Una refutación de la leyenda peronista
Desde su origen, el partido fundado por Perón reivindicó como propias las conquistas sociales logradas a partir de mediados del siglo pasado; una mirada atenta y precisa de la realidad desmiente esta lectura
Han pasado 71 años del 17 de octubre original y la interpretación que se le dé sigue dividiendo aguas en la Argentina. De ella depende todavía, en gran parte, nuestra ubicación frente a la realidad nacional. Conocemos lo que sostiene el peronismo. Según la leyenda, el 17 de octubre de 1945 el subsuelo de la patria se sublevó y salió a la calle para cambiar la historia. Hubo un antes, el de la Argentina agraria y oligárquica, con su miseria general y sus derechos conculcados, y un después, signado por la obra del general Perón, al que los argentinos le debemos los derechos sociales, la mejora en los salarios y el pasaje de un país agropecuario a otro industrial.
Dejemos de lado el lado oscuro de la luna, que la leyenda no menciona. La conculcación de los derechos individuales, los diputados opositores en prisión, la obligación de afiliarse para mantener el empleo estatal, de usar crespón por la muerte de Evita y de poner fotos del General en despachos y verdulerías, las provincias no peronistas intervenidas, la red barrial de delatores, la tortura de disidentes en las comisarías, las huelgas militarizadas, los artistas presos, la sumisión del sindicalismo al Estado, el ominoso aparato de propaganda, los libros de lectura con "Amo a mi mamá y a Evita", el clientelismo distribuido con el sello "Fundación Eva Perón", la división de las familias por la primera grieta y los llamados del presidente y la jefa espiritual de la Nación a colgar opositores e iniciar hogueras en las que los cipayos y gorilas hallaran apropiada incineración. Al enemigo, ni justicia.
Pongamos el foco en los aspectos que quienes inician su discurso con "Yo no soy peronista, pero..." reconocen como méritos del peronismo: las leyes sociales, la distribución del ingreso y la Argentina industrial. Y bien, desde el fin de la crisis del 30 hasta 1945, la industria crecía al 5,6% anual, en línea con la Argentina "agropecuaria", cuya industria había crecido por 70 años al impresionante promedio del 5,5% anual. Eso permite otra perspectiva sobre el 17 de octubre, no ya como producto de la maldad oligárquica, las condiciones de vida inhumanas y el atraso productivo, sino como expresión de un país en rápida industrialización y con una clase trabajadora en alza que reclamaba, con justicia, mayores participación y derechos.
En la Argentina "industrial" que parió el peronismo, el crecimiento industrial bajaría a casi la mitad: 3% (1946-2015). Y el descenso empezó con Perón. La media 1946-1955 fue 4,9%, más baja que la de la oligarquía pastoril anterior y que la revolución fusiladora posterior: 8,8% entre 1955 y 1958. Y venía creciendo al 7,1% entre 1964 y 1974 cuando Perón volvió a la patria para evitar la desindustrialización. Así fue como Cámpora-Perón-Isabelita promediaron 1,6% anual promedio (1973-1975). ¡Hasta Menem lo hizo mejor!: 2% entre 1991 y 2001. ¿Neoliberalismo? Puede ser. Pero el siguiente peronista, Duhalde, marcó el récord desindustrializador: -10% en 2002 del "salvador de la patria", que sólo salvó al peronismo y les abrió la puerta a Néstor y la década saqueada.
Lo que el peronismo presenta como "los principios sociales que Perón ha establecido" fue fruto de una larga lucha de la sociedad argentina que contó con el apoyo de la mayoría de los partidos. El descanso dominical es de 1905, gobierno de Roca; las vacaciones pagas son de 1933 (Uriburu); la jornada de ocho horas es de Yrigoyen (1929), y la primera ley de jubilaciones fue sancionada durante el gobierno de Alvear (1924). También fueron fundamentales los aportes de los diputados socialistas. De su autoría fue la primera ley de protección del trabajo de mujeres y niños (1907, Figueroa Alcorta); la de accidentes de trabajo (1915, Sáenz Peña); la primera reglamentación del trabajo a domicilio (1918, Victorino de la Plaza), y las leyes de indemnización por despido sin causa, protección de la maternidad y licencia paga por enfermedades (1933, Uriburu).
