Venezuela y el coronavirus
El marxismo y sus recetas han destruido irremisiblemente la economía venezolana. Ello, sumado a la tremenda incompetencia en materia de gestión de la cosa pública de personajes siniestros, como fuera Hugo Chávez y es Nicolás Maduro.
Su sistema nacional de salud pública está también destruido. Como era ciertamente previsible.
No está, para nada, en condiciones de poder enfrentar con éxito la pandemia del coronavirus que se ha abatido sobre el mundo entero. Sus hospitales públicos no tienen disponibles ni guantes, ni barbijos. Tampoco jabón, ni desinfectantes, ni máscaras y elementos muy básicos para cirugía. Ni un flujo constante de agua corriente, siquiera.
El desastre es realmente enorme y los responsables se llaman a sí mismos: "chavistas". Está bien claro quiénes son y quiénes han sido. Y que el daño causado es de gigantescas proporciones y, por su naturaleza, absolutamente imperdonable.
Venezuela acudió, hace pocos días, al FMI para obtener ayuda en la actual emergencia sanitaria. Y la organización le contestó que no podía involucrarse, en modo alguno, en la cuestión, simplemente porque no tiene nada claro que las facultades de Nicolás Maduro lo autoricen a hablar debidamente en nombre y por cuenta de Venezuela. Y le cerró la puerta.
Hoy Venezuela tiene ya, lamentablemente, más de cien casos confirmados de "coronavirus". Y un enorme problema a resolver, casi sin recursos.
Entre los 195 países recientemente calificados en función de su capacidad de poder enfrentar la actual pandemia, Venezuela aparece ubicada en el lugar número 176. Con este sólo dato, las palabras realmente sobran. Venezuela coquetea claramente con la posibilidad de una catástrofe humanitaria, que presumiblemente no se detendrá en sus fronteras. Y muchos miran para otro lado. Mientras seguramente rezan, en silencio; con los dedos cruzados, por si acaso.
Al tremendo azote del coronavirus se ha sumado, inesperadamente, uno adicional: el del colapso de los precios internacionales de los hidrocarburos de cuya exportación Venezuela realmente depende, desde hace décadas ya.
La violencia acecha entonces a una sociedad que, como ocurre con la venezolana, está secuestrada por personajes que acaban de ser acusados por el propio gobierno de los EE.UU. de formar parte de grupos perversos, dedicados al narcotráfico.
Se cierne una bien fea tormenta, queda claro.