A 10 años de la ley de identidad de género. Historia de un padre trans: “Siempre me sentí varón”
Agustín Barletta tenía 24 años cuando decidió comenzar su proceso de transición. Cumplió el sueño de ser papá y busca llevar un mensaje de esperanza a los que buscan su nueva identidad.
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“Me convertí en papá hace poco, pero el sueño lo tuve durante toda mi vida. Hicimos varios tratamientos, pero Jere no llegaba, hasta que al tercer intento hicimos una fertilización in vitro. Cuando nos hicimos el test y dio positivo, empecé a temblar y sentí que se me cumplía mi otro sueño: siempre jugué a ser papá y ahora lo iba a concretar. Por supuesto que tenía miles de miedos; me pasó lo mismo que cuando vi que era trans: esa mezcla de “qué lindo y qué miedo”. Lo que tengo súper claro y le pido a cada persona que se convirtió en padre hace poco es que respete a su hijo. Siempre supe que le iba a decir a mi hijo quién era y cómo era mi vida, por eso le muestro fotos de cuando tenía apariencia de nena y le digo que ese es papá. Si mi hijo quiere que le compre una muñeca, ¿por qué no lo voy a hacer? En casa no pasa, pero le doy la opción. Que sepa que existen y que está bien que juegue con esos juguetes. Probablemente él no se sienta trans, pero yo no lo voy a saber hasta que no me lo diga. Él va a mamar esto y va a saber cómo acompañar a un amigo o alguien que pase por lo que yo pasé.
Cuando se cumplen 10 años de Ley de Identidad de Género, Agustín cuenta, en primera persona, su historia y la de su familia.
“Lo que no se ve no existe”
Cuando me preguntan cómo descubrí lo que quería ser, siempre remarco que lo descubrí de grande, cuando –por primera vez– vi un caso que me demostraba que había un camino posible para lo que yo buscaba. Ahí comprobé que la exposición es clave porque lo que no se ve no existe: hasta hace diez años no sabía que existían los hombres trans. Simplemente porque nunca había visto uno. Siempre se visibiliza a las mujeres trans, pero no a los chicos. La primera vez que la televisión argentina mostró a un hombre trans fue en el reality Gran Hermano, en 2011. Recuerdo que estaba frente al televisor con mi mamá y con Nati –que hoy es mi pareja y la mamá de mi hijo– cuando apareció uno de los participantes contando que era trans. “¿Qué? ¿Eso se puede, eso existe?”. Mi cabeza se llenó de preguntas y la historia de Alejandro, quién era y cómo lo logró, me cambió la vida. Mientras él hablaba, mi vieja se dio vuelta, me miró fijo y me dijo: “A vos ni se te ocurra hacer eso”. Ella ya sabía que se venía un cambio muy grande por delante. Le dije que no pasaba nada, pero sí pasaba... ¡Pasaba de todo!
Una de las cosas que más amo de Nati es que siempre me dejó ser. De hecho, tanto que ella descubrió quién era sin saberlo yo primero. A los dos meses de ese programa, después de años de relación y con 24 años, me sentó frente a la computadora y me mostró el video de un chico de EE. UU. en el que contaba los cambios físicos que llevó adelante durante un año de tratamiento hormonal. Hasta ese momento tampoco había visto eso y ahí se terminó de cerrar esa idea sobre qué quería y qué cambios físicos necesitaba para lograrlo.
“Los cambios físicos son una elección, ser trans no”
Siempre me sentí varón. Desde chiquito hacía berrinches para que no me hicieran trenzas, peinados, porque sentía que me estaban disfrazando. Yo solo quería tener el pelo corto como mi hermano Juan. Usaba su ropa, jugaba con sus juguetes, pero siempre sentí que era como una vida prestada. Odiaba los cumpleaños en que me ponían un vestido y me regalaban muñecas. Literalmente, era el peor día del año. Pobre mi vieja, poniendo tanto amor a un festejo y yo odiando cada segundo. Ella no tenía la culpa, no entendía qué me pasaba... y yo menos. Los cambios físicos son una elección, pero ser transexual no lo es. Yo no elegí ser trans, pero sí elegí hacer el cambio para que mi exterior finalmente representara lo que yo sentía en mi interior.
