Volar alto
Puede suceder en Shanghái o en cualquier otra ciudad del mundo. Puede ser el siglo XXI o cualquier momento de otro siglo. Porque lo que se ve es invariable e inmutable. No lo altera ni el tiempo ni el espacio: trasciende a ambos. Un padre alzando a su hijo y haciéndolo jugar en el aire. O por qué presuponer. Tal vez no sean padre e hijo. Lo que verdaderamente importa y se destaca es la carita del niño. Esa sonrisa que de tan elocuente nos permite imaginar el sonido de la carcajada de alegría ante la sensación de volar, de ser sujetado durante ese vuelo, de sentirse seguro para poder disfrutar. Al ver esta escena, no creo que muchos no esbocen espontáneamente también una sonrisa. Porque nos gustaría ahora, como adultos, ser ese niño. O porque nos acordamos de que nosotros también, en algún momento, volamos alto sostenidos por brazos seguros y añoramos esa felicidad que era tan fácil de alcanzar.