Vicente Vallés. “Los problemas no se salvan con escraches a periodistas”
MADRID.– A menudo su nombre se convierte en Trending Topic. #Vallésloha vueltoahacer suele ser el hashtag. Aquello que realiza una y otra vez es bucear en archivos donde funcionarios se contradicen a sí mismos o presentar investigaciones como la que señalaba que el modo en el que el gobierno español computaba los fallecidos víctima de Covid era diferente al que proponía la Organización Mundial de la Salud. El estilo de Vicente Vallés (Madrid, 1963) es el de mantener una línea: jamás pierde la compostura delante de cámara y su tono de voz permanece inalterable ante el abanico de informaciones que comunica y que incomodan –no solo, pero en particular– al gobierno del presidente Pedro Sánchez. Un miembro del oficialismo, investigado por la Justicia, ha repudiado al periodista a través de las redes sociales, envalentonado por un ejército de anónimos trolls. Sin un gesto, una mueca o una inflexión que subraye una línea editorial, Vallés no solo presenta Las Noticias 2 de Antena 3 (en la Argentina puede verse a las 17, en Antena 3 Internacional), sino que también dirige este exitoso envío diario. El lunes pasado 3,9 millones de espectadores “encendieron a Vallés”, un número de audiencia abrumador para un informativo, uno de los tres de Antena 3 Noticias, cuyo director general es Santiago González. También esta edición fue el programa más visto del día de la TV española. Analista político, escribió El rastro de los rusos muertos, Occidente en manos de Putin (Espasa) y Trump y la caída del imperio Clinton (La esfera de los libros) y obtuvo en 2020 los galardones de la Asociación de Corresponsales de Prensa Extranjera y el Francisco Cerecedo de la Asociación de Periodistas Europeos.
Un sector de la sociedad lo ubica, a partir de su labor periodística, como un referente de la oposición. ¿Siente esta responsabilidad?
Me siento un periodista que ejerce su profesión con espíritu crítico. Llevo 30 años trabajando en esto y he ejercido el periodismo de manera crítica cuando han gobernado unos y otros. La perspectiva que tiene el informativo es crítica en general, no solo hacia este gobierno. Inevitablemente, el foco principal lo tiene siempre el partido que esté en el gobierno, porque no tiene la misma responsabilidad que uno que está en la oposición.
A menudo su trabajo es tendencia en las redes sociales, en señal de respaldo a sus informes, pero también, en otras ocasiones, en forma de rechazo. ¿Cómo analiza el acoso hacia algunos periodistas en estos escenarios virtuales?
Cuando comencé mi carrera profesional no existían las redes sociales y no podía ser Trending Topic por dar una información que pudiera sonar crítica hacia un gobierno, por ejemplo, del Partido Popular (PP), y las había. He hecho programas de noticias en la época en que gobernaba el PP, y he dedicado 25 minutos, en un programa que duraba 35, a sus casos de corrupción. En aquella época las redes sociales no tenían la intensidad que tienen ahora. Hay un sector concreto que tiene muy bien ejercitado a una milicia tuitera que se dedica a acosar a quienes dicen cosas que a ellos no les gustan. Hay que quitarles toda la importancia. Lógicamente no trabajo ni tomo mis decisiones en función de que alguien vaya a organizar un acoso a través de las redes sociales a mí y a otros periodistas. Tampoco soy el objetivo único de este tipo de acosos. Hay una lista larga de periodistas a los que les ocurre esto.
Existe en algunos países la idea del “periodista militante”. ¿Atenta este perfil contra la libertad de expresión?
Yo estoy alejado de cualquier militancia. En los países democráticos puede haber todo tipo de medios de comunicación, y de hecho los hay. Cada usuario de la información, el lector de un diario, el oyente de una radio, el espectador de TV, elige dónde se quiere informar. Mi consejo es siempre que se informen por múltiples medios, más allá de que uno tenga una visión específica, de un punto de vista concreto. Eso no excluye que puedas escuchar otros argumentos de otros que piensan diferente. Yo, personalmente, me fio más de los periodistas que no tienen una ideología militante.
