Famosa por sus playas paradisíacas, su amplia oferta hotelera y su valor cultural y arqueológico, la Riviera Maya recibe turistas de todo el mundo y los argentinos estamos en el Top 5 de visitantes extranjeros de la zona. Tulum y Playa del Carmen son las localidades que más crecieron en los últimos años, pero Cancún sigue siendo la ciudad más grande del estado de Quintana Roo, con casi 700 mil habitantes. Con una oferta gastronómica increíble, sol todo el año, arena blanca y un mar que que te deslumbra con su increíble degradé de azules, turquesas y ¡transparentes!, esta zona de la Península de Yucatán tiene propuestas para todos los públicos: familias, parejas, amigos y hasta viajeros solitarios. Así viví mis días en suelo mexicano.
Día 1 - Cancún e Isla Mujeres
Después de aclimatarme un día a puro relax en Cancún, disfrutando de licuados en la playa y masajes en el spa del hotel, a la mañana siguiente amanecí temprano para partir a una excursión a la Isla Mujeres, una de las atracciones turísticas más importantes de la zona. En tiempos prehispánicos la isla estaba consagrada a Ixchel, la diosa maya de la Luna, el amor y la fertilidad. Por eso se pueden encontrar en la punta sur de la isla varias ruinas de esculturas femeninas y templos a los que las mujeres mayas peregrinaban y llevaban sus ofrendas.
Con música a todo volumen y rondas de tragos, nuestros guías mexicanos no paraban de animar el tour, que estaba lleno de extranjeros: desde un grupo de chicos de Texas en una despedida de solteros hasta una familia canadiense con dos bebés, pasando por turistas colombianos, franceses, argentinos y uruguayos de todas las edades. La embarcación que nos llevaba hizo varias paradas a lo largo del día: una, en el medio del mar, para que pudiéramos hacer snorkel sobre un impresionante arrecife lleno de peces, calamares, rayas y otras especies. Otra parada fue para almorzar, en una playa tranquila.
El tercer stop consistió de una visita a Playa Norte, una de las más espectaculares de toda la Riviera Maya, con agua transparente, arena tan blanca que encandila y hoteles y mansiones imponentes en las cercanías. Por último, fuimos a conocer el centro de la isla, donde se concentran el mercado, los restaurantes, varios hoteles y casas de los lugareños.
Ya a eso de las seis de la tarde, a ninguno de los asistentes del tour nos quedaban más energías, ni siquiera a los de la despedida de solteros. La mayoría estábamos insolados y aturdidos de tanto escuchar los gritos del animador que nos incentivaba a hacer "another round" de tequilazos. Por suerte, a la vuelta me esperaba una ducha reparadora y una cena con comida típica mexicana en uno de los mejores restaurantes de Cancún.
Día 2 - Punta Nizuc y Playa del Carmen
Después de un suculento desayuno de room service, partí a hacer un tour de snorkel a Punta Nizuc, una zona del mar repleta de corales y de una fauna marina sorprendente. Nadando por ahí, no solo pudimos reconocer especies como la raya águila, varios calamares y peces globo, sino que, además, visitamos el MUSA (Museo Subacuático) de México. Sí, un museo abajo del mar, con más de 500 esculturas increíbles realizadas por artistas de la región. Lo increíble de estas obras es que no solo tienen un gran valor cultural y un atractivo turístico, sino que, además, el cemento con el que están realizadas tiene una superficie de PH neutro que promueve el crecimiento de los corales y así ayuda a que proliferen algas y a preservar la vida marina del lugar.
Al mediodía volvimos al hotel para hacer las valijas y trasladarnos a nuestro siguiente destino: Playa del Carmen, uno de los preferidos de los argentinos, tanto que muchos se quedaron a vivir, enamorados de sus playas, su onda surfer relajada y su encanto pueblerino.
Día 3 - Tulum y los cenotes
Cuando fuimos a Tulum hacía un calor impresionante: en short y traje de baño, igual me sentía sofocada. Es un pueblo con aires rústicos y bohemios, alejado de los all inclusive, que combina playas despobladas con un sitio de ruinas mayas que es patrimonio de la humanidad. El calor insoportable de ese día hizo que tuviéramos que hacer la visita guiada por las ruinas en modo fast forward, para terminar rápido zambulléndonos en el mar.
