Víctor Fernández, el arzobispo en quien confía el Papa para seguir de cerca la política local
El rector de la UCA, que intentó terciar en el cortocircuito reciente entre el Gobierno y la Iglesia, aspira a ser "el teólogo de Francisco"
"De ninguna manera. Vos estás para otras cosas." Cuando el cardenal Jorge Bergoglio, a fines de los años 90, le aconsejó en forma categórica que no aceptara un ofrecimiento para dirigir un instituto teológico en Bogotá, el sacerdote Víctor Manuel Fernández, hoy arzobispo y rector de la Universidad Católica Argentina (UCA), lo aceptó con resignación. En el fondo no compartía la decisión. El propio Fernández cuenta hoy la anécdota a quienes lo visitan en su despacho -obispos, sacerdotes, profesores, dirigentes políticos, empresarios, sindicalistas- para rescatar la importancia de tener una mirada de largo plazo.
Desde ese tiempo, "Tucho" Fernández -cuyo apodo proviene de Norberto "Tucho Méndez", el famoso jugador de Racing y Huracán que le amargó varias jornadas futbolísticas al San Lorenzo de su padre en los años 40 y 50- se acercó a Bergoglio, con quien trabajó codo a codo en la redacción del documento de Aparecida, ese que el Papa les entrega a los presidentes de la región cuando los recibe en Roma.
Hace dos semanas, el arzobispo Fernández rompió el molde y dio públicamente su interpretación sobre el reciente documento del Episcopado, en el que se advirtió que "la Argentina está enferma de violencia" y que la corrupción es un "verdadero cáncer social". Escribió una columna en Página 12 para destrabar tensiones, luego de la irritación de Cristina Kirchner, y explicar el sentido del documento a quienes "podrían sentirse molestos por la interpretación que se le había dado", confió entre los suyos. En su fuero interior admite que la estrategia no le salió del todo bien, porque la jugada terminó potenciando el cortocircuito en los medios.
Se le atribuye haber realizado gestiones ante el Gobierno para moderar, de acuerdo con la visión de la Iglesia, el proyecto de reforma del Código Civil. Robustece esa teoría la buena relación que sostiene con algunos dirigentes políticos, como Julián Domínguez, presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, y el gobernador bonaerense, Daniel Scioli. Pero en su entorno relativizan sus gestiones e influencia. "Con Domínguez sólo habló por los proyectos sobre el aborto y por su despacho han pasado, también, dirigentes de la oposición, como Pino Solanas", comentó un allegado.
De Córdoba a Roma
"Tucho" -así lo llaman todos- vive hoy en la UCA. Además de su despacho, tiene su dormitorio y hasta se llevó a sus cuatro diamantes y canarios que cantan a puro pulmón desde su jaula. Ello le permite recrear en su ámbito de trabajo el clima campestre que añora de su Córdoba natal. Nació el 18 de julio de 1962 en Alcira Gigena, un pueblo de 5000 habitantes, a 40 kilómetros de Río Cuarto, adonde regresa una vez por mes para visitar a su madre, de 88 años. Su padre, Emilio Fernández, era comerciante y ferviente alfonsinista, pero no llegó a ver el acceso del líder radical al poder. Murió en 1978, el mismo año en que su hijo, egresado del colegio parroquial del pueblo, ingresó en el seminario arquidiocesano de Córdoba.
Antes de ser ordenado sacerdote, monseñor Fernández vivió en Buenos Aires para completar sus estudios en la Facultad de Teología de la UCA. Paso previo a su especialización en temas bíblicos, que cursó en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, enviado por el obispo de Río Cuarto, Adolfo Arana, que quería reabrir en su diócesis el seminario, con profesores bien formados. Tanto en Roma, como en Córdoba y en Buenos Aires, Fernández dedicaba los fines de semana a trabajar en parroquias con poblaciones que transitan la periferia social. En una villa de Grand Bourg conoció al sacerdote jesuita Pablo Tissera, que fue su director espiritual.
Su trabajo como formador de sacerdotes en el seminario de Río Cuarto tuvo un paréntesis entre 1993 y 2000, en que estuvo al frente de la parroquia Santa Teresita, en uno de los momentos más preciados de su vida sacerdotal. En ese tiempo viajaba los lunes y martes a Buenos Aires para dar clases en el seminario metropolitano de Villa Devoto. También lo convocaban ya desde el Episcopado para exponer sobre los desafíos pastorales frente a la cultura actual y la formación de sacerdotes y agentes pastorales.
Fernández dedica una hora todas las noches y la mañana del sábado a escribir. De allí surgen sus reflexiones sobre espiritualidad y divulgación popular, que ya volcó en más de un centenar de libros.
Sus escritos, sin embargo, no conforman a todos. Luego de conducir la Facultad de Teología de la UCA, Bergoglio lo nombró rector en diciembre de 2009 y ahí comenzó un calvario. Durante 17 meses debió responder una por una las objeciones que le llegaban desde Roma, a partir de denuncias anónimas que partían desde la Argentina. El respaldo y el consejo del cardenal fue otra vez firme y contundente: "Vos resistí, porque si bajás los brazos van a pensar que con esa metodología consigan todo lo que quieran. Levantá la cabeza y no dejes que te quiten la dignidad", le dijo Bergoglio, blanco final del ataque. Las críticas le llovían desde la Pontificia Congregación para la Educación Católica y la propia Congregación para la Doctrina de la Fe. Le cuestionaban, por ejemplo, un artículo publicado en el diario Puntal, de Río Cuarto, frente a reclamos por el reconocimiento del matrimonio gay, en el que Fernández sostenía que la Iglesia "no juzga a las personas, pero tiene derecho a defender una idea del matrimonio". Y le reprochaban que no acompañaba las fundamentaciones filosóficas de la posición de la Iglesia.
El aval a su designación en la UCA llegó, finalmente, en mayo de 2011. Allí desarrolló, dotándolo de más recursos, el Observatorio de la Deuda Social, ampliando de 3000 a 6000 los casos que se registran para medir el impacto de la pobreza. En el Pabellón de las Bellas Artes de la UCA inauguró, junto con Bergoglio, una muestra de fotografías dedicada a las villas miseria y otra del artista Alejandro Marmo, sobre "Evita, el Cristo Obrero y los caballos de polo", en la que se exhibieron piezas dedicadas a Eva Perón.
Fernández es visto en el Episcopado como un obispo capaz e inteligente, con experiencia pastoral y sólida formación teológica. Se nutrió del pensamiento del padre Rafael Tello, director espiritual del padre Carlos Mugica y referente de los curas villeros, un sacerdote intuitivo y cercano a los pobres, que redescubrió en los años 70 la fuerza de la piedad popular, de quien Bergoglio tomó la frase "santo pueblo fiel de Dios", muy escuchada en sus homilías.
Con Francisco, que lo nombró arzobispo dos meses después de llegar al Vaticano, mantiene diálogos breves. "Tucho" le transmite alguna consulta por mail y el Papa en algún momento lo llama y le responde en tres minutos, según pudo saber la nacion. "Desde que es Papa no hemos tenido más que cuatro o cinco conversaciones prolongadas", explica el rector a quienes sí tienen el privilegio de la amistad del Pontífice. Algunas fuentes revelan que hizo algún aporte a Francisco para la exhortación Evangelii Gaudium. El propio Papa cita en el texto párrafos de sus escritos. Puertas adentro de la Iglesia no desdeñan que Fernández vería con agrado ser recordado como "el teólogo de Francisco".
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