4 consejos de una emprendedora exitosa: “Soñá en grande, pero arrancá chiquito”
En nuestra primera clase del ciclo Makers 2021, Ale Leguizamón, creadora de @mamaemprende, nos dió un montón de consejos para empezar a emprender con todas las de ganar.
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“Lo que ven hoy de mí no fue de la noche a la mañana. Fue una decisión que tomé hace más de 10 años. Fue un camino largo”, comenzó Alejandra Leguizamón, creadora de @mamaemprendearg, en la primera clase de Ohlalá Makers 2021. Gracias al apoyo de Banco Santander y Swiss Medical, más de 200 emprendedoras participaron de este encuentro en el que Ale dio un montón de consejos para arrancar con un emprendimiento. “No hay que frustrarse y hay que entender es una decisión que tomamos todos los días. Quiero que se lleven tips, cosas para poner en práctica. Pero, sobre todo, quiero que se lleven el mensaje de que emprender se puede y que podemos soñar en grande”, aseguró.
Ale estudió dirección de arte publicitaria. Empezó a trabajar a los veinte como pasante en una agencia, en donde aprendió sus primeras skills. Pero su espíritu emprendedor surgió con una situación de “oportuncrisis”. Un día la agencia decidió achicarse y a Ale le llegó el telegrama de despido. A la semana se enteró de que estaba embarazada. “En ese momento dije ‘Me pongo a emprender’. Quería tener mi propio negocio, no ser más empleada ni que otro determinara mi sueldo. Quería ser mi propia jefa. Con mucho laburo y actitud pude salir adelante y emprender”, contó.
Con un bebé recién nacido, en 2010 arrancó con “Qué monono”, una marca de decoración que revalorizaba el crochet como objeto decorativo. Sus productos llegaron a las revistas (¡Ohlalá fue la primera!) y así empezó su recorrido emprendedor, que con el tiempo mutó hasta llegar a la comunidad de más de 150 mil personas que es hoy @mamaemprendearg.
“Hay gente que en las crisis llora y otros venden pañuelos. Emprender se trata siempre de vender pañuelos. No se queden sentadas, sean proactivas. La decisión de emprender es a largo plazo, lleva años, toda una vida”, afirmó Ale.
Ale hoy es coach y experta en redes, y ayuda a muchísimas emprendedoras a seguir creciendo. “El orgullo que yo siento de haber construido lo que construí, la seguridad que me da tener las herramientas que tengo para seguir forjando negocios, hace que valga la pena el riesgo de emprender”.
1. ¿En qué sos buena?
“Emprender no solo es hacer un negocio, sino hacerlo bien”, definió Ale. Para eso, es clave entender cuáles son tus fortalezas. ¿Cuál es tu diferencial? ¿Qué hace que elijan tu producto o servicio y no otro? Hacé una lista bien completa de tus fortalezas. Incluí todo, aunque te parezca que no tiene nada que ver. Desde saber manejar Excel o sacar fotos, hasta astrología. Tenés que entender qué son las cosas que te hacen diferente al resto.
“Viste una oportunidad: se necesitan delantales de cocina, pero ¿es tu fortaleza?, ¿entendés de cocina o de costura?, ¿tenés recursos? A veces nos equivocamos en ver la oportunidad y no matchearla con nuestras fortalezas. Esto es muy importante, porque va a ser la base del emprendimiento. Y tiene que estar alineado con lo que te apasione, porque lleva tanto esfuerzo y tiempo que necesitás esa cuota extra de energía”, señaló.
Es fundamental también conocer tus debilidades y las oportunidades del mercado. Para eso, antes de arrancar, armá tu FODA -fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas- (¡Podés completar el de la página siguiente!). Solo así vas a saber bien dónde estás parada y te vas a poder apalancar en esas cosas en las que sos realmente buena para aportar una diferencia. “En las fortalezas y en las oportunidades del mercado es donde vamos a generar nuestra propuesta de valor, ese producto o servicio que cubre una necesidad real”, explicó Ale.
2. Mejor hecho que perfecto
Con su experiencia como emprendedora y como mentora de tantas otras, Ale resaltó un punto importantísimo para empezar: hacer un producto mínimo viable. Es necesario empezar chiquito para poder ver cómo le va a tu producto en el mercado y poder adaptarse a las necesidades reales del cliente, sin haberte gastado toda la plata. Lo bueno de esto es que saca la presión de que todo tiene que ser perfecto para empezar. “No hay peor error que arrancar un emprendimiento gastando un montón de plata, porque es muy poco probable que a ese emprendimiento no le tengas que cambiar nada”, definió Ale.