¿Qué dice de un gobierno que un funcionario critique o escrache a un periodista a través de las redes sociales? Usted lo ha sufrido en carne propia.
Creo que cualquier persona que tiene una actividad pública está realizando una labor por la cual está sometido a la crítica y yo no tengo nada que objetar a eso, en absoluto. La actividad de un periodista es pública, y quizás quienes trabajamos en televisión un poco más, porque tenemos una visibilidad extra con respecto a otros compañeros. Yo también me puedo equivocar. Es parte de nuestro trabajo. Que luego se organicen, por ejemplo, escraches a través de las redes sociales contra periodistas y que estos sean promovidos por una organización política, que incluso tiene responsabilidades de gobierno, eso queda también el criterio de los ciudadanos. Lo más que puedo decir sobre esto es que los dirigentes políticos tienen una labor muy fundamental que es resolver los problemas de las personas y no se resuelve ningún problema de los ciudadanos organizando escraches a periodistas.
En España hay una Comisión Permanente contra la Desinformación, conocida también como “Ministerio de la Verdad” [en octubre de 2020 se aprobó en el Boletín Oficial del Estado su procedimiento de actuación]. En la Argentina se analiza la construcción de una comisión similar. ¿Qué persiguen realmente estas comisiones?
Primero me tienen que explicar exactamente quién va a establecer qué es la verdad. Me gustaría saber quiénes son, ver sus caras y conocer sus nombres. ¿Quiénes son los depositarios de la verdad? Creo que esto no va a llegar muy lejos, me extrañaría en una democracia porque entonces sí habría que decir algo que se ha dicho mucho en estos días por parte de un dirigente político [Pablo Iglesias, vicepresidente segundo de gobierno]. Si eso llega a término, si eso se ejecuta y si es el gobierno el que va a establecer qué es verdad y qué no, es posible que podamos decir con certeza que no vivimos en una democracia plena.
¿Es posible que el periodismo pueda hacer cambiar de parecer a un ciudadano? De modo frecuente la noticia que no agrada a un ciudadano, o con la que no coincide, es leída como noticia falsa o ignorada.
Depende del grado de radicalidad en el que haya caído ese ciudadano. Hay personas que ya han llegado a un nivel de radicalismo tan grande que es muy difícil hacerles entrar en razón con nada. Nosotros nos dirigimos a toda la población, y una persona que tenga cierta moderación en sus postulados, de todo tipo, político religioso, deportivo, puede entender cuando algo que le están diciendo es verdad aunque lo pueda incomodar. Soy muy aficionado al fútbol, hincha del Atlético de Madrid. Cuando mi equipo hace un penalti muy claro, aunque sea muy aficionado a la Atlético, no deja de ser un penalti muy claro. Por mucho que yo me empeñe en lo contrario. Esto lo podemos trasladar a la política.
Sobre la radicalidad, ¿cómo explica el avance de Vox, un grupo de ultraderecha? Me refiero, por ejemplo, a la cantidad de escaños obtenidos en la última elección en Cataluña.
Lo que se ha producido en los últimos años en España, y en otros países también, en Estados Unidos, en Francia, en algunos casos en Alemania, Holanda e Italia, es un proceso de radicalidad porque los extremos se alimentan entre sí. Cuanto más crece un extremo, más tiende a crecer al extremo contrario. Y eso se ha producido en España y nos lleva a cualquier sitio menos a un sitio bueno.
Con respecto otro radicalismo, también se advierte el alzamiento de grupos de izquierda como los que se han estado manifestando en Cataluña en pos de la liberación del rapero Hásel [condenado, entre otros delitos, por enaltecimiento del terrorismo].
