Venezuela ya no es una democracia
En las relaciones mundiales, la mayor parte de las veces el poder político proviene de la fuerza, de la capacidad para usarla o, sencillamente, de la amenaza de emplearla. Fuerza económica o militar, la última razón en las negociaciones internacionales no es la razón. Pero en ocasiones, no es así. Los convencidos de la "real politik" trastabillan en sus convicciones. Algo que no pertenece al mundo de las armas ni del dinero genera poder. Así una sociedad movilizada y convencida de ciertos objetivos puede otorgar a sus gobernantes el poder de transformar la realidad. Las creencias y el valor de los que creen también pueden cambiar el mundo. No hablo de religión ni de filosofía, sólo me refiero a la inmensa convicción que en ciertas situaciones envuelve y mueve a los individuos y a las sociedades.
¿Qué pudo haberle dicho Francisco al presidente de Venezuela? No lo sabemos y, quizá, Maduro tampoco. Pero, seguramente, supo deducirlo: "Hijo mío, no podrías soportar una condena mía a tu gobierno". Por cierto que el Papa nunca dijo ni habría dicho algo así, amenazante, impropio de la naturaleza de su poder. Lo más probable es que le haya hablado de la paz, de las virtudes del diálogo y de un pedido que el presidente no podía rechazar: abre ya, esta semana, el diálogo con la oposición.
Maduro no puede acusar a Francisco de imperialista y sabe, por más sencillo que sea su espíritu, que no podría resistir una condena o, ni siquiera, una admonición papal.
Esta semana veremos si el poder de Francisco rinde efecto. Según anunció el gobierno de Venezuela, el domingo debería iniciarse el diálogo con la oposición, aunque ésta alerte sobre la posibilidad de que haya trampas.
En paralelo, sería importante que la acción del Papa no fuera aislada: desde el Sur se debería cerrar la tenaza. Macri ya planteó su posición cuando viajó a Montevideo. Es muy positivo que lo haya hecho. Ahora, debe ir más lejos: éste es un problema que atañe a la democracia y a la capacidad regional para resguardarla.
No debemos aceptar la violación impune del Estado democrático de Derecho en nuestra región ni compartir emprendimientos como el Mercosur con un país que ha destruido la base de los derechos sociales y políticos de su población. Venezuela ya no es una democracia y la Argentina, desde hace 33 años, viene trabajando para evitar el surgimiento de regímenes autoritarios en América latina.
El viernes pasado, el régimen venezolano había anunciado la postergación indefinida del referendo revocatorio promovido por la oposición para poner término al mandato de Maduro. Así, el Consejo Nacional Electoral ordenó la suspensión de la recolección de firmas hasta nueva orden judicial. Esta decisión se produjo a pesar de que ese mismo consejo había validado el número necesario de firmas para convocar al referéndum. En el marco de la Constitución no había ninguna posibilidad de interrumpir este procedimiento. Sin embargo, en un acto ilegal, típico de una dictadura, Maduro impide la aplicación de la Constitución de su país y de la expresión popular. Es decir, adapta las leyes a su poder, con lo cual quiebra el fundamento del Estado de Derecho, esencia del sistema democrático.
Nuestro gobierno debe profundizar su primera reacción. Para hacerlo, no tiene por qué interferir con la gestión del Papa, con quien mantiene una relación que cuida celosamente. Es necesario que profundice esa primera reacción para asegurar que se evitará un enfrentamiento peligroso en Venezuela y, además, para transmitir a la región y a la comunidad internacional que, en el tema de defensa de la democracia, es decir, defensa de las sociedades, no hay términos medios. Maduro pasó el límite y la Argentina debe encabezar la respuesta regional.
Los datos para que surja la violencia en Venezuela son conocidos: el 76 % de la población quiere la salida de Maduro; a la economía destrozada en la que viven los venezolanos, se agregará una caída del 10% del PBI acompañada de una inflación del 500%. Así, la vida cotidiana en la que la escasez, la falta de bienes de consumo básicos, las enfermedades, la falta de asistencia médica, son el calvario diario para los venezolanos, recibirá dos nuevos golpes: más pobreza y menos libertad.
Doctor en Sociología Política y ex canciller