“Estaba listo para despedirme de mi cuerpo”
Me operé el 12 de noviembre de 2013. Me acompañaron Nati, mi mamá y una amiga de ella. Todos necesitábamos apoyo, menos Nat: ella se puso toda la situación al hombro como una campeona. La terapia hormonal fue bastante generosa conmigo, los cambios fueron rápidos. Mi voz era cada vez más grave, mis caderas iban desapareciendo y mi espalda iba ensanchándose. La transición implica una terapia hormonal e intervenciones quirúrgicas, pero lo que yo más necesitaba era solucionar el tema de los pechos. Me quería deshacer de ellos y, sabiendo que todo esto podía ser posible: ¡lo quería ya! Había aguantado 23 años de mi vida en ese cuerpo y estaba más que listo para decirle adiós.
No voy a mentir: me llené de miedos. Nunca me gustó ir al médico, pero tenía tanta necesidad de hacerlo que ese terror a una intervención quedó en un segundo plano. Toda la vida había tenido un mambo con eso porque no podía sacarme la remera en la playa o en la pileta con mis amigos; los odiaba y no los quería ver más. Así fue como me animé a hacerme la mastectomía bilateral, que es un proceso muy incómodo y de varias horas. En ese momento no sentí dolor, sino alivio. Cuando me sacaron las vendas y pude verme por primera vez los pechos planos, lloré como nunca en mi vida: era una mezcla de emoción y de alegría. Los dolores no me importaban. Por primera vez el espejo reflejó lo que quería ser y hoy puedo decir que llevo mis cicatrices con orgullo.
“Necesitaba vivir mi vida como un hombre”
La realidad es que perdí la infancia y la adolescencia... Me perdí esos primeros amores, ir a un boliche y acercarme a una chica, cosas que nunca hice porque nunca me sentí cómodo en el cuerpo en el que estaba. Después de la operación necesitaba libertad, y tomé una decisión que al día de hoy agradecemos. Le pedí a mi compañera un tiempo; necesitaba vivir como un hombre y hacer esa transición solo.
Me cuesta mucho poner en palabras esto, pero sentía que estaba naciendo a mis 24 años y que tenía que explorar todo eso que me había perdido. Y, por respeto a Nati, no podíamos tener una relación en ese momento. Así no. Ella es la gran compañera de mi vida y sin ella no podría haber sido quien soy hoy porque nunca habría tenido el coraje. Nunca me soltó la mano. Estuvimos siete meses separados; definitivamente teníamos que volver a estar juntos. Aunque sé que nunca la perdí y que nunca voy a perderla, de cualquier forma y en cualquier lugar siempre vamos a estar juntos. Para siempre.
“Las familias también tienen un duelo”
A los 17 años le dije a mi mamá que era lesbiana. Fue un momento muy duro para todos, por eso tenía mucho miedo de decir toda la verdad: hasta ese momento mamá sabía que me gustaban las chicas, no que no quería ser una. ¿Cómo iba a decirle que me sentía un hombre trans? Ella también veía cosas en mí que fue aceptando de a poco, como la ropa, el pelo cada vez más corto... Para mi sorpresa, fue todo lo contrario a lo que me imaginaba: me pidió tiempo para ir acostumbrándose y así dejar atrás ciertos usos y costumbres, por ejemplo, dejar de tratarme en femenino.
Mi hermana Denise sí lo sufrió, le dolió. Pensaba que su hermana había muerto y siempre tuvimos una relación súper cercana, a pesar de los 11 años que nos separaban. Compartimos en su mente cosas de chicas, pero entre llantos de ambos le expliqué que eso jamás iba a cambiar. Ahora éramos hermanos, pero con el mismo amor de siempre. Nos dimos un abrazo que jamás olvidaré. A mi hermano, en cambio, no le costó: supongo que la veía venir desde hacía rato. Para él fue todo normal.
No suelo hablar de mi papá, porque duele. Simplemente no supo ser padre, ni poner las necesidades de sus hijos antes que las de él, y se fue de casa a mis 10 años. Viendo a Jack –el mejor personaje de This Is Us– siento que quiero ser ese padre, lamentablemente tuve que encontrarlo en una serie de televisión a mis 32 años. Pero por suerte llegó en el momento justo en que puedo practicar mucho para serlo.