Lejos de las pretensiones de la leyenda peronista, la legislación social argentina era la más avanzada de América latina y una de las más completas del mundo antes del peronismo. Los logros de Perón -el estatuto del peón de campo, la ampliación del sistema jubilatorio, los fueros laborales y el aguinaldo- fueron en su carácter de miembro de la dictadura militar de 1943-1946 y no hay forma de reivindicarlos sin aceptar que Perón fue un golpista. Además, eran la estrategia central de la campaña presidencial que preparaba la dictadura para perpetuarse en el poder y formaban parte de una profundización de los derechos sociales que estaba teniendo lugar en todo el mundo sin necesidad de dictaduras ni populismos.
Hasta donde sé (acepto desmentidas), no hay una sola ley social de importancia sancionada originalmente por un gobierno democrático peronista. Ampliaciones, sí. Pero las hay de todos lados, como el famoso artículo 14 bis, que es de 1957, plena revolución fusiladora.
En cuanto al fifty-fifty de distribución del ingreso peronista, tampoco es cierto. Es verdad que los días más felices fueron peronistas: en 1946-1949, 1973-1974, 1991-1994 y 2003-2007 hubo aumento de los salarios y de la participación de los trabajadores en la renta. Pero fueron platas dulces efímeras e insustentables que terminaron en crisis y planes de ajuste, como el Plan de Austeridad de Perón, de 1952. Y los mayores retrocesos de la historia también fueron peronistas. Los 6,9 puntos de participación en la renta laboriosamente ganados por el General entre 1946 y 1955 se perdieron entre 1973 y 1976 (-14,8%) gracias al Rodrigazo. Si sumamos los 10,7 puntos perdidos en el ajustazo 2002 de Duhalde y reagrupamos los datos según los tres grandes grupos políticos argentinos (peronistas, militares, radicales), el que peor lo hizo fue el peronismo.
No existe ninguna evidencia de que el peronismo haya jugado un rol a favor de la justicia social más allá de las declaraciones. El 17 de octubre de 1945, las condiciones de vida del pueblo argentino eran peores que las de hoy, pero eran las mejores de América latina; superiores, incluso, a las de países europeos como España e Italia, de los que nos seguían llegando miles de emigrantes. En cambio, hoy, miles de argentinos se han vuelto a la tierra de sus abuelos y la única inmigración que nos llega proviene de los países más pobres de América del Sur.
La pobreza argentina casi triplica la de Uruguay y la de Chile, que hasta 1945 nos miraban con admiración y envidia. Y desde entonces el peronismo ha gobernado 34 años y seis meses, tanto como los radicales y los militares juntos; con tres décadas de hegemonía ininterrumpida en manos de Perón, Menem y los Kirchner; caso único. Han gobernado, además, 24 de los 26 años transcurridos entre 1989 y 2015, y controlado sin interrupción el Senado, la mayoría de las provincias, la provincia que es casi la mitad del país, los sindicatos y la policía bonaerense, dejando un 29% de pobres después de doce años de soja por las nubes y corrupción. ¿Se harán cargo, alguna vez, de lo que les han hecho a los que decían representar y defender?
En cuanto al rol de payador perseguido que la leyenda le adjudica, el peronismo participó de todos los golpes militares del siglo XX, excepto, claro, los que se dieron contra sus gobiernos; así como de las destituciones de Alfonsín y De la Rúa, como han admitido muchos de sus dirigentes, incluida la ex presidenta de la Nación. Perón fue un conspicuo miembro del Partido Militar, con el cual participó de los golpes de 1930 y 1943, llegando a vicepresidente de aquella dictadura; recibió el ofrecimiento de la candidatura presidencial de los jefes del Ejército y ante ellos renunció en 1955, y no ante la CGT ni el Congreso. Lo que también permite ver el 17 de octubre de 1945 desde otra perspectiva; no ya como la lucha entre el pueblo y el Ejército oligárquico, sino como un enfrentamiento interno en el Ejército entre su rama elitista y su rama populista, que Perón lideraba.
El peronismo tiene, qué duda cabe, todo el derecho a abrazar su interpretación de la historia y a festejar el 17 de octubre y la leyenda, de cuyo último capítulo, el relato, acabamos de deshacernos. Por nuestra parte, quienes somos críticos del peronismo tenemos derecho a reconocer los genuinos anhelos de democratización que el peronismo generó, pero considerar, también, que los traicionó, y desde el primer día. Así como tenemos derecho a exigir que de vez en cuando los peronistas acerquen algún dato que corrobore la leyenda en vez de andar insultando a sus refutadores. Después de todo, la única verdad es la realidad, compañeros.
Ex diputado, escritor y periodista