Volver a conectarse con Brasil
La integración con Brasil es una de las pocas políticas de Estado que la Argentina mantuvo durante el actual período democrático. Sin embargo se viene notando una indeseable desconexión estratégica entre ambos países. Esta desconexión creciente, que está fundada en factores concretos y se acelera hoy a causa de diferencias ideológicas, no parece ser positiva para ambas naciones, y en particular para la Argentina. Al considerar cómo revertir este proceso en forma constructiva, pueden ser útiles algunos aspectos de la política exterior brasileña.
La aspiración de Brasil siempre ha sido de jugar un rol prominente a nivel regional e internacional. El gran diplomático Joaquim Nabuco declaraba en 1908: “El Brasil, consciente de su tamaño, ha estado orientado siempre por un sentido profético con respecto a su porvenir”. En los años 70, el canciller Azeredo da Silveira expresaba: “El Brasil no podía renunciar a su grandeza”. Hasta el secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger reconocía que “los grandes temas del mundo son los temas de Brasil”.
El primer ámbito donde el Brasil procuró construir su prestigio fue en la región latinoamericana. Primero impulsó el Mercosur, una organización que llevó a éxitos económico-comerciales, pero que se caracterizaría por una baja institucionalidad. Luego empujó la formación de la Unasur (los países de América del Sur), y más tarde la de la Celac (que sumaba a México, América Central y el Caribe). Estas organizaciones concéntricas, cuyo centro era Brasilia, eran símbolos de la preeminencia brasileña en el continente y de la actitud de liderazgo histórica de Itamaraty –su cancilleria–, expresada por el gran barón de Río Branco: “Pensar siempre en ello, pero jamás mencionarlo”. La falta de institucionalidad sería una característica de estas organizaciones, dada la resistencia del Brasil a cualquier tipo de estructura supranacional.
A partir de la primera década de este siglo, Brasil potenció un proceso de reorientación en política exterior, dando más importancia a lo global que a lo regional, tanto en lo político como en lo económico. Dando continuidad a una de sus dos grandes estrategias de política exterior, la “política exterior independiente”, Brasil participó más activamente en el grupo Brics (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica). A su vez su liderazgo empresario le perdía el miedo a competir a nivel internacional y se lanzó a actuar a nivel global. Un caso emblemático fue el de la empresa fabricante de la cerveza Brahma, que apalancaría su dominio en el mercado interno para expandirse primero al Mercosur, comprando Quilmes; luego, este “campeón nacional” saltaría a Europa para fusionarse con la empresa belga Stella Artois, y luego a EE.UU para comprar Anheuser-Busch. A su vez, el actual ministro de Economía, Paulo Guedes, implementa medidas para reducir el “costo brasileño”, reduciendo costos impositivos, energéticos y de financiación, para competir a nivel global.
Al considerar formas de interactuar con Brasil, en particular en lo económico, debemos señalar que a la firma del Mercosur en 1991, el PBI de la Argentina representaba un 55% del PBI brasileño, y que en 2021 representó solo un 31%. Este duro dato y reflejo de un declive relativo de la Argentina, se magnifica ante la observación de Kissinger: “La teórica igualdad soberana de cada nación latinoamericana postulada en el sistema interamericano no era parte del vocabulario de la política exterior brasileña”.
Afortunadamente existen objetivos en lo económico de potencial convergencia entre los intereses de ambos países: finalizar el acuerdo Mercosur-Unión Europea, aprovechando la disposición de varios países europeos a relanzarlo (debido a la guerra en Ucrania) y la llegada de Lula al poder en Brasil, que prometió concluirlo en seis meses; este acuerdo impondría sobre Brasil compromisos claros, y ordenarían al Mercosur. Cerrar un acuerdo similar con EFTA (Suiza, Noruega, Islandia, Liechtenstein), satisfacer la demanda de energía de Brasil, que está aún a la espera de la llegada del gas de Vaca Muerta; negociar tratados comerciales entre el Mercosur y los países del Asean (como Indonesia, Vietnam, Tailandia y Malasia), que pueden firmar individualmente acuerdos bilaterales; encarar en forma conjunta la elección del sistema 5G de comunicaciones, identificar oportunidades incrementales de demanda para nuestras exportaciones a lo largo de la vasta geografía del Brasil.
Para enfrentar este desafío, la diplomacia argentina tendrá que actuar con un alto profesionalismo, firmeza, y una cierta dosis de humildad. Y recordando lo que dijo Kissinger: “Los diplomáticos brasileños persiguen sus objetivos con encanto, tenacidad y en forma casi anónima, de tal modo que sus interlocutores están siempre ante el peligro de olvidarse que están tratando cara a cara, con la férrea y constante persecución de los intereses brasileños”.