Universidad, presente y futuro
La universidad moderna –nacida en el siglo XIX en Alemania– está en crisis, frente a un mundo de complejidad creciente. La velocidad de los cambios tecnológicos, las tensiones sociopolíticas y los escenarios macroeconómicos globales que afectan los presupuestos educativos son factores que inciden en el funcionamiento efectivo de las universidades en todo el mundo.
Existe una demanda creciente de sistemas educativos de mejor calidad. La competencia es global y con instituciones diversas, no solo de universidades. La demanda en contenido y en tiempo son aspectos cuestionados por los estudiantes y el mercado laboral.
Hay que recordar que el sistema educativo existente es un diseño organizacional exitoso para “secularizar” el mundo. Su éxito sirvió para transformar la sociedad con pautas mecanicistas, secuenciales y de previsible rigidez en el diseño curricular. Esta estructura es disfuncional frente al entorno antes descripto.
Hay un dominio del pensamiento analítico, fragmentado, superespecializado. La investigación científica es en mayor medida de naturaleza “monodisciplinaria”. Pocas experiencias multidisciplinarias y escasez de pensamiento sistémico.
Las quejas vienen de fuera del sistema, los alumnos se desmotivan, los graduados tienen dificultades para adaptarse a las nuevas demandas tecnológicas. La sociedad empieza a dudar sobre la contribución de la universidad con sus largos tiempos de enseñanza frente a la dinámica de la tecnología digital y la irrupción de la inteligencia artificial.
Los problemas de adaptabilidad son dilemáticos frente a la rigidez del paradigma existente en los niveles políticos y de gestión en las universidades tanto públicas como privadas. Estos dilemas son compartidos globalmente. No es algo propio de países emergentes, lo padecen también los desarrollados.
La presión de la instantaneidad: internet, interconectividad, inmediatez, conspira con el tiempo psicológico propio de los procesos cognitivos del aprendizaje. Hay una tendencia creciente a la superficialidad, al evitar lo conceptual profundo o la investigación bibliográfica, a favor de enfoques prácticos. Se necesitan cambios metodológicos que no deterioren los niveles de conocimiento y aseguren el desarrollo del pensamiento crítico.
En la Argentina, todo ello, se verifica con un sistema universitario con crecimiento, con alta deserción inicial y desgranamiento, que genera pocos graduados, demanda insatisfecha en carreras tecnológicas y baja presencia de universitarios en la población activa. Con la gravedad que por emigración perdemos a profesionales de la salud y la ingeniería que son muy difíciles de reemplazar tanto en el mercado laboral como en la docencia.
Las inversiones en la universidad moderna aumentan por necesidad de renovación de infraestructura y equipamiento tecnológico, para lo cual cada unidad académica debe crear sus propias y genuinas fuentes de financiamiento. En nuestro país, los presupuestos solo alcanzan para pagar sueldos docentes.
La transformación universitaria no es una reforma “autoritaria”, requiere mucho discernimiento para distinguir lo que debe ser conservado y lo que debe ser cambiado. Ello exige liderazgo de las autoridades, un ambiente de respetuoso diálogo y actitud colaborativa para lograr consensos. Se reclama capacidad de gestión y un cambio de paradigma epistemológico para rediseñar el sistema, comprendiendo el mundo futuro.
Hoy la sociedad reclama otra manera de enseñar y de aprender, otra manera de gobernar, un rescate de los vínculos de asociación y colaboración para generar redes de cambio. Se necesita una “redarquía” de gobierno universitario, frente a la decadencia de la jerarquía tradicional que perpetúa las burocracias organizacionales, que impiden los cambios.
Estamos frente a un desafío impostergable para adaptar la universidad a un mundo que ya cambió. Pero esa necesidad exige financiar las estructuras presentes, con el compromiso de producir las transformaciones imperiosas para mejorar la efectividad hacia una universidad que sea un motor para reubicar a la Argentina entre los países que lideren el mundo.
Miembro titular de la Academia Nacional de Ingeniería; director del Instituto de Educación en la Ingeniería