Si seguimos el proceso o la sucesión de hechos electorales, primero escaló el independentismo, luego, la extrema izquierda, y después la extrema derecha. Vivimos en una situación donde hay tres extremismos muy claros: el independentismo, la izquierda y la extrema derecha, los tres representados de una manera muy importante en el parlamento nacional y también en los autonómicos. Lo que no sé bien cuál es el tope que tiene esto. ¿Se va a frenar el creciente extremismo? De momento eso no ha ocurrido y eso es una muy mala noticia.
¿Siente que hay un vínculo o un paralelo, un modo similar de hacer política entre Unidas Podemos y el peronismo? Lo decía Susanna Griso [El espejo público, Antena 3 Internacional] hace algunas semanas.
No me atrevo a hacer ese tipo de paralelismos porque es verdad que yo conozco en alguna medida la realidad argentina porque he visitado el país varias veces y tengo muy buenos amigos periodistas, pero cuando doy una opinión me gusta que esté fundamentada en un conocimiento exhaustivo de las cosas.
¿Qué espacio tiene América Latina en la agenda de una señal como en la que usted trabaja?
Seguramente menos de la que debería. En general, esto ocurre en los medios en España. Creo que esta es una carencia que tenemos los medios españoles: no estamos del todo conectados con la realidad latinoamericana. Y no deberíamos estar alejados, por cercanía emocional, desde luego. Consideramos a América Latina como una hermana nuestra. Cualquier ciudadano latinoamericano lo es y especialmente, si me apuran, en casos como el de la Argentina, el de Chile o Uruguay, la relación es muy estrecha. Ese calibre luego no se traslada de la misma forma a la cantidad información que ofrecemos a través de los medios en España.
Da la sensación de que las agencias de noticias o medios españoles solo hacen eco de noticias en América Latina sin son “malas noticias”. No sé si quizá lo advierta.
Puedo compartir esa crítica, y asumirla como una autocrítica. Creo que se deriva de lo anterior. El hecho de que no le dediquemos suficiente espacio en los programas de noticias, en los diarios, a ocuparnos de la realidad latinoamericana, hace que efectivamente las pocas veces que eso ocurre sea por una cosa negativa, algún escándalo o muchas veces por desastres naturales.
La TV compite con otras pantallas en audiencia; el periodismo audiovisual perdió en algún momento prestigio frente a otras formas, pero este escenario parece haberse revertido. En su caso, ¿cuál es el desafío que atraviesa su informativo? ¿Cómo explica su alto nivel de audiencia?
Hacemos en televisión lo mismo que los diarios o las radios: analizar las noticias. No solamente damos datos muy importantes, sino también queremos aportar algo. El periodismo no solamente son los datos, sino el análisis de los datos. No solo contamos lo que pasa, sino también por qué pasa y qué consecuencias puede tener eso que pasa. Ese análisis es lo que nosotros aportamos en la televisión, y quizá también lo que haya resultado un poco extraño para algunos, es decir, que en una cadena televisión puedan decirse cosas sobre un sector que se consideraba libre de recibir algún tipo de análisis por su labor a través de un medio audiovisual. Esto lo estamos haciendo y creo que los resultados son muy buenos, con unos niveles de audiencia que lo que hacen es acreditar que hay una demanda.
Se habla actualmente de infodemia, de un cansancio o hartazgo de la población hacia las noticias vinculadas a la pandemia. ¿Le parece que es así?
Es posible que haya cierto hartazgo, pero no creo que sea tanto un cansancio de la información sobre la epidemia, como de la propia epidemia. Las sociedades están agotadas de este nivel de tensión permanente. Todos los días tienes que contar cuántas personas se han infectado, cuántas personas han muerto por esos contagios… Lo entiendo perfectamente, pero de la misma manera me planteo cómo sería esto si nosotros no informáramos sobre la pandemia. No podríamos no hacerlo. La gente necesita poder gestionar su vida, saber cómo es el protocolo de vacunación… Todos estamos agotados por la pandemia, pero lo que es verdad es que últimamente ya hace unos cuantos meses, sobre todo desde que empezó el plan de vacunación, estamos incluyendo un elemento de esperanza en aquello que contamos.