YPF y la amnesia oficialista
Para alcanzar un futuro mejor tenemos que ser primero capaces de soñarlo y luego de confiar en la capacidad colectiva de lograrlo.
Niklas Luhmann fue un sociólogo que estudió en profundidad el fenómeno de la confianza como un elemento esencial para la vida de las personas. Básicamente aseguraba que la realidad era tan compleja que, si no tuviésemos la capacidad de confiar, nuestro miedo al futuro nos abrumaría y paralizaría. Para poder sobrellevar el día a día armónicamente debemos tener confianza en que ciertos aspectos del porvenir estarán resueltos, y para arribar a esa certeza nos apoyamos en los demás y en los fundamentos que nos da el pasado. Confiar es una estrategia vital para lidiar con un futuro incierto.
En un mundo en el que la energía es un bien estratégico, poseer soberanía en la materia es importante. Vaca Muerta es el tercer reservorio de gas y petróleo no convencional del mundo, con una magnitud que nos podría abastecer por varios siglos y un valor equivalente a 10 veces el valor de los bienes y servicios que produce nuestro país cada año. Nuevamente, la naturaleza es harto generosa y nos regala recursos extraordinarios. Pero tan importante como la disponibilidad de energía es saber administrarla con rigurosidad. Y la política energética de los últimos diez años ha sido desastrosa, a punto tal que pasamos de ser exportadores a importadores netos crecientes .
La expropiación del 51% de YPF en 2012 fue, sin dudas, una decisión soberana . Pero la forma en que se implementó fue tan desprolija que constituyó un profundo quiebre de la confianza del mundo en nosotros. En tal contexto, una explotación profesional y cuidadosa de Vaca Muerta había pasado a ser una quimera, dado que se requiere una monumental inversión para llevarla acabo. En ese sentido, el acuerdo recientemente anunciado cierra casi dos años de conflicto con una nación amiga y que constituía un obstáculo adicional para avanzar en lo pendiente.
El acuerdo recientemente anunciado cierra casi dos años de conflicto con una nación amiga y que constituía un obstáculo adicional para avanzar en lo pendiente
Quizás el arreglo nos haga un poco -no mucho- más predecibles para el resto del mundo. Sin embargo, la pirueta llevada a cabo por el Gobierno en este tiempo socava los fundamentos para la confianza interna. En 2012 se dijo que no se iba a pagar lo que Repsol pretendía; ahora se hará. El 17 de abril de aquel año, en su presentación al Senado, el actual ministro de Economía y vicepresidente de YPF afirmaba: "Repsol va a tener que pagar por el daño ambiental. Estamos haciendo un relevamiento con los gobernadores"; hoy eso parece olvidado. Muchas veces la propia Presidenta y Axel Kicillof sostuvieron que los bancos internacionales no entendían y hasta actuaban en contra de nuestro país y por eso cobraban tasas usurarias; en el convenio el Gobierno acepta que los bonos a entregarse sean valuados por entidades financieras internacionales y convalida una tasa interna de retorno de alrededor del 14% en dólares.
Absolutamente todas las señales, las del pasado reciente y las actuales, son tan ridículamente contradictorias que no pueden jamás constituir una base de certidumbre de cara al futuro. Más bien parecen indicar improvisación, urgencias y motivaciones opacas que las autoridades no quieren siquiera discutir públicamente. Vaca Muerta puede representar un tren al progreso más rápido de lo que deberíamos tener en base a nuestras decisiones de los últimos 20 años. Pero, si lo encaramos de un modo tan chapucero, volverá a ser una enorme oportunidad perdida. Teniendo en cuenta su relevancia -y, por ende, también la de YPF- como sociedad y desde el Congreso tenemos la responsabilidad de exigir no sólo mayor transparencia en las condiciones del acuerdo sino, sobre todo, conocer cuál es el plan que propone el Gobierno en materia energética para los próximos años.
Absolutamente todas las señales, las del pasado reciente y las actuales, son tan ridículamente contradictorias que no pueden jamás constituir una base de certidumbre de cara al futuro.
En ocasión de la expropiación, desde este espaciocomparé la amnesia argentina con el pez carpín, que posee una memoria de apenas unos segundos por lo que cada vez que pasa por un lugar de la pecera cree que jamás lo visitó antes. Nuestro país pasó de tener empresas públicas pioneras, a administrarlas mal, a privatizarlas parcialmente, a extranjerizarlas de la peor forma, a imponer socios privados locales para finalmente estatizarlas y nacionalizarlas casi sin aprendizajes visibles de toda la actuación anterior. Ese es el repetido minué de YPF, entre varios otros casos como los trenes oAerolíneas Argentinas. Y el oficialismo parece padecer una capacidad para el recuerdo aún menor: muchos de ellos votaron alegres la privatización y la extranjerización, aplaudieron la expropiación sin pago y ahora celebran con fanfarrias el acuerdo.
Para alcanzar un futuro mejor tenemos que ser primero capaces de soñarlo y luego de confiar en la capacidad colectiva de lograrlo. Nada de eso se puede hacer con vaivenes inexplicables que producen una incertidumbre asfixiante. Para revertir eso precisamos más información, comunicación y estándares de comportamientos y gestión mucho más elevados de acá en adelante. Hay demasiado en juego para que ésta sea una discusión sólo de corto plazo. Para que, otra vez, construyamos un futuro incierto por ignorar el pasado.
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