Una valija musical
¿Por qué hago lo que hago? ¿Cómo lo hago? ¿Cómo lo imagino? Esas tres preguntas fueron la consigna del trabajo final de Redacción creativa, que dictaba Daniel Ulanovsky Sack hace dos décadas, cuando cursaba la carrera de Periodismo. Había que entrevistar a alguien y yo decidí que fuera el saxofonista Damián Nisenson, que desde hace tres lustros está radicado en Canadá, pero en ese momento integraba el dúo experimental Dosaxos2 con Sergio Dawi. Le había hecho algunas notas para La García, y sabía que por su perfil era el personaje adecuado para ese TP, que me permitió aprobar una de las materias que más disfruté en la carrera. Pero además, esas tres preguntas me acompañaron a lo largo de toda mi trayectoria, ayudándome a pensar y repensar mi vida y el oficio periodístico.
A Mariana Rotundo la conocí hace unos años, cuando estaba musicalizando una actividad en el Centro Cultural Recoleta. Le gustó la música que pasaba, así que me escribió, nos hicimos amigos virtuales e incluso llegamos a vernos alguna vez. A ella la cuarentena la sorprendió en Tucumán, adonde había viajado para desarmar la casa de sus tías, que había heredado. Hace unos días, me mandó una encomienda con unas líneas que me gustaría compartirles, con orgullo y con pudor.
"Una pesada valija de música ha decidido irse de viaje. Dejar el túnel del pasado de esta casa. Vivir un presente y quizás un futuro lejos de aquí. Es una valija llena de canciones y entre ellas recuerdos y pasiones. Todas las voces que están adentro han pasado muchos años y en sueños me han pedido llamar a Humphrey, un muchacho digno de admiración y respeto por todo el amor y la dedicación que le pone a su trabajo, siendo capaz de poner en igual plano artistas emergentes junto con otros de renombre, haciéndolos convivir en un mismo texto con la generosidad de enaltecer por igual la obra de ambos. Eso es todo lo que está bien, creo yo."
Además de muchos casetes y cientos de singles, en la robusta maleta había joyas como un álbum mexicano de Daniel Riolobos; arpistas paraguayos como Lorenzo Leguizamón y Luis Bordón; Olga Guillot cantando a Armando Manzanero; Este destino cantor, de Jorge Cafrune; un disco de Herb Alpert que incluye "Spanish Flea", tema que amo desde que Alex de la Iglesia lo incluyó en la banda sonora de Perdita Durango; y hasta un disco rosa de La Pantera Rosa. (Agradecido por la confianza y el honor, pienso en un chiste que publicó en instagram Diego Poso, conductor del podcast El programador de música: "¿Qué somos? ¡Coleccionistas!; ¿Qué queremos? ¡Más discos!; ¿Dónde los vamos a meter? ¡No sabemos!".)
Cuando les compartí la noticia a mis amigos de la redacción de Brando, lejos de celebrarlo, se horrorizaron. Me consideran un linyera ("cultural", diría yo; "a secas", dirán ellos). Para mí, tirar un disco es un pecado. así que si no saben qué hacer con sus vinilos, sepan que serán acogidos con amor y responsabilidad.
No fue la única sorpresa grata de estos días. A raíz de un manuscrito donde contaba el hallazgo callejero de un cuadro de Eber Lobato de un retrato que se parecía al Flaco López Ruiz, el artista plástico Guillermo X. Sesma, que publicó el precioso libro Episodios musicales, me escribió para contarme que se había "autocirujeado" (sic) unos postigos que se volaron de unas ventanas de la casa de veraneo que construyó en La Paloma, Uruguay. Ya las había apilado para tirar a la basura cuando decidió pintar la serie "La Paloma Latin Jazz Band", que expuso en las paredes del Café Vinilo. "A esta banda la tenía un poco olvidada hasta que leí tu nota y me asaltó una duda, ¿No le gustará a tu Lobato/López Ruíz compartir su espacio con mi contrabajista?". La respuesta no quedó flotando en el viento: ahora cuelga en mi pared. Es un cuadro precioso que sirve, también, como respuesta a esas preguntas del principio del texto.