Reseña: Vernon Subutex 1 y 2, de Virginie Despentes
Vernon Subutex ronda los 50. Aún es bello. Un tipo plácido, nutrido hasta la última célula por el rock de los años 90; alguien que alguna vez ensayó tocar en una banda y luego se dedicó a ser alma, gurú y voz autorizada de una pequeña pero selecta disquería. Vernon tenía un mundo, hasta que las reglas del juego cambiaron por completo: no más vinilos, no más CD, ninguna disquería. Fin del tranquilo pulso de la vida asalariada y, luego, fin del subsidio por desempleo, alud de cuentas sin pagar, portazo de un alquiler que no va más. La calle. Vernon, cuya única estrategia siempre fue dejarse llevar, no encuentra lugar en el siglo XXI; la marea de los nuevos tiempos se le hace pendiente y solo le resta caer.
En el principio, Virginie Despentes (Nancy, 1969) quiso escribir un libro sobre el temor que sacude a buena parte de la clase media francesa: el de quedarse, de un día para el otro, sin trabajo ni vivienda. Pero lo que aparece en Vernon Subutex 1 y Vernon Subutex 2 (el último tomo de la trilogía aún no se publicó en la Argentina) va bastante más allá. La escritura es seca, punzante; la mirada, aguda aunque no despiadada. Y lo que emerge a través del progresivo derrumbe del desdichado Subutex es un entramado donde habitan una generación, una época, una crisis que es francesa pero también global.
Vernon cae y, al hacerlo, intenta recuperar los lazos con quienes, allá lejos y hace tiempo, también se habían creído salvajes, eternos y puros como un acorde de esos que estrujan el corazón. Lo que encuentra es una galería de cuarentones y cincuentones al tanto de que el sueño terminó. Y sus hijos. Y los amigos de sus hijos. Y algún vecino, antiguos clientes, eventuales compañeros de ruta. La novela se despliega con intensidad polifónica: con maestría, Despentes va introduciendo gradualmente nuevos personajes con poderosos y viscerales monólogos.
“Todavía defienden la enseñanza y la seguridad social. Anormales”, piensa Kiko, devenido agente de Bolsa. “Que se mueran todos, que son unos rancios”, sentencia Pamela, devenida actriz porno y espantada por la picadora de carne en que se convirtió el oficio, pero también por la mojigatería que detecta en muchos veinteañeros. “¿Por qué la vida nos ha hecho esto? ¿Por qué este país se ha vuelto loco?”, se angustia Sélim, argelino que abrazó la nacionalidad, la ilustración y el laicismo francés, y hoy ve cómo su hija se convierte al islam.
La multiplicidad de ejes y el modo en que cada personaje traduce algún aspecto de la sociedad contemporánea podrían resultar abrumadores. Despentes parece querer abarcarlo todo: las contradicciones del progresismo, la violencia de género, la derechización de la clase obrera, el quiebre del mundo del trabajo, la vida regida por la tecnología, la miseria emocional que anida en las redes. Pero allí, en el mayor riesgo que corre la novela, es también donde reside su atractivo. El pulso narrativo de la autora regula, con mayor o menor fortuna, la exuberancia del material con el que eligió trabajar.
Hay algo de ensayo encriptado en Vernon Subutex. A través de situaciones y personajes cautivantes, la autora enjuicia la cultura gestada al calor del capitalismo financiero. Nada extraño en una escritora cuyas cartas de presentación –feminista, lesbiana, exprostituta, punk– son en sí mismas un modo de construcción política. Conocida por Teoría King Kong, un libro feroz y poco convencionalmente feminista (“Todo lo que me gusta de mi vida, todo lo que me ha salvado, lo debo a mi virilidad”, escribió allí), también es autora de Fóllame, una novela que llevó al cine, provocando escándalos y censura a discreción. Vernon Subutex, en cambio, tiene una intensidad más áspera que furiosa. Como si en lugar del desgarrado aullido punk, hoy tocara aferrarse a cierta melodía agridulce. Quizá por eso el epígrafe del volumen II es una estrofa de “Anthem”, la canción de Leonard Cohen: “There is a crack in everything/ That’s how the light gets in” (“Hay una grieta en todas las cosas/ así es como entra la luz”).
VERNON SUBUTEX 1 y 2
Virginie Despentes
Ramdom House. Trad.: N. Sobregués. 337 págs., $ 329 c/tomo