Empezá con lo que tenés y fíjate si funciona. A medida que avanza, podés reinvertir, mejorar el precio, la calidad. El mercado siempre te va a dar un feedback que te va ayudar a reformular tu producto o servicio. “Mi primer taller online emprende lo grabé con la computadora. No iba a invertir en algo que no sabía si funcionaba. Arranquen con lo que tengan, como puedan, y en base al feedback mejoran. El perfeccionismo es el enemigo del emprendedor”, recordó.
3. Reinventate
“Cuando empecé con Qué Monono, lo imaginé para toda mi vida. Pero cuando empezó a ir mal, me sentí muy frustrada. No sabía qué hacer. ¿Me iba de vuelta a laburar a una agencia?”, relató Ale. En ese pasaje, se dio cuenta de que reinventarse es parte del proceso. “Fue una búsqueda. Arranqué haciendo mates tejidos, después empecé con capacitaciones a otras mujeres que hacían cosas artesanales y eso se transformó en Mamá Emprende. Hoy tengo más de veinte mil alumnas”.
Es fundamental estar atentas a cuáles son las cosas que te apasionan, qué descubrimientos nuevos tenés, qué habilidades adquiriste, para transformar y redescubrir tu emprendimiento. Cuando no va, no sigas insistiendo, pregúntate qué querés hacer, qué aprendiste, volvé a hacer tu FODA y fíjate las oportunidades de este momento. Reinventarse es parte natural de la vida emprendedora y para eso tenés que escucharte. Tratá de ver qué te duele y por dónde querés ir. El emprendimiento no tiene que ser una tortura. Hay miles de opciones y de caminos.
4. Soñá en grande
“Animate a pensar en grande. Con Mamá Emprende, me imaginé un mundo de posibilidades que hasta ese momento para mí eran imposibles. Cuando me me pregunté ‘a dónde quiero llegar, quién quiero ser’, empezó un cambio de mentalidad. No te limites”, relató Ale.
Apostar a tu negocio requiere que inviertas en él, en capacitarte, en personas que te pueden ayudar a crecer. A veces es una amiga, otras una mentora. En cada etapa vas a necesitar diferentes cosas. Pero para eso tenés que reconocer que no sabés todo y que hay cosas que quizás no te salen, y permitirte pedir ayuda.
También es fundamental que puedas distinguir lo urgente de lo importante para no quemarte. Por ejemplo, lo importante es lanzar tu página web, porque eso te va a permitir vender, pero lo urgente es una clienta que se enojó porque el pedido no llegó. Esas cosas que tenés que hacer sí o sí, hacelas y evitá distracciones. Pero si todos los días los ocupás en lo urgente y no le das bola a lo importante, tu negocio se empieza a estancar. Lo importante es lo que realmente va a generar un salto cualitativo y cuantitativo.
“No hay nada más lindo que ser tu propia jefa, crear tu destino, que los logros, sean grandes o chicos, hayan salido de vos. Para mí eso es impagable”, cerró la clase Ale Leguizamón y llovieron los aplausos virtuales de las asistentes.
5 máximas emprendedoras
- El trabajo no es sangre, sudor y lágrimas. Sacate esa creencia limitante de que el trabajo es sufrir. Se puede trabajar de lo que te gusta y apasiona, y con eso ganar mucha plata y vivir mejor.
- No le eches la culpa a los demás. Si el proveedor te falló, pensá qué podrías haber hecho vos mejor: si no investigaste lo suficiente o no aclaraste en las cláusulas qué pasaba si el producto llegaba fallado. De todas las cosas siempre se puede aprender para mejorar.
- Nunca tomes decisiones los días que estás mal. En esos momentos, nuestro cerebro procesa de otra manera y no te ayuda a elegir bien. Si estás frustrada, cansada o tuviste un mal día con un cliente, pateá las decisiones importantes.
- Ser emprendedor requiere esfuerzo. Vos vas a construir tu día a día y esto requiere constancia. Es muy diferente de trabajar para otro, donde seguís lo que te dicen que tenés que hacer.
- Emprender siempre es vender pañuelos. Cada crisis es una oportunidad. Ante situaciones frustrantes o errores que cometemos, podemos llorar -sí, está permitido llorar un rato-, pero después tenemos que vender pañuelos, aprender qué hicimos mal, dónde metimos la pata.
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