Reseña: M, de Eric Schierloh
Herman Melville, uno de los padres fundadores de la literatura estadounidense, llegó a ser un muerto en vida, al menos en términos de fama literaria. Después de alcanzar celebridad con sus novelas de aventuras, y de haber publicado sin demasiada pena ni gloria Moby Dick, vivió los últimos treinta años de su vida en las sombras –mejor dicho, alejado de las luces y los fastos de la cultura– como anónimo empleado de la aduana de Nueva York, sin volver a publicar narrativa, apenas ediciones limitadas de extensos poemas épico-metafísicos.
Ese segmento opaco de la trayectoria vital de Melville ejerció un magnetismo singular sobre Eric Schierloh (La Plata, 1981) y lo llevó a componer esta novela biográfica de corte experimental. El escritor que deserta, que abandona, que depone la pluma, que "preferiría no hacerlo", es un tópico alrededor del cual, por ejemplo, Enrique Vila-Matas construyó casi toda su obra. Pero la de Schierloh es una estrategia literaria diametralmente opuesta: ahí donde en el catalán hay narrador, personajes y una concepción más o menos tradicional de la tensión narrativa, ahí donde hay hemorragia de palabras, en M opera ya desde el título la elipsis, el torniquete, el collage, el cut and paste, la redacción telegráfica que por momentos recuerda el estilo de David Markson.
Compuesta a partir de citas de cartas, anotaciones escuetas, glosas de estudios biográficos, reproducciones de subrayados del propio Melville, fragmentos entre los que Schierloh intercala, camufladas, líneas de su invención, M es un objeto extemporáneo y estilizado. Una novela –con todas las letras– de lector.
M
Eric Schierloh. Por Eterna Cadencia. 158 páginas$ 450