Ya nada será como antes
No hay dudas de que los resultados de la elección presidencial en los Estados Unidos fueron lo más determinante que le sucedió a la política climática global por estos días. El triunfo de Donald Trump pone en peligro todo lo alcanzado por la comunidad internacional.
No ha sido poco lo logrado en 2016: el Acuerdo de París entró en vigor, se pudo sostener el ímpetu político logrado en diciembre de 2015 y hoy estamos transitando la primera reunión de las Partes del Acuerdo en Marrakech. Esto nos habla del sentido de urgencia y la convicción que, al menos hasta hoy, primó en la comunidad internacional.
Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), 2016 puede ser el año más cálido registrado. Los datos preliminares muestran que las temperaturas globales de 2016 están aproximadamente 1,2°C por encima de los niveles preindustriales y la concentración de CO2 también aumentó este año. Por otro lado, ONU Ambiente alertó que antes de 2030, las emisiones de gases excederán en más de un cuarto los niveles necesarios para poder mantener el calentamiento global por debajo de los 2°C.
Si no se produce una rápida baja en estas emisiones, la temperatura del planeta aumentará durante este siglo entre 2,9 y 3,4°C, incluso aunque se implementen en su totalidad los compromisos acordados el pasado año en París, por lo que éstos deben ser redefinidos en su ambición. Ese es el desafío más importante que ahora tiene el Acuerdo, a lo que ahora se suma el trabajo para que Trump no dinamite el proceso.
Si bien es cierto que muchos analistas señalan que su gobierno jamás podrá tener la virulencia que imprimió a su campaña, también hay que tener en cuenta algunas señales. Según The New York Times, el candidato para liderar la influyente Enviromental Protection Agency (EPA) es Myron Ebell, un reconocido negacionista y activo lobbista contra la política climática de Obama. Además, Ebell sería acompañado por Michael Catanzaro, empleado en la empresa de lobby CGCN, que tiene como clientes a importantes empresas de fracking, petróleo y gas vinculadas al movimiento escéptico climático, como la Koch Industries o Halliburton.
Otra novedad preocupante es que un grupo de asesores legales estaría analizando cómo podría Estados Unidos retirarse del Acuerdo de París. Y esto, más allá de las posibilidades, puede convertirse en una cuestión de tiempo y desgaste.
El tercer elemento de la política de Trump es su compromiso con la explotación de hidrocarburos. Su intensificación no tendrá ningún impedimento legal ni límite climático. Eso implica desarmar el andamiaje creado por Obama para ir por el camino contrario. En este contexto, la reunión del G20 en Buenos Aires en 2018 podrá ser un tanto agitada, tanto en su interior como en las calles.
Pero por el momento, la marcha del Acuerdo no se detiene. Que el proceso se muestre sólido e imparable es algo muy positivo y es una condición necesaria para enfrentar lo que venga. Quizás el mensaje político más importante que debe esperarse de la COP22 es que el Acuerdo goza de buena salud, que no existen grietas en su interior, que al proceso de revisión de metas de reducción de emisiones se lo vea como tarea ineludible para los próximos 2 años y que el flujo de dinero comience a aparecer. Anuncios módicos, a esta altura de los acontecimientos, pero suficientes tal vez para un momento tan frágil.
Diputado nacional por Cambiemos