Una trama íntima y múltiple
Sobre Un padre extranjero, de Eduardo Berti
Cuando nos miramos en espejos contrapuestos y nuestra imagen se multiplica al infinito, nos sobreviene una mezcla de inquietud con fascinación, un reconocimiento lúdico. El mismo efecto crea Un padre extranjero, la nueva novela de Eduardo Berti (Buenos Aires, 1964), residente en Europa desde hace varios años y autor de una decena de libros de ficción (novelas, relatos, microcuentos), entre los que se cuenta El país imaginado, que ganó en 2011 el premio Emecé.
Con una intención por primera vez autobiográfica, en Un padre extranjero, Berti se designa a sí mismo como autor, narrador y personaje. Lo singular es el modo en que esa trinidad literaria se sumerge en una laberíntica trama de espejos, en la que distintas historias -así como planos de lectura y de escritura- se van superponiendo a partir de reflejos, ecos, simetrías o correspondencias.
En esa coreografía calidoscópica, el marco es circular: se abre con la muerte de la madre y se cierra con toda la significación de la muerte del padre, quien le lega el “apellido”, esa palabra donde se aloja el origen de los orígenes (proveniencia, idioma, desarraigo) y se define una identidad.
Como ya había hecho en su novela La mujer de Wakefield, al crear una mirada opuesta para el famoso cuento “Wakefield” de Nathaniel Hawthorne, aquí el hilo invisible que lo conduce es otra huella literaria. La biografía de Joseph Conrad, el escritor polaco radicado en Inglaterra, funcionará como contrapunto del recorrido de Berti padre, rumano exiliado primero en Francia y luego en la Argentina, que no termina de ajustar su acento ni de aceptar la incómoda errancia del emigrado. Conrad nunca es evocado por su nombre sino únicamente como Józef, algo similar a lo que ocurre en su extraordinario cuento “Amy Foster”, en el que el autor polaco encarna con ferocidad el traumático dolor del trasplantado.
Un padre extranjero describe la cadena de lecturas (milenarias, en palabras de George Steiner) que supone el arte, pero también las que producen las relaciones humanas. El hijo y la esposa de Conrad leerán y anotarán su obra, o escribirán acerca de ella. Meen, un alemán forastero, se cierne -como lector herido y amenazante- sobre la familia del escritor para vengarse, al interpretar que ha sido convertido en personaje dentro de uno de sus relatos.
Entretanto, Berti hijo afronta sus propias duplicidades con su progenitor cuando éste elige el desafío de probarse como autor: “Mi padre parecía emularme escribiendo una novela; yo lo emulaba a él con mi flamante título de extranjero”, dice tras haberse radicado en París y más tarde en Madrid. En ese juego de versiones invertidas, en el que cara y cruz se alternan y confunden, hay también un rastro de La Odisea: Ulises intenta volver a casa y su hijo Telémaco (en griego: el que combate desde lejos) sale a buscar al padre. Al reencontrarse, Telémaco tarda en reconocerlo porque su identidad fue disfrazada.
Los niveles de escritura también se diversifican: hay datos de las biografías de Berti y de Conrad dentro de la ficción, pero alrededor también se entrelazan anotaciones para la construcción de la novela junto con sus apuntes como lector sobre lo que escribía su padre, sobre los relatos de Josef, sobre la novela de su esposa, sobre los textos de su hijo.
Desde el prisma que implica la muerte de Berti padre, el autor de El país imaginado construye ahora una novela coral protagonizada por almas forasteras, destierros, patrias adoptivas, idiomas, hijos únicos, viajes y mudanzas, reflexiones sobre el valor de la propia lengua y citas acerca de leer o escribir: “Hoy, con más veteranía como extranjero, prefiero la idea de que el verdadero país de un escritor está en sus libros”.
Lo que subyace, como una piel interior de la novela, es el entrecruzamiento de sentidos proyectados en todas direcciones. Eso a su vez supone un borramiento en los límites entre ficción y realidad, sueños y vigilia (“semiinsomnio”), escritura y lectura, literatura e invención, geografías varias. O, para decirlo con otra palabras, entre el sonido de un nombre y su pasado, entre los idiomas fantasma y las tierras imaginarias, entre las ciudades de la vivencia y los países de la memoria.
UN PADRE EXTRANJERO
Por Eduardo Berti
Tusquets
328 páginas
$ 329