Virulenta utopía feminista
En 1968 Valerie Solanas (Nueva Jersey, 1936-San Francisco, 1988), feminista radicalizada, agitadora contracultural y estrella menor en la constelación de aquella bohemia neoyorquina excéntrica y un poco freak, se hizo famosa por haberle disparado tres tiros a Andy Warhol y haberse entregado luego a la policía. Cuando le preguntaron por qué había intentado matar al artista, recomendó la lectura de un breve ensayo suyo, que también le daría fama como una de las más virulentas escritoras sobre temas de género: Manifiesto S.C.U.M. (Society for Cutting Up Men, o "sociedad para terminar con los hombres"). Ese texto, que aparece editado ahora por Mansalva, adquiere otras resonancias a la luz de las nuevas batallas en el campo de los derechos de las mujeres. En líneas generales, la idea de Solanas es bastante simple: el hombre condensa todas los atributos negativos del ser humano (incluida la invención de los distintos sistemas que las sociedades se han dado para organizarse cultural, política y económicamente, y que la autora considera perversos artefactos masculinos), mientras que la mujer es fuente de todo lo positivo.
Nada valioso puede extraerse de la visión paranoide y conspirativa de Solanas, ni de sus furibundas diatribas directamente nazis ("un degenerado solo puede producir arte degenerado", "cuando sea posible la manipulación genética, está demás decir que solo produciremos seres saludables, completos, sin defectos", "los pocos hombres que queden [?] podrán ir al centro suicida del barrio y morir allí en una cámara de gas, tramitando una muerte serena, rápida y sin dolor"). Sí interesa en cambio el fresco de una época.
Solanas da a conocer su manifiesto en plena revolución sexual, y acierta al detectar núcleos reales de conductas y situaciones nocivas que, afortunadamente, en muchos casos hoy han dejado de ser aceptadas como norma (la paternidad excesivamente rígida y poco proclive a las demostraciones de afecto en la crianza de los hijos varones, por ejemplo). Aunque otros males observados por la autora aún perduran, como la desigualdad entre hombres y mujeres en el acceso a los puestos de poder en el mundo empresarial, político y científico.
También resulta inspirador su utopismo libertario: "No hay razón por la cual deba regir un gobierno sobre una sociedad compuesta por seres racionales capaces de sentir empatía, seres completos y que no tienen razón alguna para competir entre sí. Una sociedad así no necesitaría leyes ni líder alguno". El único problema -no para Solanas, por cierto- es que en esa sociedad ideal no habría (no debería haber, porque no lo merecen) lugar para los hombres. Una utopía escalofriante.