Una tierra de consenso y tolerancia
Marruecos aparece con un aura de solidez y crecimiento muy firme respecto de otros países de la región, arrastrados a la disolución y la violencia después de la "primavera árabe". El reino de Marruecos muestra fortaleza en su economía, obras de infraestructura, inversiones extranjeras sostenidas, exportaciones de peso, moneda estable y una presencia internacional singularmente sólida en el conjunto de los países líderes. Y el turismo europeo e iberoamericano lo sigue eligiendo entre los destinos más deseados.
Cabe reflexionar sobre otros aspectos en razón de la visita del Papa, recientemente, y en ocasión de su visita oficial a Casablanca y Rabat. Estos viajes no son accidentes en una agenda. Ya Juan Pablo II reconoció en Marruecos una comunidad fraternal ante miles de jóvenes que lo aclamaron en agosto de l985. Afirmó que se tornaba indispensable un diálogo constante entre la Santa Sede y Marruecos sobre temas de interés común como la paz, la seguridad en la región, la libertad religiosa, la protección del medio ambiente y la cuestión migratoria. Allí se sembró lo que hoy germina en el ámbito interreligioso a nivel internacional. Si bien se trata de una monarquía con amplísima mayoría islámica, en Marruecos han convivido el catolicismo y el judaísmo sin conflictos, por centurias. Islámicos moderados, los marroquíes han dado lugar a la libertad religiosa y al ejercicio de la libertad de conciencia. Sobre la tolerancia y el consenso construyeron el pujante modernismo de hoy.
Respecto de la comunidad judía, radicada en esas tierras desde tiempos inmemoriales, han compartido la vida y los diálogos interreligiosos sin dificultades. En la actualidad habría unos 10.000 judíos viviendo en paz y plenitud, ejerciendo sus derechos en un ámbito de confort, fraternidad y respeto. Cabe reconocer que la familia Arizu ha sido asesora destacada tanto del rey Hassan II, padre del actual monarca, como de Mohamed VI, con gran predicamento y peso. En igual tono viven los 30.000 católicos que, con discreción, practican su culto en ciudades marroquíes. Existen más de 44 iglesias que predican los evangelios sin restricciones, hay dos obispos, decenas de sacerdotes y dos órdenes de hermanas religiosas que atienden tareas en ámbitos de salud y solidaridad.
El Papa, apenas llegó a Casablanca, expresó que los países son hacedores de puentes por la paz y para ello deben vivir sus religiones en paz. "El mundo musulmán debe encontrar relaciones con el cristianismo que expresen ese estatus privilegiado que han construido por siglos de consensos y tolerancia, a través de su historia, marcada por una fuerte apertura en lo secular". No es de menor importancia recordar que la actual dinastía que rige el reino de Marruecos reconoce a su rey como el trigésimo sexto descendiente de Mahoma, así como el monarca décimo octavo de la dinastía Alui.
Aun fuera de los ámbitos interreligiosos, las naciones que forman parte del mundo de estos tiempos son las que han podido derrumbar los muros de la intolerancia y los extremismos. Las civilizaciones actuales reclaman crecer en la comprensión del otro. El diálogo en paz y la solidez de sus economías consiguen así un desarrollo estable y permanente. Las sociedades cerradas a las instituciones democráticas, al diálogo interreligioso, a la tolerancia y el consenso, no encuentran el bienestar y el crecimiento.
Sería muy bueno que estos ejemplos calaran en el espíritu de los dirigentes políticos argentinos, más cercanos en sus pensamientos a la disolución y a la desinteligencia sobre los intereses nacionales.
Sin paz, sin tolerancia y sin consenso no construiremos una nación mejor. Trabajemos en ese sentido y con esas metas, porque el abismo no está muy lejos.