Una prosperidad que desafía todos los cálculos
PALO ALTO, California - (The New York Times)
En Silicon Valley, éstos son días de milagros y cosas inexplicables. Se siente un aire de irrealidad que tiñe las perspectivas de los ingenieros de sistemas, capitalistas arriesgados y hackers del software que forman la mayor parte de la población.
A impulsos de la riqueza creada por nuevas empresas relacionadas con Internet, los buenos tiempos llegaron para quedarse más que nunca. La región está pasando por su período de auge más prolongado. Los salarios son alrededor de un 60 por ciento superiores al promedio nacional y crecen a un ritmo mucho más rápido.
Con la bonanza económica, son tantos los trabajadores del valle interesados en comprar automóviles deportivos que Raymond Lane, el presidente de la gigantesca empresa de bases de datos Oracle, se quejó hace poco de que en el norte de California no podía encontrar el nuevo Porsche: un distribuidor local tenía una lista de espera de seis meses.
Cuando se reúnen en lugares como Il Fornaio o Bucks, en Woodside, donde se puede desayunar, los altos ejecutivos sacuden la cabeza al escuchar relatos como el de una casa en un barrio elegante de Palo Alto que se vendió en abril por un millón de dólares más de los 2,4 millones que estaba pidiendo su dueño. Sin embargo, estos indicadores están despertando una intranquilidad creciente en muchas personas que viven hace mucho en el valle y que oscilan entre una fe en lo que ha sido llamado el "largo auge" y el conocimiento de que, en los últimos cincuenta años, cada vez que se dio un auge como éste fue seguido inevitablemente por una caída.
Nadie puede parar
"El valle está actualmente dividido en dos campamentos" -dice John Shoch, socio de Alloy Ventures, una firma de capital empresario con sede en Palo Alto-. Están, por un lado, los que se encierran en un campo de distorsión de la realidad y, por otro, los que nos damos cuenta de que esto va a terminar. Pero, ¿ahora quién puede parar?" En los restaurantes y clubes deportivos las conversaciones giran frecuentemente sobre el poder de los "dólares Yahoo" o las "divisas Weimar", los frutos de un mercado accionario que al parecer tiene un apetito sin fin por las empresas que acaban de iniciarse en Internet.
De hecho, los certificados de la bolsa se han convertido en gran medida en la divisa del valle, en grado tal que la Iglesia Presbiteriana de Menlo Park recibe una porción significativa de sus aportes en acciones, en vez de dinero. Además, la St. Joseph´s, escuela católica de Atherton, dedica parte de su fundación a su propio fondo de inversión.
Aunque el crecimiento de los valores accionarios ha permitido a las empresas atraer y conservar a los mejores y más brillantes empleados y adquirir otras compañías, también crece la sensación de que los excesos en el auge del comercio en la Internet podrían haber socavado para siempre la tradicional cultura utilitaria.
En la oficina de R.R. Donnelley, la venerable editorial de Palo Alto que publica los documentos financieros conocidos como "arenques rojos", hay consenso en que esta creación sin igual de riqueza ha conducido a una burbuja en el mercado accionario que seguramente habrá de estallar. Pero nadie sabe cuándo o cómo.
"Hay quienes sostienen que Internet ha modificado las leyes de la física -dice el publicista Fred Hoar, antiguo residente de Silicon Valley-. Sin embargo, éste sigue siendo un mundo newtoniano, y cuando se arroja algo hacia arriba, podemos estar seguros de que va a bajar."
Una idea de lo extendida que está esta preocupación entre los prósperos habitantes de esta región puede darla el hecho de que el libro que está en boca de todos no es el último best seller de Silicon Valley, Crossing the Chasm ´ ("Cruzando la ruptura"), de Geoffrey Moore, sino más bien uno publicado en 1841, Engaños populares extraordinarios y la locura de las masas , de Charles McKay, que entre otros acontecimientos describió la locura especulativa del tulipán holandés en el siglo XVII, un ejemplo legendario de la manía por los mercados.
No hay antecedentes
Pero la misma duración extraordinaria de este auge hace difícil toda previsión. Simplemente, no hay antecedentes. Han pasado más de seis años desde que el valle vio tiempos duros. Esto ha hecho que los recuerdos de pasadas angustias se vuelvan cada vez más vagos y alimenta la ilusión de una prosperidad permanente.
En un clima así, los augurios pesimistas no encuentran mucho eco. Sin embargo, algunos se aferran a los vestigios de tiempos más austeros. Roger McNamee, administrador de fondos en la empresa Interval Partners, de Menlo Park, que ha seguido los altibajos del valle desde los inicios de la era de la PC, señala al otro lado del estacionamiento, donde está su modesto Toyota Camry, que contrasta con los típicos automóviles de lujo que se ven en la región. Dice que se aferra a esa máquina como si fuera la representación de un mundo con el que que está en peligro de perder contacto. Economistas e investigadores que están intentando comprender la aparente desaparición del ciclo de auge-caída del valle apuntan a la convergencia de dos tendencias distintas que pusieron la economía en un período sostenido de actividad.
La industria de los semiconductores, que durante largo tiempo ha sido la base de Silicon Valley, apenas estaba comenzando a recuperarse en 1993, cuando la demanda por comunicaciones vía Internet empezó su rápido ascenso. Entonces, en 1995, echó a andar la economía de la Red, y creó una notable espiral comercial.
"Una parte de esto coincidió con la comercialización de Internet -dice Douglas Henton, presidente de Collaborative Economics, firma consultora de Palo Alto-. Pero el verdadero crecimiento de los empleos ha sido en el área de redes computacionales."
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