¿Y si probamos más juntos?
Más tiempo de calidad, una fórmula para mantener la magia de la luna de miel en la pareja
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Hace unos días encontré un artículo sobre un método para que las parejas puedan mantener la magia de la luna de miel a pesar del paso del tiempo. Esperaba ver sugerencias del tipo “salgan de viaje con amigas” o “pensá en vos”. Para mi sorpresa, la propuesta era encontrar la manera de pasar más tiempo de calidad juntos. Y solos. Revolucionario. Novedoso en estos tiempos.
Mucho se habla de recetas para mantener la pareja como el primer día y volver a “sentir mariposas”. O, también, mucho se escucha acerca del fin de la pareja porque “ya no siento” o “no estoy más enamorado”.
En mis consultas estas frases son frecuentes. Las redes sociales espejan esta realidad a través de quienes acaparan la opinión pública dando cátedra sobre el tema: parejas que se hacen famosas, famosos ventilando estilos de pareja. Publican sus rupturas exprés que -aparentemente- no duelen ni dejan marcas, reflejo de relaciones efímeras. Promueven que la vida en pareja tiene una puerta de entrada y otra de salida, que quedan sin traba. Se abren y cierran con un mecanismo tan eficiente que atrae. Y no lastiman, y no dejan cicatrices. ¿Y si probamos? Total, se entra y se sale del corazón de alguien con facilidad. Dejo abierta “sin traba” la puerta de mi vida. No “trabo” la salida tampoco.
¿Hacia dónde voy con esta metáfora? A que no nos dejemos confundir. Las puertas de los corazones de estas personas que nos permiten espiar su vida íntima en los medios, están en realidad completamente cerradas a compartir, a la entrega, a recibir. Con llave y con cerrojo.
Detrás de la apariencia de superación, flexibilidad y apertura hay, seguramente, miedo. Elijo miedo por sobre egoísmo, individualismo, y otras palabras que nos invitarían a reflexionar sobre esta realidad. El miedo paraliza y nos encierra en nosotros mismos. ¿Miedo a qué? A la vulnerabilidad que nos deja expuestos el verdadero amor y la apertura a la otra persona. Miedo a lastimarse. A “perder la libertad”. Sin entender que es desde la libertad que se elige la donación al otro. Y, por fin, miedo a dejarse de lado, a olvidarse de uno, a que el otro sea dueño de mis tiempos. Desde allí se gesta el egoísmo, la imposibilidad de darse y recibir al otro.
Hoy se mira con desmedida valoración la libertad de disponer de la vida para uno mismo. Los más jóvenes gestan sus relaciones de pareja en el seno de un mundo propio en el que exacerban los vínculos de amistad llevándolos a lo más alto. Alentados por adultos que proyectan las frustraciones propias.
La amistad es importante en la vida, pero no confundamos. No es un vínculo exclusivo, en el que me dono y recibo al otro con el compromiso de cuidarlo toda la vida. Hoy un joven tiene a sus amigos como prioridad, incluso frente a su pareja. Pero no construye con ellos un apego tal que le impida despedirse mañana para marcharse a conquistar el mundo.
Llevo tiempo reflexionando sobre esta realidad, veo matrimonios que cuestionan esta escala de valores, y buscan tiempo de cada uno en soledad o con amigos para encontrarse a ellos mismos.
En este contexto es que me sorprendió artículo mencionado al comienzo. Lo que más llamó mi atención fue la mención de un conocido matrimonio de Hollywood que sin pudor, cuenta en sus redes que, para mantener viva su pareja luego de 24 años, practican este método pasando tiempo de calidad juntos. Un método opuesto a la arenga de la sociedad que nos invita a alejarnos del otro para encontrarnos y satisfacer nuestras necesidades. A divertirnos, separados, con personas que no “comprometen” nuestra libertad.
Celebro que, en medio de tanto miedo al compromiso, existan valientes que se animen a ventilar sin vergüenza, una intimidad verdadera, en la que el corazón y la vida se abre al otro para recibirlo, abrazarlo y donarse sin reservas.
Abogada, magister en Matrimonio y familia, coach de Familia y profesora del Instituto de Ciencias de la Familia de la Universidad Austral