Viaje al cerebro de Nicolás Dujovne
El ministro apuesta a despejar el camino para que el país crezca y cree que los hechos, no su explicación, irán acomodando favorablemente la percepción de la gente
Reunión de fin de año. La celebración es de un grupo de amigos, integrantes de esa porción de la Argentina que apoya a Macri sin las distorsiones del enamoramiento. Un universo de votantes moderados, que impugnan al kirchnerismo, pero no abrevan en el antikirchnerismo fanático. El valor que los une y los define es que no quieren volver atrás.
Sin embargo, uno de ellos le pone palabras a lo que siente, abriendo esos momentos de sinceridad que, a veces, afloran en los festejos. "Hace dos años y medio, había más cosas", desliza, y genera un profundo silencio. "Porque pagabas casi nada de gas y de luz", desliza otro. "Encendés la televisión y no sabés si es cierto o no que el nivel de endeudamiento nos puede llevar a la explosión", pincha un tercero. "¿Era necesario meter la mano en el bolsillo de los jubilados y justo en diciembre?", cierra un cuarto. El grupo coincide en una idea: faltan muchas explicaciones y flotan las dudas. El descenso de 12 puntos en la imagen presidencial es un dato que prueba esa tormenta en el humor social.
La escena se traslada ahora a la intimidad de la oficina de Nicolás Dujovne, a metros de la Casa Rosada. ¿Qué piensa de estos razonamientos de la gente común? ¿Los reprocha o los comprende? ¿Por qué aquel explicador, que argumentaba con eficacia desde sus columnas económicas, dejó de explicar?
Efecto de la evangelización duranbarbista o de la realidad, lo cierto es que Dujovne muestra un optimismo que contrasta con las postales de ferocidad política que vivió la Argentina durante el debate por la reforma previsional. Una ferocidad que podría congelar al más entusiasta de los inversionistas y que a él también lo rozó. Dedujo que si la violencia lograba abortar la sesión en el Congreso, se erigiría como un cuarto poder dentro de la democracia. Pero la angustia se fue diluyendo con el paso de los días.
Dujovne bajó el perfil, entre otras cosas, porque decidió jugar en el equipo de Marcos Peña y encarnar la contracara de su antecesor, Alfonso Prat-Gay, que armaba conferencias de prensa para él solo. Desde ese nuevo lugar, ayer se anotó un triunfo ante Sturzenegger, cuando le tocó anunciar personalmente el cambio de las metas inflacionarias para el año que viene. El volantazo está en sintonía con su teoría macroeconómica: ir despejando el camino para que la Argentina crezca, en el mediano y largo plazo. Hay cosas que no hace falta explicarlas, según él, porque la gente simplemente las experimentará, una vez que el paquete reformista haga su efecto. ¿Por ejemplo? La ley jubilatoria.
¿El tarascón al bolsillo de los jubilados se transferirá a los jóvenes bonaerenses, como sugieren algunos economistas al analizar la creación del neofondo del conurbano? Los recursos hacia programas que beneficiarán a niños y jóvenes del conurbano serán financiados con deuda, no con jubilaciones, contrapone. En negro sobre blanco: los 40.000 millones que recibirá la gobernadora María Eugenia Vidal en 2018 irán, en parte, al universo de los más dañados. El 48 por ciento de los menores de 14 años es pobre en la Argentina y la mayor parte de ese universo vive en la provincia de Buenos Aires. Sostiene una teoría: los jubilados van a "sentir" en 2018 que sus haberes le habrán ganado entre un 4 y un 6 por ciento al índice precios.
Las proyecciones, sin embargo, son brumosas en el gobierno de Cambiemos. Ellas también van cambiando, y no siempre para bien. La inflación de este año iba a ser del 17 por ciento, pero terminó siete puntos más arriba, mientras que la lluvia de inversiones mutó en llovizna. Sobre el escritorio del ministro, las cifras muestran que la tasa de inversión creció un 12% en el último año: 9000 millones de dólares, incluyendo la inversión extranjera. La cifra es real, pero empalidece frente a los 80.000 millones que recibió Brasil. Hay otras objeciones: la fragmentación del equipo económico complica a los inversores y la marcha de la economía en general. Dujovne rebate con argumentos del propio Macri: hubo ministros de Economía muy poderosos que, sin embargo, terminaron hundiendo al país. Eso es cierto, pero tampoco está probado que una conducción colegiada lo haga resucitar.
¿Explotará todo con el nivel de endeudamiento, como le achacan ortodoxos y heterodoxos? Él lo ve así: la deuda va a crecer en los próximos dos años, pero la economía también, y ese crecimiento irá achicando el peso del endeudamiento sobre el PBI. La deuda es sostenible, transitoria y barata, calcula. "Los bonos soberanos tienen un interés del 5 por ciento versus el 15 que nos cobraba Venezuela, cuando el kirchnerismo tenía que salir a pedir prestado, con su deuda en default", desliza uno de sus más cercanos asesores.
A Dujovne lo critican los ortodoxos y los heterodoxos y es consciente de que un ministro de Hacienda (sobre todo, en la Argentina) nunca tiene buena imagen. ¿Le entran esas balas? En su universo, los críticos se dividen en dos grupos: los ideológicos (a esos los respeta, aunque se ubiquen en las antípodas de su doctrina) y los chantas. "Hay economistas muy famosos que vienen al despacho de Nicolás y admiten que ignoran los números finos de la economía, pero después salen por los medios vaticinando que va a volar todo por el aire", deslizan cerca de su despacho.
No es el caso de José Luis Espert, a quien Dujovne pondera y define como el propagador de un proyecto testimonial ideológico. "Testimonial" porque sus osadas propuestas de bajar el gasto público son políticamente inviables. El autor de La economía devorada propone, por ejemplo, que el Estado debería deshacerse de un millón y medio de empleados para sanearse. En todos los países hay anarquistas de derecha, analiza el ministro, que proponen un Estado mínimo y combaten los impuestos. En la Argentina, ese personaje se llama Espert.
Dujovne se lleva bien con un heterodoxo: Miguel Bein, a quien Daniel Scioli habría nombrado en su lugar, de haber ganado las elecciones en 2015. Al menos, Bein hace críticas constructivas y maneja datos concretos. Los reproches de la ortodoxia se diluyen cuando el economista de Macri piensa en la experiencia en el poder real de Ricardo López Murphy. Una experiencia que expiró en pocos días y terminó expulsando a medio gobierno de la Alianza. Cuando se sumerge en las dudas, su mente acude a esa experiencia traumática: sospecha que hay proyectos testimoniales que sólo sirven para alimentar el ego de sus autores. La relación con el ex ministro de Cristina Kirchner es un caso aparte. Hay, al parecer, dos Kicillof: uno público y otro privado. El privado tiene modos republicanos, que se esfuman apenas se enciende una cámara.
¿Con qué economistas intercambia Dujovne ideas? Sus interlocutores telefónicos reflejan una gama ideológica amplia, que va de José Fanelli a Daniel Artana. La grilla también incluye a Miguel Kiguel y Dante Sica.
En el esquema mental dujovniano, la realidad -es decir, los hechos- irá acomodando las percepciones. Hace unos meses, durante los típicos timbreos de Cambiemos, visitó una casa en Almirante Brown, con piso de tierra y techo precario. Al entrar, sin embargo, se sorprendió con una heladera ultramoderna, plasma y aire acondicionado. Esa imagen le pareció una metáfora perfecta de la mentira en la que vivimos durante la última década.