Voces de heroínas casi secretas
"¿Cuándo termina la cuarentena?", le pregunto al oráculo. "Y después... la estrella. No preguntes. ¡Misterio!", responde, y no sé si me causa gracia o preocupación. Me inspiro en Simone de Beauvoir y lo azuzo: "¿Mujer se nace o se hace?". Entonces, contesta: "¡Pensar que durante toda su existencia la mayoría de los hombres no han sido siquiera mujer!". No es el I Ching, aunque tiene algo de su misterio. En Girondo dice, una aplicación del sitio web de canal Encuentro, el poeta vanguardista "responde" las más variadas consultas. De hecho, la respuesta sobre la cuarentena es un fragmento de "Puedes juntar las manos", y la sentencia sobre la identidad de lo femenino, un fragmento del poema 16 de Espantapájaros.
Este fin de semana jugué a que Delfos puede ser un poema para leer en el tranvía. Y me gustó el sabor a mensaje encriptado de Girondo dice, gotitas de belleza en medio de la larga extrañeza de estos días. Algo así como permitirse la ilusión de pensar que las brújulas existen.
Por eso, en la estela de mi última consulta girondiana, decidí sumergirme en otra producción de Encuentro -en este caso, una serie documental-, que hacía rato me venía intrigando. Se llama Pioneras, se desarrolla en cuatro episodios de media hora cada uno y recupera el legado de ocho mujeres que en su tiempo discutieron, a veces en incómoda soledad, cuestiones de absoluta contemporaneidad.
Salvo Mariquita Sánchez de Thompson (que en la serie aparece con su apellido de soltera) y, quizá, Juana Manso, el resto de los nombres son poco conocidos: Herminia Brumana, María Abella, Raquel Camaña, Gabriela Laperrière, Fenia Chertkoff. Sus voces resonaron entre el siglo XIX y principios del XX. Conmueven por el desajuste, la conciencia de no pertenecer al modelo de mujer que su mundo les imponía. E impresionan la valentía y la inteligencia con que supieron construir, pese a todo, un camino de coherencia consigo mismas.
En la serie, el diálogo entre épocas es continuo. Su forma visual la encarna Muriel Santa Ana, que es Mariquita, Juana, Raquel: cada una de las ocho mujeres, con sus diversos gestos, atuendos, discursos. Con la dirección actoral de Rubén Szuchmacher, Santa Ana nos lleva de viaje por un tiempo que es pasado pero también presente. Por eso camina, envuelta en una mantilla, por las veredas de una Buenos Aires actual. Y marcha, con sombrerito y primorosos vestidos, a lo largo del anexo del Congreso o por la redacción del diario El Día de La Plata.
Lejos de la estampa escolar, Mariquita Sánchez emerge como una mujer que actuó según el eslogan "lo personal es político" sin conocerlo y mucho antes de que el feminismo, inexistente para ella, lo adoptara. "Tengo la desgracia de tener corazón de mujer y cabeza de volcán", escribía la joven de facciones delicadas, que vivió la turbulenta transición del siglo XVIII al XIX, y que, apelando a la ley y los "juicios de disenso", se animó a decir -toda una osadía para su época- que sería ella y no sus padres quien elegiría con quién casarse. También lejos de otras estampas aparecen varias maestras (el magisterio fue una gran opción para quienes no encontraban un destino en la domesticidad). Por ejemplo, Raquel Camaña, neto producto del normalismo laico y positivista, que defendió la incorporación de la educación sexual a las aulas. O María Abella, que a principios del siglo XX cuestionaba el calificativo de "crimen pasional" para los asesinatos que nosotros, desde no hace tanto tiempo, empezamos a llamar femicidios.
Un hallazgo de Pioneras: casi no hay búsqueda encarada por sus protagonistas que no encuentre correlato en discusiones actuales. Poesía de lo audiovisual: Muriel Santa Ana, una y todas esas mujeres, cruza una calle y del otro lado los carteles, saltos y cantos de una manifestación de #NiUnaMenos le dicen que la historia es una larga marcha. Y que esto continúa.