Vicisitudes de una ballena varada en el río
Dicen que el camino del Infierno está empedrado de buenas intenciones. Pues hoy el de la Ortografía no le iría en zaga. Veamos, por ejemplo, un correo electrónico del lector Oscar Medina, de la ciudad de Santa Fe, que repara en una errata (¿o será ya un error?) bastante común en estos tiempos.
Escribe Medina, el 12/8, sobre una nota publicada recientemente en este diario: "En relación con la fallida asistencia a la pobre ballena que apareció en Puerto Madero, leí en la crónica titulada «Sigue varada la ballena... », del 3/8, que el operativo consistió en guiarla hacia el mar «sin tocarla ni *arriarla». Más adelante se insiste: «Nunca es aconsejable remolcar ni *arriar una ballena». El verbo arriar fue repetido con entusiasmo también en la televisión por locutores «profesionales».
"Creo que no hace falta vivir en el medio del campo o andar vestido de gaucho para saber que el verbo correcto en este caso era arrear, o sea, conducir animales, y no arriar, que tiene otros significados ('Bajar [algo que está izado]', en el Diccionario panhispánico de dudas)".
Por supuesto que Oscar Medina tiene razón, y existe siempre la posibilidad de corregir el error en la versión digital, aunque justo es reconocer que este lector fue el único que escribió a Línea directa para señalarlo; por su parte, tampoco ninguno de los comentadores en el foro al pie de la nota advirtió que no correspondía arriar, sino arrear. Es decir, que las distracciones -hablábamos de ellas en la columna pasada- están cada vez más extendidas en la lectura y en la escritura de los hispanohablantes.
Hay otro par de verbos que también son habitualmente confundidos (y alguna vez, hace mucho, fueron tema de esta columna): palear ('trabajar con pala') y paliar ('mitigar la violencia de ciertas enfermedades' o 'mitigar, suavizar, atenuar una pena, disgusto, etc.').
Según la definición del Diccionario de la RAE, estas palabras serían consideradas parónimos: "1. adj. Se dice de cada uno de dos o más vocablos que tienen entre sí relación o semejanza, por su etimología o solamente por su forma o sonido", y si la memoria no nos falla, alguna vez, probablemente en la escuela primaria, hayan sido puestas como ejemplo del conflictivo tema de lengua que se quería enseñar (pero quizá también los parónimos sean ya cosa del pasado).
Hay un libro que se llama Conducir gente es tan difícil como arrear gatos, de Warren Beannis, destinado a los ejecutivos interesados en temas de liderazgo. Habría que deducir, ahora, a la luz de la experiencia con la joven ballena varada hasta hace poco en Puerto Madero, que arrear ballenas es igualmente difícil, pero por otros motivos.
Todo pasa tan de prisa y Moby Dick, de Herman Melville, es una novela un poco extensa para los gustos modernos, pero debería ser una lectura obligatoria en la escuela secundaria, sobre todo ahora que las ballenas, cualquiera de ellas, son animales en peligro de extinción. Sobre todo, también porque en español existe una traducción magnífica del escritor y profesor argentino Enrique Pezzoni, inhallable en las librerías, pero sí en la Web, Moby Dick o la ballena blanca, con prólogo de Jaime Rest, publicada en la Colección Obras Maestras del Fondo Nacional de las Artes por Sudamericana.
El lector Oscar Medina finaliza su mail con una sugerencia: que quienes, como decía Borges, "yerran con todo aplomo", se inscriban en algún curso de castellano o, por lo menos, recurran de vez en cuando al Diccionario.
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