Reseña: Prestigio, de Rachel Cusk
Una gran obra también puede surgir por simple efecto de saturación. Después de su divorcio, la novelista Rachel Cusk (Ottawa, 1967) publicó una memoria personalísima en la que defenestraba al exmarido y otra donde apuntaba contra la idea de maternidad. Las críticas, agresivas, la obligaron a recalcular. No abandonó el giro autobiográfico: lo sometió a una transformación absoluta.
Prestigio cierra la trilogía englobada en inglés bajo el título Outline, compuesta también por A contraluz y Tránsito. El conjunto tiene como eje a una escritora que calca las experiencias de la propia Cusk, aunque el nombre sea otro (Faye) y se susurre con malicia, un poco a la Proust, apenas una única vez por novela.
¿La originalidad? El yo está bien visible, en primera persona, pero no habla casi de sí; más bien funciona como rabdomante involuntario de historias ajenas. La narradora se detiene en lo que le revelan todos aquellos con los que conversa. Prestigio empieza en un avión, con el casual compañero de asiento contando, entre otras derivas familiares, el triste sacrificio de un perro. Faye se dirige a un festival literario. Por el resto del libro desfilarán escritores dudosos, una editora experimentada, un periodista, un guía de alto coeficiente intelectual, que perfilan sin buscarlo el estado actual de la intimidad y, también, de la literatura. Hay desconcierto e ironía y, entrelíneas, una formidable dialéctica ensayística: ¿para qué sirven los libros en el hiperconsumista "capitalismo de combustión", que todo lo fagocita? ¿Los hombres, más que atenerse al rancio modelo tradicional, no deberían construirse a través de la experiencia? Se podría decir mucho más de Prestigio –y de la trilogía–, pero basta con sospechar que se trata de una obra maestra en tiempo real.
Prestigio
Por Rachel Cusk. Libros del Asteroide. Trad.: Catalina Martínez Muñoz200 págs./ $ 1250