
Upton Sinclair en el mundo del petróleo
Por Silvia Hopenhayn Para LA NACION
Durante la recesión y guerras de la primera mitad del siglo XX, ciertos escritores norteamericanos se volvieron fidedignos cronistas de su época. Puesto que buscaban retratar la decadencia que deparaba el modelo instaurado, merecen hoy una relectura para los tiempos que corren.
Algunos crearon personajes paradigmáticos para desnudar y desanudar toda una trama social. Eso ocurre en El gran Gatsby, de Scott Fitzgerald. Por su parte, Upton Sinclair, premio Pulitzer 1943, gran estudioso y amante de la política, optó por un magnate de la industria petrolera, Arnold Ross.
Su libro Petróleo , recién editado por Edhasa -que acompaña el estreno de la película basada en la novela, Petróleo sangriento , por estrenarse en estos días-, anticipa las distintas crisis petroleras. La única diferencia es que antes, al hablar del tema petrolero, se trataba de un grupo humano en una región determinada. Ahora se trata de grandes corporaciones en el mundo entero.
Lo cierto es que el petróleo es un combustible de novela. Aun sus propias características lo vuelven poderoso: su densidad oscura y su alto precio le valieron el mote de oro negro; su origen remoto y profundo hizo que se le asignara la cualidad de "aceite de las piedras".
El descubrimiento del petróleo modificó el funcionamiento de la sociedad, del mismo modo que su inminente y temida escasez exige cambios rotundos. Pero para adentrarse en el mundo de los yacimientos hay que saber de explotación petrolífera y social.
Sinclair describe los tubos de acero, las grúas, los camiones, las poleas, al tiempo que plantea conflictos gremiales, en medio de "entrevistas confidenciales del jefe de Obras Públicas". Podría pensarse que el petróleo es la página en negro sobre la que Sinclair explora los límites de la codicia.
Uno de sus hallazgos es su forma de retratar las diferencias sociales midiendo la brecha que se establece entre un padre y un hijo. "Así como Arnold Ross tenía en el banco una caja de caudales que nadie más que él podía abrir, su hijo tenía un lugar secreto en su propia conciencia." Y desde ese lugar en la conciencia suele preguntarse: "¿Dónde está la franqueza, por qué tanto enredo y reticencia?".
El pozo de petróleo también ocupa un lugar escondido que yace en la Tierra a la espera de una perforación que lo devele. Así describe Sinclair la primera extracción: "Llegó el momento decisivo; iban a moverse las entrañas de la tierra. No dejaba de ser un acto solemne, sensacional, como la elección del presidente de la república o la botadura de un transatlántico. Los obreros parecían muy orgullosos y, a la vez, ávidos de porvenir. Puso el mecánico la mano en la palanca y los ojos en el millonario".
Ya en 1906, recién inaugurado el siglo XX, Sinclair había publicado The Jungle , una crítica severa a las condiciones laborales de los centros ganaderos en Chicago. Esa novela impresionó al presidente Theodore Roosevelt, a tal punto que la aplicó para el funcionamiento de una junta de inspección de industrias cárnicas.
Pero así como la explotación ganadera, y más aún la petrolera, tiene a los hombres como protagonistas, el autor no deja afuera la versatilidad de las mujeres.
"Cosa extraña: las mujeres se adaptan como el agua y el caucho, pero vuelven a la forma anterior", dice. ¡Vaya forma de equiparar el género femenino a una sustancia movediza con cualidades químicas de imposible determinación!