Es muy importante entender que las familias también tienen un duelo que procesar. Por eso quise hacer a mi mamá partícipe de la transición y quise que fuera parte de la elección de mi nombre, como hacen todos los padres cuando nacen sus hijos. Fue un mimo para ella, una manera “poética” de que fuera parte. Le di tres opciones y así fue como nació Agustín.
“O me respeto a mí mismo o no sigo”
Apenas salió la Ley de Identidad de Género en 2012, hice el cambio de nombre, pero me operé un año después. Sin embargo, le tenía mucho miedo al bullying, a las miradas prejuiciosas... Cuando arranqué la transición trabajaba en un call center donde atendía más de 80 llamados por día y tenía que decir mi nombre –literalmente– cada dos minutos. Desde que le presenté a la empresa mi nuevo DNI hasta que actualizaron los legajos, pasaron más de seis meses. Durante ese tiempo tuve que seguir diciendo mi nombre anterior. Era muy violento no poder decir Agustín y, además, empezaron esas incomodidades que tanto temía. Los chicos no querían que usara su baño, pero las chicas tampoco. Eran mis propios compañeros los que me excluían. ¿La solución? Recursos Humanos, en vez de capacitarlos al respecto, decidió que utilizara el baño de discapacitados: yo soy trans, no discapacitado. Uno está tan vulnerable que se banca todo, pero la verdad es que no aguantaba más. Tenía terror de quedarme sin laburo. Me llevó un tiempo tomar coraje y hacer una denuncia ante el INADI, pero lo hice: “O me respeto a mí mismo o no sigo”. Aún hoy la situación que viví es muy difícil de explicar, pero puede resumirse en que, gracias a estar informado, pude lograr lo que buscaba.
“Soy un papá hipster que evolucionó”
La cuenta @unpapahipster nació junto con Jere y mucha gente me decía que tenía que contar que era trans, pero yo no quería alimentar el “morbo”. Pero pensé en esos chicos que están haciendo la transición o que creen que no pueden ser papás. A partir de ahí todo cambió: hoy elijo mostrarme como soy porque quiero que quienes vengan detrás de mí puedan ser felices. Muchas noticias que se muestran sobre la transexualidad son muy tristes: desde que tenemos una expectativa de vida de 35 años porque no conseguimos trabajo hasta exclusión, maltrato, muerte o desapariciones como la de Tehuel de la Torre, un chico trans del que no se sabe nada desde el 11 de marzo. La sociedad te muestra eso y te dice “bancátela”. Y no es así. Yo soy un tipo feliz, quiero mostrar que se puede y me expongo para lograr que a los que vienen después no les cuestionen nada y los dejen ser. •
“Querido hijo”
Esto no es para nadie más que para vos. Seguramente lo leerás en muchos años, pero es mi manera de que quede para siempre. Gracias, por tantas risas, por tanto juego, por devolverme mi niñez. Gracias por ser eternamente dulce (cuando querés vos), cariñoso y bueno. Gracias por darme el mejor título del universo, ese título que jamás pensé que iba a tener. Ese título con el que soñé toda mi vida. Ese título que terminó de hacer mi vida perfecta. No tenés idea de todo lo que te soñé, de verdad, no tenés idea. Gracias por ser una luz de esperanza para muchas personas que están pasando por nuestro camino: el camino de la búsqueda muchas veces dolorosa de ser tres, o más. Sos esperanza para mi bella comunidad, porque saben que tener un hijo, que antes era un sueño imposible, hoy puede ser una realidad.
“Soy parte de una ONG que trabaja siempre desde el amor”
En Trans Argentinxs (@transargentinxs) asesoramos y acompañamos las infancias, adolescencias, juventudes trans y no binarixs. Desde mi rol como parte del equipo de comunicaciones, trabajo en el armado y aplicación de estrategias y proyecto para la difusión de la realidad de esas personas, sus derechos tanto actuales como aquellos a conquistar. Es un trabajo muy lindo el que se hace porque se trabaja desde el amor: te encontrás con muchas familias que quieren acompañar a sus hijos, pero no saben cómo o no tienen idea de sus derechos.
Producción de Virginia Gándola
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