Una revista alternativa y su historia
Sobre Estación imposible, de Sebastián Benedetti y Martín Graziano
En el prólogo de Estación imposible, Expreso Imaginario y el periodismo contracultural, Sergio Pujol señala que mientras que las revistas Punto de Vista y Humor son consideradas publicaciones que desafiaron la dictadura, no se considera así a Expreso Imaginario que, sin duda, tiene el calendario a su favor: el primer número de la revista ideada por Jorge Pistocchi y Pipo Lernoud llegó a los kioskos el 6 de agosto de 1976 y el último se editó en enero de 1983.
Pero no es distracción ni injusticia que no se la coloque en ese grupo de “resistentes”. La publicación, como bien muestran Sebastián Benedetti y Martín Graziano en este libro indispensable (que fue su tesis de posgrado, editado como tal hace unos diez años y que ahora relanza, revisado y mejorado, Gourmet Musical) deja en claro el porqué. Es que Expreso Imaginario (el Expreso o la Expreso, como se la llamaba entonces) se inscribe en otra secuencia, la de las revistas contraculturales que florecieron en los años sesenta, en paralelo con el movimiento hippie. Los temas que tocaba siempre estaban a contramano de la agenda de la época (salvo, tal vez, lo estrictamente musical).
No se oponía al oprimente discurso oficial de ese momento sino que elegía una suerte de “caminito al costado del mundo” (para citar un tema de La Renga, la banda que mejor heredó aquellos ideales que iluminaron la revista). En sus páginas se leían notas sobre nuevas formas de vida, experiencias en comunidades, ecoactivismo, rescate de tradiciones y costumbres de pueblos originarios o la defensa de un parto más humanizado, y la sección “Guía para habitar el planeta tierra” podía incluir desde recetas de cocina hasta instrucciones sobre cómo construir un panel solar. Temas que se han vuelto cotidianos (simpáticamente new age, en algunos casos; aterradoramente reales en otros, como en las advertencias sobre el cambio climático) pero que entonces no se encontraban casi en ninguna otra publicación local.
Desde el punto de vista musical, la revista se alineaba con el rock, pero también se abría a otros horizontes. Astor Piazzolla fue tapa del número 6 (enero de 1977) y Atahualpa Yupanqui, del 53 (diciembre de 1980), en tiempos en que el folklorista no era reconocido en su real magnitud (tanto es que él mismo, años después, dijo que aquella había sido la mejor entrevista que le habían hecho en toda su carrera) y también una apertura hacia la nueva música brasileña, que incluye la anécdota de que Egberto Gismonti y Hermeto Pascoal trabaron amistad en la redacción de la Expreso.
Con un formato poco habitual y ya de por sí desafiante (los primeros doce números de 33 x 45 cm, que se reduciría a 23x32 y, finalmente, en el número 18 el más convencional 22x27), la revista buscó en los primeros tiempos que su tapa y su contenido fueran coherentes con sus búsquedas (insoslayable la cubierta del número 2, ilustrada por Horacio Fontova, uno de los miembros del staff, con una suerte de bebé gigante, mutante y maligno que juega con el planeta Tierra).
Benedetti y Graziano eligieron dividir la historia de la revista en tres etapas: la primera (desde el inicio hasta septiembre de 1979) fue el gran tiempo de la Expreso, marcada por la dupla Jorge Pistocchi (a quien está dedicado el libro) y Pipo Lernoud y por la constante reinvención y búsqueda de nuevos horizontes; momento de exploración y expansión, de creación de una manera renovada de hacer periodismo en el país. La segunda se inicia con la partida de Pistocchi y el comienzo del fin de la ilusión y se extiende hasta febrero de 1981 cuando también Lernoud da un paso al costado, para dar inicio al período más convencional y “rockero”, encabezado por Roberto Pettinato.
La Expreso, ventana a otros mundos y puente entre personas (su Correo de Lectores se convirtió en una de las secciones principales, suerte de red social con alma aldeana) se merecía una publicación que pusiera su historia en contexto.
Estación imposible. Expreso imaginario y el periodismo contracultural
Por Sebastián Benedetti y Martín Graziano
Gourmet Musical
240 páginas, $ 270