¿Y si Cristina Kirchner ganara en octubre?
La historia indica que cuando gana el kirchnerismo, aunque sea solo en la provincia de Buenos Aires, destartala la economía nacional porque todos los inversores, incluidos los argentinos, empiezan a hacer las valijas para irse del país
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¿Será Cristina Kirchner candidata a diputada nacional por la provincia de Buenos Aires en las elecciones del próximo octubre? A su lado, aseguran que ella deberá cumplir ese rol para ratificar su liderazgo en el distrito electoral que se convirtió en el suyo. En verdad, su distrito no es Santa Cruz, donde tiene domicilio formal, pero donde quieren muy poco a los Kirchner; su distrito real es la provincia de Buenos Aires, donde ella nació y reside el conglomerado humano más grande y pobre del país (el conurbano) que sigue creyendo mayoritariamente en la expresidenta. El populismo es posible donde prevalecen la necesidad y, muchas veces, el hambre. Aquella pregunta inicial es oportuna porque las encuestas más serias señalan que Cristina Kirchner ganaría las elecciones bonaerenses si la oposición fuera dividida y desordenada, como parece que, hasta ahora, irá. Tomemos un ejemplo. En octubre pasado, la consultora Poliarquía informó que, según sus mediciones, la señora de Kirchner ganaría las próximas elecciones en territorio bonaerense con el 33 por ciento de los votos; la misma empresa señaló en un nuevo informe de diciembre que la intención de voto a ella había aumentado hasta el 37 por ciento en el mismo poderoso distrito. Debe consignarse que La Libertad Avanza se impondría en todo el país en esas mismas mediciones. Pero la provincia de Buenos Aires y la Capital son las principales vidrieras de la nación política. Sin embargo, en aquellos dos informes de Poliarquía, tanto en el de octubre como en el diciembre, era fácilmente perceptible que una eventual alianza de La Libertad Avanza con Pro le ganaría a la actual jefa del partido peronista en la indócil y vasta Buenos Aires. Karina Milei y Diego Santilli, aliados, le ganarían a la expresidenta, de acuerdo con las mediciones de octubre, por 7 puntos. José Luis Espert y Santilli, también aliados, superarían a Cristina por 4 puntos, según los números de diciembre. La menor diferencia no habla mal de Espert y Santilli ni bien de Karina Milei; sucedió simplemente que Cristina Kirchner aumentó en 4 puntos porcentuales su caudal de votos entre octubre y diciembre. Como se ve, hay un país que se inscribe en los grandes centros urbanos, en provincias con una fuerte presencia industrial y en el interior rural y productivo, y hay otro país en el amplio, numeroso y carenciado conurbano bonaerense. En este territorio violento y pobre es donde la viuda de Kirchner se impone con tanta holgura que termina ganando toda la provincia de Buenos Aires, a pesar de que en el interior de esa provincia y en sus zonas industriales la victoria sería de Javier Milei.
El decurso de la política nunca es estático ni previsible ni lógico
Pero ¿es probable una alianza de La Libertad Avanza y Pro cuando hay tanto belicismo entre ellos? En rigor, la agresividad es más notable desde el mileísmo hacia el macrismo que al revés. “Nosotros hicimos todo lo posible en el Congreso para ayudar al Gobierno; ellos solo nos dedicaron destrato e indiferencia”, corrige un dirigente de Pro. Fuentes oficiales señalan, a su vez, que el Presidente dio repetidas órdenes para que su partido y Pro vayan juntos en las elecciones de este año. Esa disposición, deslizan funcionarios oficiales, empieza a complicarse en la oficina del influyente asesor Santiago Caputo. ¿Es Caputo, entonces, el responsable de que no haya perspectivas de alianza entre esos dos partidos? Parece, a primera vista, un exceso de deducción e inferencia. “Tampoco podemos echarle la culpa de todo a Caputo”, precisa otro dirigente de Pro. En el fondo, la dirigencia de Pro sospecha que detrás de la dificultad para aliarse con los libertarios están los hermanos Milei o, al menos, alguno de los dos. Es cierto que Karina Milei es la voz más potente en la divulgación de que los votantes de Pro ya están con ellos, le guste o no a Mauricio Macri, y que por lo tanto es innecesaria una coalición entre los dos partidos. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, no lo quiere a Macri cerca. Una alianza formal con Pro le quitaría influencia a ella en el gobierno de Milei. La política es ingrata. A su vez, la dirigencia territorial de Pro, o la mayoría de ella, ya prefiere una aventura electoral en soledad después de tantas vueltas con el mileísmo y de tanto maltrato. “Aunque saquemos el 6 por ciento de los votos nacionales”, dice un dirigente del interior. Los separatistas del macrismo saben que la última palabra nunca es la última en política y que siempre habrá tiempo para la reconstrucción, y agregan: “Los votos de Milei son los de Pro, como en el futuro los votos de Pro pueden ser los actuales de Milei. Son los votos de gente que quiere un país muy distinto del que ofrece el kirchnerismo”. En la Capital, fue Jorge Macri quien se adelantó a anunciar que no habría alianza con el mileísmo. “Estamos cansados de que ellos reciban favores nuestros en el Congreso nacional y de que hagan todo lo posible para desestabilizarnos en la Capital”, resumen cerca del otro Macri.
