Vos, Feinmann, andá al arco
- Dura la vida de quien la invierte en procurar la mirada aprobatoria del poderoso que habrá de escucharlo.
- Exuda usted esta mañana, Ferretti, ésa su sabiduría multiuso que tanto me cautiva.
- Búrlese si lo desea, pero así es como está escrito el destino de ciertos intelectuales.
- ¿Y qué me dice del poderoso que habrá de ser enfrentado por el intelectual al que escucha?
- Percibo que estamos entando directo en el caso José Pablo.
- ¿Usted lo conoce, Ferretti? Digo, como lo llama por el nombre...
- Yo no, pero Kirchner lo llamaba así.
- ¿Cómo sabe?
- El propio Feinmann lo cuenta. Dice que una vez le habló por teléfono desde el extranjero, porque necesitaba con urgencia "consultar con José Pablo". ¡Se ve que era hombre de su confianza! Y Feinmann, a su vez, en otro de sus libros, se refiere al Presidente como "El Flaco". Es obvio que se la pasaban todo el tiempo juntos.
- Largue la ironía, Ferretti. Es verdad que a veces Feinmann exagera su protagonismo y hace gala de un don de ubicuidad que lo coloca como testigo omnipresente de los grandes hechos de la historia...
- Del fusilamiento de Dorrego a la matanza de Ezeiza. José Pablo estaba allí.
- …Pero también es verdad que es un gran docente y un extraordinario divulgador. Y que ha encontrado por primera vez una fórmula entretenida y eficiente para enseñar nada menos que Filosofía por televisión.
- ¡El Cormillot de la Metafísica!
- Si así fuera, ¡bienvenidos Feinmann y Cormillot!
- Tiene razón, discúlpeme. Pero es que me enloquece pensar en lo que hizo este muchacho. Justo a él, que se postulaba como sostén ideológico de los Kirchner, se le ofrece la posibilidad de difundir sus pensamientos en un espacio que siempre le ha sido ajeno, hasta podríamos decir opuesto. ¿Y qué hace? En mitad de una charla filmada, porque percibe un clima amable y se siente cómodo, pela el facón y se lo clava por la espalda a sus protectores.
- No se olvide que él siempre cuestionó la lealtad peronista a favor de una posición más crítica.
- Feinmann es libre de pensar lo que se le dé la gana. De reinterpretar el último regreso de Perón a la luz de Beckett, o de utilizar los rizomas de Deleuze para explicar la tortuosa relación entre el General y la JP. Hasta de describir, con menos razones científicas que gorilismo inocente, la conversión del Perón revolucionario de los 50 en el viejo fascista que creyó ver en los 70. No es eso lo que se le cuestiona. Ni tampoco las desmentidas posteriores, que acabaron por empeorar aún más las cosas y sepultaron al filósofo en el barro de la historia.
- ¿Qué es, entonces, Ferretti, lo que no le perdonan? Porque mire que hacen cola para pegarle
- Desaprovechó una gran ocasión, sirvió en bandeja un título que ni Mariano Grondona se hubiese atrevido a poner, demostró una impericia política que obliga a dudar de las condiciones pedagógicas de Néstor Kirchner, introdujo una discusión que, si legítima en su contenido, no lo es en su oportunidad ni mucho menos en el lugar que eligió para proponerla.
- Me parece que está siendo demasiado duro, Ferretti. Quizás sea cierto que los hechos de los hombres sólo persiguen el objetivo del reconocimiento. Feinmann ha pasado demasiado tiempo encerrado, escribiendo sin descanso libros ambiciosos y extensos. Tal vez, como dicen en el barrio, le haya faltado calle. En ese sentido, y que me disculpe, ha sido más heideggeriano que sartreano. El poder lo reconoció demasiado tarde. No estaba preparado para la tele. Fíjese que él mismo se describe como un gordito sin cintura y simula un cancherito que se las sabe todas.
- Como ese chico que aparecía de vez en cuando en los potreros con una pelota nueva debajo del brazo, lleno de falso entusiasmo por el fútbol y vacío de aptitudes. Los pequeños canallas no dudaban en su crueldad y lo mandaban al arco.