Vacunas vip, privilegios y mentiras
La pregunta es: ¿Por qué mentimos? La respuesta es: Porque funciona. Los Homo sapiens que hemos demostrado ser mejores para mentir obtuvimos ventaja sobre otros humanos primitivos en la implacable lucha para el éxito reproductivo.
Como humanos, debemos acoplarnos a un sistema social determinado para alcanzar el éxito, y nuestra mejor arma es destacarnos, diferenciarnos; desde el punto de vista evolutivo, mentir nos ha ayudado en esa tarea. En el extensísimo camino evolutivo, el engaño, la mentira ha dejado de ser un eficaz mecanismo defensivo, pasando a ser un arma. Y mentirnos a nosotros mismos -un talento construido por nuestra mente- nos ayuda a aceptar este comportamiento fraudulento.
A diferencia de los malos mentirosos que se ponen nerviosos, como le sucede a Pinocho cuando le crece la nariz en cada mentira y se delatan por movimientos no verbales involuntarios, podemos ver este espectáculo de mentirosos pétreos, caraduras y farsantes que utilizan inverosímiles argumentos que pasarán a la historia de la infamia política argentina, y deberían ser estudiados no solo en las carreras de ciencias políticas universitarias, sino también en las cátedras de neurociencias para ver la reacción en el sistema motivacional del cerebro. Ver que sucede en lo profundo de la amígdala, el hipotálamo, la ínsula de los estudiantes al ser confrontados con las mentiras absurdas que invocaron como justificaciones patéticas el diputado Eduardo Valdés diciendo “no sé qué es ilegal” mientras reforzaba el increíble argumento un señor al que le pagamos para que edifique leyes, que edifican República y Democracia, afirmando su condición de “personal estratégico” como Jorge Taiana, Hugo Moyano y familia, que son solo algunos de los privilegiados vip de un poder sumergido en la mentira.
He decidido acompañar a Patricia Bullrich con mi firma en un pedido de información pública presentado al Jefe de Gabinete de Ministros, Santiago Cafiero y al Ministerio de Salud de la Nación, para que informen en detalle de lo sucedido en el Hospital Posadas. Si son veraces las innúmeras denuncias que nos llegan sobre la existencia de un vacunatorio VIP que, se dice y queremos confirmar o descartar, han extendido hasta treinta turnos por día para la atención de los funcionarios, familiares y amigos privilegiados por la fortuna de pertenecer al gran movimiento nacional y popular de fantasía que dicen encarnar.
Si me ves contando dinero ilegal en La Rosadita, tirando bolsos abarrotados de dinero en conventos apócrifos, favoreciendo a mis amigos en la obra pública, podré decirte una y mil mentiras, pero allí está la verdad.
Dan Ariely, doctor en Psicología cognitiva y autor del impactante libro Por qué mentimos, abre su trabajo editorial con esta sarcástica afirmación de Groucho Marx: “Hay una forma de saber si un hombre es honesto: pregúntaselo y si responde que sí, es un sinvergüenza”.
La honestidad es una irrefutable cadena de acciones que muestran quienes somos. Si me ves contando dinero ilegal en La Rosadita, tirando bolsos abarrotados de dinero en conventos apócrifos, favoreciendo a mis amigos en la obra pública, si disfrazo el egoísmo de vacunar a los propios y despreciar al resto, podré decirte una y mil mentiras, pero allí está la verdad. En mis actos.
La mentira, arma contemporánea, ejecutada desde el poder, es un instrumento devastador que dictadores, gobernantes inescrupulosos y ventajeros varios que, en cada coyuntura, deciden para donde va el viento y construyen sus argumentos justificando sus cambios, es el resultado de la falta de sanción social y desde ya, lo es también por la escasísima sanción jurídica y menos aún la política. Los vemos hacer desastres de corrupción a la luz del día y buena parte de nosotros naturalizamos lo aberrante y hasta los seguimos eligiendo como líderes, con la esperanza vana de verlos llevarnos al paraíso prometido y nunca alcanzado.
Claro que teniendo en cuenta que, como escribió el escritor norteamericano Mark Twain hace más de un siglo: «Todo el mundo miente, todos los días, a cada hora, dormido, despierto, en sus sueños, en su alegría, en su duelo. Aun con la boca cerrada, sus manos, sus pies, sus ojos y su actitud se convertirán en una mentira». La mentira es una condición inherente a los seres humanos. Para amplios sectores del poder de turno, es una condición constitutiva de su relato. Pero los estamos viendo y entonces, debemos enrostrarlo a quienes no lo acepten aún. Por la verdad, esa identidad que sana frente al relato y nos es tan necesaria.
Patricia Pérez - Directora Instituto Latinoamericano Paz y Ciudadanía