Y sí, hoy se me pianta un lagrimón
Como saben, no me gusta convertir esta columna en plataforma de iniciativas en las que estoy involucrado. Hoy me apartaré de ese criterio rector porque creo que lo reclama la angustia de la hora. Lanzo formalmente la Asociación de Amigos de Alberto, una triple A que, contra los fines inconfesables de la primera Triple A, de tan triste memoria (otro regalito del peronismo), nace con fines recontra confesables: salvar al Presidente. Salvarlo de la persona que no lo deja gobernar, lo lleva por el mal camino, lo está haciendo extraviar. Ninguna sorpresa, por supuesto, respecto de quién es esa persona. Es Alberto. El nuevo Alberto.
Resulta evidente que hemos perdido al Alberto original, al profesor de derecho que venía a cerrar la brecha, respetar las instituciones y llenarnos la heladera. No sé ni dónde ni cuándo lo hemos perdido, en qué pliegue de su compleja personalidad estará traspapelado, pero hay que ir en su rescate. Mostrarle esa foto viejísima, la del 10 de diciembre, y hacerle escuchar su discurso de aquella mañana, cosa de que recupere la memoria. Me dicen que incluso Dylan lo olfatea y no lo reconoce. Quiero que la AAA lo encuentre y lo devuelva a la faz de la patria. Y mi aspiración es no ser yo quien presida la entidad, sino Cristina.
Muchos estarán pensando que Cristina es parte del problema; que ha contribuido a que del primer Alberto quede poco y nada. Coincido, y al ofrecerle la presidencia se lo hice saber. Porque, convengamos, la ecuación no es sencilla: con Cristina no hay Alberto, pero sin Cristina tampoco. Sobre su responsabilidad en el desperfilamiento de nuestro hombre me dijo que no es tan así, que simplemente, al verlo tan ligero de recursos, intenta tunearlo. Respecto de mi ofrecimiento de la presidencia, contestó que en principio no, que no está en sus planes, salvo que no haya más remedio.
Es que no hay más remedio, señora. No podemos quedarnos de brazos caídos con el Banco Central despidiendo en la puerta, lloroso, la salida de sus últimas reservas; con la clase media hundiéndose en la escala y una pobreza que llega al 40,9% (raro: la UCA dijo en diciembre que era de 40,8%; qué bueno que la pandemia no nos haya afectado). Hay hambre, Cristina, créame. Un señor consultado para la última encuesta de Giacobbe describió así la situación de su barrio: "Acá no sacamos la basura; la entramos". La crisis es tan grave que ayer nos enteramos de que las empresas eléctricas van a recibir asistencia porque no pueden pagar la luz; eso es tanto como decir que en Aguas Argentinas se están muriendo de sed.
Huyendo de nosotros, la conducción regional de Coca-Cola se mudó a Río, pero me hicieron saber que si encontramos al Alberto original, pegan la vuelta. Sea buenita, Cris, ayúdeme a ayudar al Presidente. Tirémosle un Waze. Quizás una terapia interesante sea mandarle filminas por WhatsApp. Una filmina con las cifras de infectados y muertos por Covid, con la aclaración, por si lo agarramos distraído, de que son una catástrofe; de paso, si usted sabe algo de los expertos que lo asesoraban, ¿me chifla?; y si sabe algo de Ginés, no me diga nada. Otra filmina con un mapa de la toma de tierras en el conurbano. Otra, con las desobediencias civiles, como la de bares y restaurantes en Mar del Plata, o la de la gente en San Luis contra la prohibición de circular por las rutas, o las de todos los que hemos salido del encierro porque le tenemos más miedo al Gobierno que al virus. Otra, con los municipios y provincias que empiezan a cortarse solos, dándose fronteras que protegen a punta de pistola. Cada envío debería ir precedido de emojis de corazones y un texto breve: "Va de onda, profe".
Cristina, usted lo hizo presidente; ahora ayúdelo
Él tiene que sentir que no hay nada personal en la movida. Si le recordamos que de sus dos principales proyectos, la mesa del hambre y el consejo económico y social, ya ni se habla, no es para bardearlo, sino para que resetee la agenda. Con el mismo espíritu constructivo podríamos hacerle ver que no estaríamos acercándonos a los países nórdicos, o que quizás estos, malvados, se están corriendo. Si le hacemos llegar las cosas que publican los diarios de nuestros vecinos sobre las penurias que vivimos, no debe faltar, como contraposición, el dato de que esta fue la tierra elegida para su exilio por Evo Morales.
Cristina, vuelvo a pedirle su colaboración. La AAA deja de tener sentido si usted insiste en mandarlo al frente con causas invendibles como Vicentin, la reforma judicial, la guerra a la Capital o el desplazamiento de jueces. En todo caso, haga un per saltum: por qué no saltea la instancia inferior y toma directamente usted la responsabilidad de esos temas, que en realidad son suyos. Él los asume con poco arte y cristiana (o Cristina) resignación. El otro día lo vi criticar a Rosenkrantz y me dio pena. No es bueno en eso. Pegarle a Rosenkrantz, un tipo de foja impecable, como estudiante, como abogado, como académico, al que la toga de juez de la Corte nunca le quedó grande, es tarea para un jugador de las ligas mayores. La teología enseña que "quien puede lo más puede lo menos". Usted lo hizo presidente; ahora solo se trata de alivianarle la carga.
Maestro Quino, genio, me hubiese gustado despedirlo con una sonrisa. Pero, igual que a Mafalda, se me pianta un lagrimón.