Milei se acerca a algunos dirigente del evaporado radicalismo, pero tampoco les ofrece una alianza en serio. Espera. Tal vez no necesite a nadie. En el esplendor de su romance con una mayoría social, Milei cree que está en condiciones de ir por todo. El vamos por todo se convirtió en una enfermedad letal de la política argentina. Lo puso en práctica Cristina Kirchner en 2011 cuando ganó ampliamente la reelección; era una viuda reciente y la economía se recuperaba de la fuerte caída en 2009. “Vamos por todo”, arengó desde Santa Fe poco después. Cuatro años más tarde, en 2015, debió entregar todo porque ganó la presidencia su peor enemigo en ese momento, que era Mauricio Macri. El decurso de la política nunca es estático ni previsible ni lógico.
Milei ha hecho –por qué negarlo– un buen trabajo en el ordenamiento de las cuentas públicas, en el freno abrupto del despilfarro fiscal, en la consecuente y significativa caída de la inflación y en la reinstauración de una noción de la seguridad en el espacio público. El país está objetivamente mejor que hace un año. Es lo que la gente común le agradece porque son las cosas que hacen más fácil su ya compleja vida cotidiana. Al mismo tiempo, es evidente cierto desparpajo en el manejo presidencial de las instituciones, ya sea porque Milei propone al cuestionadísimo Ariel Lijo como miembro de la Corte Suprema, porque insulta al Congreso o porque agravia y calumnia al periodismo. El Presidente solo acepta la adhesión incondicional. “Se está con él en un ciento por ciento o se es su enemigo”, explica alguien que lo conoce. Esa es su diferencia fundamental con Macri. “Las instituciones y la república también importan en el manejo de la economía”, repite el expresidente de Juntos por el Cambio. Algunos mileístas le atribuyen a Macri, además, una disidencia profunda con el Gobierno por la licitación para el dragado y balizamiento de la Hidrovía, el transporte fluvial que en la parte argentina lo conforma el río Paraná. Es una obra gigante que está desde hace 30 años en manos de una empresa belga (Jan de Nul), socia en su momento del polémico empresario Gabriel Romero, acusado de varios delitos (sobre todo por Elisa Carrió), hasta que terminó confesando ante el fiscal Carlos Stornelli y el juez Claudio Bonadio que les pagó sobornos por 600.000 dólares a funcionarios de Cristina Kirchner. El problema de ahora no es entre Milei y Macri. El corazón del conflicto consiste en que dos países importantes, China y Holanda, hicieron saber que no les gusta cómo se están haciendo los pliegos de la licitación para adjudicar una concesión que el Gobierno prevé para los próximos 60 años. Ese tiempo es una enormidad, y encima con sobreprecios de cerca del 200 por ciento. La Hidrovía sirve para transportar por barco gran parte de la producción agropecuaria e industrial argentina. Diplomáticos que pidieron reserva de sus nombres señalan que esos pliegos están hechos para que tales trabajos sigan en manos de la empresa belga que los tiene a su cargo desde hace tres décadas. Los expertos aseguran que, si todo resultara como intuyen, el costo argentino seguirá afectando las exportaciones argentinas.
Devaluar no es una solución, pero el Gobierno tendrá que hacer algo para que el dólar no siga subvaluado. Tendrá que poner en práctica cuanto antes una desregulación más profunda de la economía y, sobre todo, hacer una reforma impositiva que ya se posterga demasiado tiempo. La insoportable carga impositiva y otras obsoletas regulaciones complican la competencia de los argentinos con los productos del exterior. También han sucedido cosas en el mundo de las que el gobierno argentino no tiene ninguna culpa. Pero sucedieron, como siempre ocurre: se mueve una hoja en la economía de cualquier lugar del planeta y repercute en el resto del mundo, incluida la economía argentina. El precio de la soja bajó en los mercados internacionales a niveles que no se veían desde hacía mucho tiempo. Durante todo 2024, cayó un 22 por ciento. El real, la moneda brasileña, se devaluó como nunca lo había hecho hasta ahora. Brasil es el principal destino de las exportaciones argentinas y la Argentina es, al mismo tiempo, el tercer proveedor del gigante sudamericano, después de China y los Estados Unidos. Algo puede salir mal si se derrumbó el precio de la soja y, a la vez, la moneda brasileña se devaluó, mientras el peso argentino está sobrevaluado, aunque –vale la pena repetirlo– la devaluación no sea una solución.
El otro cisne negro que aparece en el horizonte ya no tan lejano se llama Cristina Kirchner. ¿Qué repercusiones podría tener en la economía un eventual triunfo de la expresidenta en las elecciones legislativas de octubre? La historia indica que cuando gana el kirchnerismo, aunque sea solo en la provincia de Buenos Aires, destartala la economía nacional porque todos los inversores, incluidos los argentinos, empiezan a hacer las valijas para irse del país. Ella podría volver, deducen. Macri perdió el control de la economía, y del país, en agosto de 2019, cuando en las primarias de aquel año se impuso la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner. Para Milei, la diferencia consiste en que él vaya por todo o que otros vayan por él.