Vivian Maier. La doble vida de la niñera que retrató una época
El miércoles próximo se inaugurará en FoLa una muestra dedicada a esta misteriosa fotógrafa aficionada, que trabajó cuidando niños en Estados Unidos y ocultó hasta su muerte una obra que hoy recorre el mundo
John Maloof miró la caja repleta de negativos. "¿Qué voy a hacer con esto?", se preguntó. Era el año 2007, y el agente inmobiliario acababa de pagar 380 dólares en una subasta por esa caja. Como no encontró allí ninguna imagen que pudiera servirle para un libro sobre Chicago, la guardó en un armario. Cuando se decidió a escanear aquellas películas, encontró algo que le cambiaría la vida. A tal punto que una década después su nombre se menciona en distintos rincones del planeta. Incluso en la Argentina, donde parte del inusual hallazgo se presentará en FoLa el miércoles próximo.
"Vivian Maier", escribió Maloof en el buscador de Google. No encontró nada. El nombre que acompañaba la caja era la única pista que tenía sobre la autora de esas atrapantes escenas callejeras que parecían registradas por Diane Arbus. Pero la publicación de algunas de las imágenes en Internet viralizó la curiosidad por su historia. Comenzó así una obsesiva investigación que revelaría una vida prolífica: Maier había dejado unos 150.000 negativos. Entre ellos se contaban varios autorretratos sobre superficies espejadas, que evocan otros similares realizados por Annemarie Heinrich en Buenos Aires en la década de 1940, o retratos de homeless que podrían formar parte del célebre ensayo sobre la locura que Sara Facio y Alicia D'Amico realizaron en el Borda en 1966.
Hay algo también de la mirada experta de Robert Frank, Lisette Model y Helen Levitt en las fotografías que Maier tomó desde la década de 1950. Eso asegura nada menos que la legendaria fotógrafa estadounidense Mary Ellen Mark en Encontrando a Vivian Maier (2013), documental dirigido por Maloof y Charlie Siskel que está disponible online.
"Tenía muy buen ojo, muy buen sentido del encuadre. Tenía sentido del humor y sentido de la tragedia. Hermoso sentido de la vida, del ambiente... Lo tenía todo. Si se hubiera dado a conocer, se hubiera convertido en una fotógrafa famosa", observa Mark antes de concluir que "algo andaba mal. Falta una pieza del rompecabezas".
El lado oscuro
¿Por qué Maier no mostró sus fotografías? Ésa es la pregunta que desvela al compulsivo Maloof, devenido fotógrafo, a lo largo del film. No hay una respuesta pero sí varias pistas en los testimonios reunidos, que logran reconstruir gran parte de la vida de esta misteriosa neoyorquina con acento francés.
Maier trabajaba como niñera. Un empleo que, además de darle casa y comida, le permitió recorrer con libertad -siempre con la cámara en mano- las calles de Nueva York y Chicago hasta poco antes de su muerte, a los 83 años. Justamente, fue su obituario lo primero que encontró Maloof sobre ella.
"Segunda madre de John, Lane y Matthew, un espíritu libre que tocó mágicamente las vidas de quienes la conocieron. Siempre dispuesta a dar su consejo, opinión y ayuda", dice un aviso publicado por el Chicago Tribune el 23 de abril de 2009.
No todos parecen estar de acuerdo con esta definición. Según testimonios reunidos en el documental, aquellas "aventuras urbanas" incomodaban a algunos de los niños que cuidó Maier. Especialmente cuando revolvía basura o fotografiaba maniquíes sin cabeza, recorría a grandes zancadas las zonas más pobres de la ciudad o los llevaba de excursión a un matadero de ovejas.
"Ms. Maier me daba comida a la fuerza. Me agarraba fuerte, me metía la comida hasta la garganta y me ahorcaba hasta que me la tragara. A veces se ponía como loca", dice una de las mujeres entrevistadas, quien asegura que su niñera le pegó desde los cinco años hasta que tuvo fuerza suficiente para defenderse. "Era mala. Tenía un lado oscuro", coincide otro de los consultados. Casi todos los testimonios la definen como "misteriosa" o "muy reservada", y coinciden en que acumulaba una enorme cantidad de diarios para recortar artículos sobre episodios siniestros. "No era una santa. Pero ¿quién de nosotros lo es?", afirmó al respecto Charlie Siskel en una entrevista televisiva.
En defensa de Maier se expresa su propia obra, que demuestra una gran capacidad de empatía. "Creo que sus fotos muestran ternura, una alerta instantánea a las tragedias humanas y a los momentos de generosidad y dulzura -observa en el documental el fotógrafo Joel Meyerowitz-. La veo como una vigilante increíble, una persona observadora, cariñosa. Y probablemente era niñera porque tenía esas capacidades."
Abandonada por su padre a los cuatro años, Maier pasó parte de su infancia en Francia, de donde provenía su madre. Ambas convivieron un tiempo con una pionera de la fotografía, la surrealista Jeanne J. Bertrand, y hay quienes dicen que allí comenzó la fascinación de la pequeña Vivian por las cámaras.
Ya mayor, no se separaba de su Rolleiflex, que le permitía tomar fotos en la calle de una manera poco invasiva, casi de incógnito. La apoyaba sobre su pecho mientras encuadraba mirando hacia abajo o directamente a los ojos de sus retratados. El espíritu aventurero de Maier la llevó incluso a visitar varios países -como Egipto, India, Tailandia, Chile y Brasil-, en un viaje de ocho meses a fines de la década de 1950. Trajo de allí miles de fotos que nunca vio reveladas.
"Hemos tenido más interés en el trabajo de Vivian Maier que en el de cualquier otro fotógrafo", señalaría décadas más tarde en el citado documental el galerista Howard Greenberg, que vende imágenes de grandes maestros como Man Ray y Henri Cartier-Bresson. "Creo que su trabajo es tan bueno que se está ganando la aceptación de aquellos que lo despreciaron -agrega-. Dónde terminará, quién sabe."
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