieta venía tomando unos diez minutos mentirosos de teta (porque la mitad del tiempo dormía y no succionaba) pero una madrugada en el sanatorio tomó 40 de forma ágil, casi sin respirar ni lastimarme. Apenas terminó (pipona, palmada) chocamos las manos y dijimos casi a la par "lo logramos". Y se calmó y durmió llena de paz. Y nosotros nos sentimos maravillosos. Porque hay momentos del día donde los gritos y los llantos aumentan y tememos no poder calmarla. Pero siempre se hace un momento de luz y la peque se tranquiliza y sonríe. Sus manos movedizas se relajan, su cuerpo deja de tensarse y entra en un sueño profundo. Y nosotros aprovechamos y dormimos con ella. Y por ella. Para juntar la energía necesaria para levantarla en unas horas y que vuelva a comer.
Trece días de vida. Trece días de yo mamá. De miedos, angustias, aprendizajes e incontables besos y sonrisas. De absoluta dependencia y el más puro amor.
La semana que viene van a encontrar en este espacio mi último texto. Ya les voy a explicar los motivos y me voy a explayar agradeciéndoles por acompañarme durante la espera a su nacimiento, a mi renacer. Pero ahora Julieta empezó a llorar y eso significa que hay que apagar la computadora e ir a buscarla.
Deb
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