Una sorprendente adaptación a los cambios sociales
De Menem a los Kirchner, mudan las ideas y las políticas al ritmo de la época, pero el elenco es siempre el mismo
Cada vez que llega un visitante extranjero, un diplomático destinado por primera vez a la Argentina o un corresponsal que debe cubrir un evento político en nuestro país, siempre escucho la misma pregunta: ¿qué es el peronismo? Yo respondo que puede ser partido, movimiento, doctrina, ideología o cultura, pero en realidad es las cinco cosas al mismo tiempo. Esa es una de las causas de que sea un fenómeno de difícil comprensión.
Sin embargo, la nota dominante en esta etapa histórica es que se trata de una cultura política. La clave probablemente esté en el poder y en su forma de entenderlo, y eso remite inevitablemente a Juan Domingo Perón, cuyo nombre mantiene viva la fuerza política que fundara en 1945 y cuya personalidad es la clave de la cultura peronista.
Perón puede ser juzgado por su actuación. A comienzos de los años 70, se encontraba exiliado en España, protegido por Francisco Franco. Al mismo tiempo, se carteaba con Fidel Castro y alentaba a las "formaciones especiales", los grupos de la juventud peronista que habían pasado a la acción armada.
El líder y fundador del peronismo era un militar profesional que nunca renegó de su condición de tal, pese a ser derrocado por sus propios camaradas. Podía girar de izquierda a derecha sin perder su objetivo político, que era alcanzar, retener o recuperar el poder.
No ocultaba su visión de la política. Y decía públicamente: "Cuando en política hay que doblar a la derecha, hay que poner el guiño a la izquierda". También dijo: "Cuando usted quiere hacer algo en política, haga que se lo pidan, rechácelo, haga que insistan y al final acepte haciéndole un favor a quien se lo pide". En 1973, cuando vuelve tras 18 años de exilio, un periodista le pregunta: "¿Como ha hecho usted, que se fue tan mal en 1955, para volver ahora victorioso y aclamado por sus adversarios?" Y Perón responde: "Es que los que vinieron después fueron peores".
La primera prueba de sobrevivencia del peronismo fue el derrocamiento y exilio del líder, y sobrevivió a ella.
Cuando Perón muere el 1 de julio de 1974, tres décadas después de la fundación de su fuerza política, muchos pensaban que el peronismo no sobreviviría a la desaparición de su caudillo, dado la alta dosis de personalismo que tenía. Se lo comparabacon Getúlio Vargas en Brasil, que, habiendo gobernado en total casi veinte años, selló con su muerte el fin del varguismo, que se diluyó. Así sucedió con una amplia mayoría de los movimientos populistas.
Pero el peronismo sobrevivió, y al restablecerse la democracia en 1983 fue una de las alternativas con posibilidad de disputar el poder. Acá vino entonces la tercera prueba: si sobreviviría a una derrota en una elección presidencial.
El partido había ganado hasta entonces todas las elecciones presidenciales en las que había podido presentarse: 1946, 1952 y las de marzo y setiembre de 1973. Hasta entonces, el peronismo había perdido su líder pero mantenía el aura de la "imbatibilidad electoral".
En 1983 sufría su primera derrota en elección presidencial y por 10 puntos, frente a Raúl Alfonsín. Muchos pensaron que no sobreviviría, pero al fin logró superar esta tercera prueba. Cuatro años después ganaba la elección de medio término y a los seis ganaba la elección presidencial con Carlos Menem.
¿Cuál es la causa de la sobrevivencia del peronismo durante los últimos tres cuartos de siglo en la Argentina? Creo que la clave está en su capacidad de entender, procesar y representar la complejidad, ambigüedad y contradicción de la sociedad argentina. Hay una fuerte correlación entre el peronismo y la sociedad, guste o no.
En 1989, el peronismo retorna al poder con Carlos Menem, quien gobierna dos períodos, hasta fines de 1999. Busca la alianza con Estados Unidos, privatiza las empresas públicas y promueve el libre mercado. Hace un gobierno de centroderecha y Washington le otorga al país la "Alianza extra-OTAN".
Tres años y medio después, en mayo de 2003, asume la presidencia Néstor Kirchner. Completa su mandato de cuatro años y lo sucede su esposa Cristina, que gobierna otros dos períodos; el kirchnerismo suma doce años y medio en el poder. Gira hacia el centroizquierda, asume un modelo intervencionista y adopta formas populistas. En el plano internacional se aleja de Estados Unidos y busca aliados en China y Rusia en el ámbito global, y en Venezuela en el regional. El peronismo acompaña casi en su totalidad el giro. Las personas no cambian, son las mismas. Y esto se interpreta como una manifestación más de la cultura peronista.
Pero estos giros no son consecuencia de decisiones políticas, sino de adaptación a cambios que se registran en la sociedad. Cuando llega Menem, el fracaso de las empresas públicas, la hiperinflación en lo interno y la caída del muro en lo externo, habían hecho girar a la sociedad argentina hacia el centroderecha. Menem supo interpretarlo y tomó esa dirección.
En cambio, a comienzos de la primera década del siglo XXI, la crisis 2001-2002 había producido un nuevo cambio en la sociedad. La economía liberal había fracasado para la gente, que pasaba entonces a pedir más Estado; en lo internacional, ya no estaba tan claro que la economía de mercado fuera la única alternativa. Es allí cuando Kirchner interpreta este cambio.
Esta capacidad de adaptación del peronismo no es planificada, es más bien espontánea e intuitiva. Pero el peronismo no es inexorable ni inevitable. Desde 1983 fue derrotado en tres elecciones presidenciales.
Para plantear un juicio crítico sobre esta faceta particular y específica de la política argentina es necesario revisar la idea de que el peronismo es la causa de la decadencia argentina, dado que los tres cuartos de siglo en que ha sido la fuerza política "dominante" ha tenido lugar un fuerte retroceso en el país, como muestran indicadores educativos, económicos y sociales.
En estos 75 años, el peronismo ha gobernado la mitad del tiempo, los militares lo han hecho una cuarta parte y las fuerzas políticas no peronista otro cuarto.
La frustración de la Argentina no puede adjudicarse solo al peronismo, sino que es un fenómeno complejo y multicausal. En mayor o en menor medida, todos los sectores han contribuido a generarlo y no solo el peronismo.
Ahora la Argentina enfrenta una nueva elección presidencial, de un mandato que tendrá lugar durante la tercera década del siglo XXI. El peronismo vuelve a ser alternativa electoral, enfrentando al quinto gobierno electo no peronista, desde que el partido surgiera el 17 de octubre de 1945.
Lo que está sucediendo en el peronismo -la sorpresiva fórmula Fernández-Fernández, la división entre kirchneristas y antikirchneristas, los giros imprevistos de los protagonistas y las citas a Perón- muestra no solo su sobrevivencia, sino también la permanencia de sus claves políticas y culturales.