Reseña: Quemar el cielo, por Mariana Dimópulos
Una mujer va tras los pasos de otra. Ese seguimiento es en verdad imaginario, apenas la proyección de una necesidad extemporánea y compulsiva: la de conocer el destino de su prima, militante del ERP cuyas huellas han sido prácticamente borradas del árbol familiar. Sin embargo, esa pulsión desembarca luego en acciones concretas, y es así como el viaje sentimental de Monique tras los rastros de la desaparecida Lila se transforma en una suerte de pesquisa policial pero, también, existencial.
La última obra de Mariana Dimópulos –exquisita traductora de Walter Benjamin, además de autora de novelas como Cada despedida y Pendiente– toma como núcleo esa búsqueda, desdoblando su estructura entre un presente a la deriva y un pasado, narrado desde una perspectiva distinta, que ancla en los inicios de la militancia activa de Lila y avanza hacia un devenir complejo y contradictorio.
Quemar el cielo atraviesa, de la mano del compromiso cada vez más extremo de Lila, la mayor parte de las intervenciones del ERP durante la primera mitad de la década de 1970 –del asesinato del director de la Fiat Oberdan Sallustro al fallido asalto al batallón de Monte Chingolo–, y lo hace desde el doble hallazgo de evadir los innumerables lugares comunes que la literatura política suele transitar sin resignar, por ello, ni una pizca de materialidad. La de Dimópulos es una rigurosidad no solo histórica, sino también poética. La mayor proeza se encuentra en la confluencia de esos dos ejes: una escritura que dice las cosas por su nombre, y así y todo se muestra siempre nueva.
Quemar el cielo
Por Mariana Dimópulos
Adriana Hidalgo. 214 páginas$ 630