Más tarde, el tour continuaba en el medio de la selva, en una especie de reserva natural que alberga algunos de los cenotes más espectaculares de la península de Yucatán. Y ahí es donde empezó la parte más adrenalínica del día. Lo único que anticipaba la agenda del viaje era una "visita a un cenote", pero nosotros visitamos no uno, sino tres cenotes increíbles, con agua dulce helada y cuevas penumbrosas. En el primero, me tocó descender hasta las profundidades de una cueva haciendo rappel, con murciélagos que planeaban alrededor de mi cabeza. El segundo fue menos aterrador: caminé por adentro de unas cuevas (también llenas de mini-Dráculas) para terminar tirándome por una tirolesa. Pero cuando llegó el turno del tercer cenote, realmente no me esperaba lo que iba a suceder. Me pusieron casco con linterna y salvavidas y entré nadando a las cuevas. Comenzaba un recorrido de más de 600 metros por un cauce subterráneo en el que, si apagábamos las linternas, estábamos en plena oscuridad. Claramente, no apto para claustrofóbicos.
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En algunas partes, el camino se hacía tan estrecho que las estalactitas rozaban mi casco y me golpeaba los pies y las rodillas con formaciones rocosas. Los murciélagos eran tantos que casi nos tocábamos y en un momento hasta tuve un encuentro cercano con una tarántula peluda a unos pocos centímetros de mi cuerpo, que me hizo dudar de si mis dientes tiritaban por el agua helada o por el miedo. La buena noticia es que pude superar mi aracnofobia y continuar con el recorrido hasta el final. Confieso que volver a ver la luz del sol fue todo un alivio.
Día 4 - Despedida
En el desayuno elegí un smoothie de frutos rojos y pancakes de carrot cake, como para arrancar livianito (¡!). Pero compensé sumándome a una clase de Aquastrong en la pileta del hotel, una especie de gimnasia localizada sobre unas colchonetas que me dejó las piernas doloridas durante todo el día. Más tarde me esperaba un masaje de despedida, que disfruté como nunca, y un Tour Gastronómico exclusivo del Paradisus Playa del Carmen en el que pude probar algunos de sus mejores platos.
Después de un buen rato de playa, me quedaba el último paseo del viaje: la Quinta Avenida, el centro turístico de Playa del Carmen, donde se pueden comprar souvenirs, artesanías y productos locales, pero también hay grandes tiendas como H&M, GAP o Forever 21. A la noche cenamos en Fuego, un restaurante de comida peruana, cuyo fuerte son los ceviches y el arroz con mariscos, el cierre perfecto para un viaje de puro placer gastronómico, aventura y relax.
Que no te falte
- Repelente de mosquitos: clave sobre todo si hacés alguna excursión en la selva, como las de los cenotes.
- Protector solar: idealmente con FPS 50 o más, y tenelo siempre a mano para reaplicarte a lo largo del día
- Dólares y/o pesos mexicanos: en muchos lugares aceptan ambos. Llevá efectivo para poder regatear en la Quinta Avenida o en otros mercados.
- Adaptador: usan el enchufe de dos patitas rectas, igual que en EE. UU.
- Cámara de agua tipo Go Pro o funda para la cámara del celular por si querés sacar fotos debajo del agua haciendo snorkel o buceo o en los cenotes.
Estadía de lujo
Los hoteles Paradisus Cancún y Paradisus Playa del Carmen son all inclusive de lujo, con mil opciones de actividades para hacer, Kids Zone y una oferta increíble de restaurantes y bares de todos los estilos gastronómicos, entre los cuales están Passion y Tempo, del chef vasco Martín Berasategui, con 8 estrellas Michelin en su haber.
Ambos hoteles (el de PlayaCar y el de Cancún) ofrecen un tipo de alojamiento especial que se llama Royal Service, un sector VIP del hotel de lujo, solo para adultos, en el que los huéspedes cuentas con servicio de mayordomo, servicio de concierge 24 hs., armado y desarmado de valijas y restaurantes exclusivos para Royal Service.
Un dato: si buscás una experiencia diferente, en Playa del Carmen ofrecen unas habitaciones que se llaman "Swim Up" y que salen directamente a su propia piscina privada y se conectan con otras piletas del hotel. O sea que se puede entrar y salir de la habitación nadando. ¡Ideal para las más acaloradas! www.paradisus.com.